La Cuba de 2011, ¿raulista o ciudadana?
Hemos vivido un fin de año sin frío, una Navidad de camisa corta y gotas de sudor, con arbolitos repletos de guirnaldas por todos lados. A trompicones han pasado los 12 meses de 2011 en Cuba, enmarcados por sucesos que -como un par de corchetes- encerraron la realidad nacional entre las excarcelaciones y las detenciones, los controles y las flexibilizaciones. En enero todavía estaban siendo liberados -a cuentagotas- los prisioneros de la Primavera Negra de 2003 y recién ahora han sido indultados 2.900 sancionados por diversos delitos. Lo que comenzó con la discusión de los lineamientos del Sexto Congreso del Partido Comunista, celebrado en abril, concluye ahora con los preparativos para una Conferencia Nacional en la que muy pocos ponen sus esperanzas. Quizás este haya sido el intervalo de tiempo en que nuestras autoridades han implementado más cambios económicos y, sin embargo, nunca la impaciencia ciudadana había llegado a un punto tan alto. Se han dado numerosos pasos, pero el camino, al estilo de una estera rodante, marcha hacia atrás y nos ha dejado a pocos centímetros del lugar inicial.
Raúl Castro ha emprendido la ardua tarea de desmontar el fidelismo, de enterrar en vida al Comandante en Jefe. Sin confesarlo, sin ni siquiera hacer la crítica necesaria al Gobierno del hermano, el general presidente ha echado por tierra parte de los programas gestados por su antecesor. Eliminó totalmente las llamadas escuelas en el campo, siguió profundizando la entrega de tierras en usufructo a los campesinos y levantó el banderín al trabajo por cuenta propia. También canceló otros delirios como la enorme tropa de choque llamada «trabajadores sociales», puso fin a la Operación Milagro que importaba pacientes latinoamericanos para ser operados en Cuba y desmanteló el Ministerio del Azúcar, cuya zafra tiene números cada vez más ridículos. En un gesto audaz y a golpe de decreto, consintió la compraventa de autos y abrió el mercado inmobiliario en un país con décadas de inmovilismo en ambos sectores. Incluso se vistió de civil para ir a la cumbre del CELAC y firmó la carta final del evento con un par de puntos sobre democracia y respeto a los derechos humanos. El heredero del trono de la Revolución se ha afanado a lo largo de 2011 en obtener legitimidad en el marco regional.
Pero el raulismo y sus ajustes económicos no han dado los resultados esperados. Un kilogramo de frijoles sigue costando el salario de tres días y en 2012 el país tendrá que gastar 1.700 millones en importar alimentos. Sonados casos de corrupción han abultado los rumores populares durante estos últimos meses, ante el secretismo de la prensa oficial. En su discurso ante la última sesión de la Asamblea Nacional, el primer secretario del PCC llegó a afirmar que «la corrupción es hoy uno de los principales enemigos de la Revolución, mucho más dañino que la actividad subversiva». Mencionó el alto nivel de los implicados en los desfalcos, tildando estos atracos como «delitos de cuello blanco» cuando en realidad parecen más «delitos de cuello verdeolivo». Cada inspección o auditoría realizada ha sacado a la luz desvíos y sustracciones por montos alucinantes. De seguir hurgando en esa dirección, Raúl Castro podría granjearse muchos enemigos en su propia tropa. Como si ya no tuviera bastante con la ebullición y el crecimiento que se nota entre las filas de los disidentes y de otros movimientos cívicos críticos con su gestión.
Octubre trajo una prueba difícil, tanto para perseguidos como perseguidores, con la muerte de Laura Pollán, la líder de las Damas de Blanco y el revuelo que esta causó. La policía política ajustó por esos días lo que ha sido el sello distintivo en el terreno de la represión del actual Gobierno. Arrestos breves, amenazantes, sin rastros legales, a diferencia de los grandes shows judiciales que tanto le gustaban a Fidel Castro.
Los activistas han tenido que lidiar también con el aumento de las campañas mediáticas en su contra y la paramilitarización de los órganos de la Seguridad del Estado. De noche en una esquina, tres desconocidos se lanzan contra un opositor y lo meten a la fuerza en un auto, sin mostrar identificación, sin portar uniforme, sin aclarar qué delito está cometiendo el detenido. La Cuba raulista es por tanto más impredecible en cuanto a castigos, porque la incertidumbre de la represalia se erige como su método más acabado de coacción.
La inseguridad también es generada por la lentitud y la vacilación para implementar ciertas reformas sociales y políticas. La eliminación de las restricciones migratorias se ha quedado fuera del balance anual, con la consiguiente frustración de todos los que aguardaban por ella. Tampoco se ha atrevido el general a autorizar la creación de otros partidos y en lugar de abrir los márgenes del debate nacional sigue repitiendo que se trata de un tema «entre revolucionarios». Ha sido una prueba dura para 2011, en que ha debido hacer cambios que irremediablemente le restarán poder y, no obstante, percibe cómo su popularidad va decreciendo cada día. Este que termina no ha sido el año de Raúl Castro, para nada, su terquedad y la propia vida se lo han malogrado.
*Es periodista cubana y autora del blog Generación Y. © Yoani Sánchez / bgagency-Milán.