Nicolás Ramón Maduro Mercader; dogmatismo y criminalidad
Jaime Ramón Mercader Del Río fue un comunista español, agente al servicio del propio Stalin, desde los años 30 del siglo pasado, que formó parte del bando republicano en la guerra civil ganada por el bando franquista (militar, monárquico y eclesiástico), pero era muy bien financiado por la URSS y se especializó en el rol de bon vivant, hablaba castellano, catalán, francés e inglés, era buenmozo y se acostumbró a una vida de lujos en la que su atractivo le permitió seducir a una mujer que formaba parte del círculo de confianza de León Trotsky, líder de la “revolución” rusa de octubre de 1917, a quien Stalin necesitaba muerto. Trostsky y Lenin, dirigen la caída del Zar Nicolás, comandando ambos los cambios que condujeron a la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, lo cual incluyó la sistemática eliminación de los grupos socioeconómicos que representaban al “enemigo de clase” del proletariado, que en teoría tomaba el poder. Asesinaron al Zar y a toda su familia, una masacre a balazos en una habitación. Igualmente persiguieron a los propietarios de tierras agrícolas, en su afán por “controlar los medios de producción”, objetivo medular del catecismo comunista, que por ironía genera escasez en directa proporción a su efectividad, mientras más controlan menos producen, lo que lleva directo a la hambruna (condición sine qua non de todo régimen marxista leninista, junto a la imprescindible y brutal represión, para sofocar el natural y creciente descontento de las masas).
El viejo refrán “Deseos no empreñan” refleja algo concreto e imposible de resolver, como el dilema de la propuesta teórica de la igualdad social y el reparto equitativo de la riqueza potencial y los recursos tangibles. Lo que en papel o discurso es ideal y se traduce en simpatías por la propuesta, recluta personas bien intencionadas y soñadoras, por lo general jóvenes e inexpertos, que llegan a convencerse de que eso se alcanza con apenas dedicarle organización y esfuerzo, en la praxis ha sido un terrible Vía Crucis que han debido sufrir todos los pueblos sometidos a la “dictadura del proletariado”, el eufemismo con el que maquillan la feroz dictadura de una élite y su correspondiente e imprescindible caudillo (“el padrecito” en el argot estalinista, comandante en el neolenguaje fidelista, añadiéndole “eterno” cuando el Capo di tutti i capi se les muere -dos veces en el caso de Chávez-, y los sucedáneos dejan mucho que desear, por lo que recurren al mecanismo desesperado y cursi de mantener con vida, aunque sea en afiches y graffitys, al único producto de la ultra izquierda que tuvo éxito de ventas electorales por un tiempo). La escasez, las colas y el creciente descontento son inherentes al sistema comunista, como la Torre Eiffel a París, la estatua de La Libertad a Nueva York, y los canales a Venecia, no existen separados, y todos esos regímenes desembocan en el colapso total (como la URSS en 1991, con el previo derrumbe del significativo Muro de Berlín, el único muro del mundo construido para impedir que salgan los que ocupan el territorio que “protege”, todos los demás muros -en fronteras, en viviendas-, se levantan para evitar que ingresen los delincuentes, o quienes representen un riesgo para los que están del lado interno del muro. El oprobioso Muro de Berlín encerraba a los habitantes de la porción comunista de la ciudad, dividida luego de la segunda guerra mundial). En NorCorea un exagerado ejército se encarga de impedir que sus habitantes escapen, en Cuba es la franja de cientos de kilómetros de peligroso mar plagado de fuertes olas y agresivos tiburones, lo que mantiene en territorio insular a la mayoría de los sometidos por esa vergonzosa e ineficaz dictadura de 57 años que, sin embargo, es testigo de la huida en balsas, de pequeños grupos de cubanos que arriesgan sus vidas tratando de alcanzar las costas del sur de EEUU, las más prometedoras y por lo tanto cercanas, en esos 144 kilómetros de difícil travesía que deben recorrer para liberarse de la esclavitud comunista, la empresa que ofrece el cielo y produce siempre el infierno. La igualdad y la Justicia no las han logrado jamás, el fracaso ha sido su inevitable resultado todas las veces.
Mercader tenía la misión de asesinar a Trotsky (Lev Davídovich Bronstein: 7 noviembre 1879 – 21 agosto 1940), por encargo directo de Stalin (Iosif Vissariónovich Dzhugashvili: 18 diciembre 1878 – 5 marzo 1953), quien buscaba eliminar al único que le podía hacer sombra, por liderazgo demostrado (organizó el ejército rojo) y capacidad ideológica (sostenía la tesis de que el socialismo debía ocurrir a nivel mundial, en oposición a Stalin que se conformaba con que lo implementaran en un solo país (con él al mando, para cerrar la ecuación). En virtud de haber sido co-autor de las bases ideológicas y las acciones que hicieron posible la toma del poder en Rusia, los dos elementos principales que sustentaron el parapeto soviético de 1917 a 1924, Trotsky debió tomar el poder a la muerte de Lenin (Vladimir Ilich Uliánov: 22 abril 1870 – 21 enero 1924). La salud de Lenin se fue deteriorando y le impedía dedicarse de lleno a las tareas de gobernar, de manera pragmática diseñó la Nueva Política Económica en 1921 (7 años después la deroga Stalin), para contrarrestar la baja producción, dándole cabida a los pequeños y medianos productores del campo y, sabiendo cercano el final, en 1923 buscó desplazar a Stalin, y dejar a Trotsky de sucesor, pero el inescrupuloso y sagaz georgiano movió sus fichas, desplazando gradualmente a Trotsky hasta forzarlo a huir de Rusia, haciendo un periplo que lo llevó a varios países, en todos los cuales la persecución de Stalin era tangible, hasta que se residencia en Coyoacán, México, donde establece un meticuloso mecanismo de protección a su alrededor, que sin embargo fue atravesado, hábil y pacientemente, por Mercader, bajo la identidad de Jacques Mornard, belga de holgada situación económica, novio de Silvia Ageloff (objetivo señalado por el Servicio Secreto de Stalin), colaboradora de Trotsky. A través de ella logra ingresar a la muy custodiada casa, donde asesina al dirigente revolucionario hundiéndole un piolet en la cabeza (agonizó durante doce horas). El crimen no ocurrió de la forma discreta que él diseñó, no pudo escapar en el vehículo que lo esperaba afuera, fue capturado, juzgado y sentenciado a 20 años. Los doce primeros en prisión mantuvo su falsa identidad, en 1952 fue descubierto (por cantar una canción de cuna en catalán, canción que reconoció uno de los guardias, lo que llevó a cotejar sus huellas dactilares en España, donde había estado preso. Los últimos 8 años Mercader reemplaza a Mornard en la cárcel mexicana). Luego, en la URSS le otorgaron -en secreto- la máxima condecoración.
Interesa resaltar la doble condición que caracterizaba a Mercader; Su ciego fanatismo, que lo mantuvo tercamente aferrado por más de tres años al objetivo que le asignaron (a pesar de que durante ese lapso la realidad le mostraba lo injustificado del Plan). A medida que Stalin se consolidaba en el poder a costa de lo esencial de la utopía en la que militaba Mercader, el proletariado no era dueño y señor de su destino. Una élite, con Stalin al mando, conformaba la clase dirigente y para colmo privilegiada, en oposición a la Igualdad que preconizaba la teoría socialista que inspiraba a Mercader, como propósito a ser alcanzado. Valiosos luchadores, sin cuya valiente contribución no habría sido posible la revolución de octubre de 1917, y gente del común, estaban sufriendo una tenaz e injusta persecución -juicios amañados, exilio, cárcel, ajusticiamientos- por disentir de los lineamientos arbitrarios, incluso contrarios al pensamiento leninista, más afín con los conceptos y propuestas de Trotsky, su target. La otra condición es la posición desde la cual desempeñaba su rol de victimario al servicio de Stalin: disfrutando de suficiente dinero, buenos trajes, vehículos, hoteles, comidas y bebidas, viajes. Un cosmopolita con más lujos y menos riesgos que el agente 007 de la flemática fantasía de Ian Fleming.
Son asombrosas las semejanzas de Mercader con Maduro, aunque este ha realizado su labor de zapa con mayores respaldos, menos riesgos y disimulos, disfrutando de más privilegios sin siquiera tener el 20% de la preparación previa del agente Mercader, y ninguno de sus riesgos. Ambos asumieron falsas nacionalidades (Mercader era “belga”, Maduro “venezolano”), ambos son agentes de una potencia extranjera (Mercader cumplía órdenes de la URSS, directamente de Stalin a través de Beria, Maduro ha cumplido órdenes de Cuba, directamente de los Castro, de Fidel -mientras tuvo lucidez, hasta el 2007). En 1992, aunque no participó en el Golpe que perpetró Chávez contra Venezuela y su Democracia, -imperfecta pero perfectible-, Fidel le ordenó que se hiciera visitante habitual de la cárcel de Yare, y servir de correa de transmisión con su agente allí preso. Ambos, Maduro y Chávez, son agentes del proyecto castrista, el de Sabaneta fue infiltrado en las FFAA a comienzos de los años 70, el grandulón indocumentado se refugió en La Habana en los años 80, y recibió adiestramiento intensivo para convertirse en topo, agente pasivo y discreto, al que cedularon de manera express e ilegal (como a su padre). Aquella siembra comenzó a dar frutos con la vergonzosa popularidad del golpista fracasado, interpretado como vengador por el inmenso Lumpen venezolano. Desde sus primeras misiones en Yare, Maduro no se despegó de Chávez, ni este podía evitarlo, ya que la yunta fue impuesta desde La Habana, por sus jefes. Cuando la demencia senil incapacitó a Fidel, en el 2007, Raúl asumió la sucesión, reorganizó la Nomenklatura, substituyó a los fidelistas por raulistas, inició algunos cambios (sacó a medio millón de empleados de la Nómina pública), y las negociaciones con EEUU para reanudar las relaciones (lo que se conoció en diciembre del 2014, y tuvo su apogeo con la aclamada visita de Obama), pero a Chávez, el agente moribundo al que controlaban en el CIMEQ, le impusieron la sucesión a favor del agente Maduro, la que el mismo paciente terminal anunció a comienzos del mes de diciembre del 2012, en su última alocución por TV. Murió a fines de ese mes, lo mantuvieron torpemente oculto (con fotos alteradas y truculento traslado a Caracas, hasta la muerte oficial y forzada, el 5 de marzo del 2013). Todo el PSUV y el GPP fueron cómplices de esa farsa.
Se asemejan en el intenso dogmatismo y la criminalidad amoral con que mantienen el plan original, a pesar de los cambios que la Historia produce a su alrededor y los resultados negativos que el “proyecto” genera. Los dos personajes recalan en Cuba. Mercader fue varias veces a “temperar”, huyendo del insoportable invierno ruso y de las todavía más insoportables contradicciones del sistema comunista, que hacía aguas por todas partes. Murió en La Habana (aunque fue cremado y sus cenizas están en un cementerio ruso), once años antes del derrumbe del Muro de Berlín, previo a la implosión de la URSS. Maduro va a Cuba con más frecuencia que a cualquier estado de Venezuela, ni siquiera con el anonimato que caracterizó las discretas estadías de Mercader en el Caribe. Consulta cada paso y espera órdenes para declarar o moverse en algún sentido (paradójicamente, siempre lo hace hacia atrás o da estériles vueltas sobre un mismo punto).
Al contrastarlos, hay aspectos en los que Maduro sale muy mal parado; Mercader se esforzaba por comportarse siempre como un caballero, Maduro procura ser un patán (derivado de su necesidad de imitar al Patán Mayor, hoy reducido a pajarraco de ultratumba). Mercader dominaba cuatro lenguas, Maduro no domina ni siquiera la que tiene dentro de su boca, y cada vez que habla, no sólo maltrata el idioma Castellano, sino que incurre en horribles fallos de ortografía, sintaxis y sobre todo, coherencia, lógica. A su contraproducente empeño en asignarle sexo a las palabras (soldados y soldadas), le suma su incontinencia verbal, que lo obliga a declarar sin medida ni sensatez; Llama traidores a los ex ministros de Chávez que critican su gobierno. Acusa al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, de «ser el responsable de sabotear la economía venezolana y de propiciar un golpe de Estado contra su gobierno». A Capriles, de «andar contratando asesinos en Barlovento y Valles del Tuy, para que maten al pueblo». Apenas ganó Macri la presidencia de Argentina, Maduro dijo que “el pueblo argentino estaba listo para enfrentar a Macri” (¡a quien la mayoría recién había elegido!). Y en Venezuela afirma “Si aquí gana la derecha, yo me pondría al frente de una insurrección cívico-militar. La patria o es socialista o no es patria” (más tolerante y democrático, imposible).
En medio de una grave Crisis, con Escasez de alimentos, medicinas, repuestos, papel toilette y los productos de limpieza personal y del hogar, habiendo declarado que “No hay dólares”, anuncian la construcción de la primera planta desalinizadora de agua de Nueva Esparta, que costará 46 millones de dólares, y le asignan la obra A DEDO -sin Licitación- a una empresa con un Capital de BsF 430.000 que al cambio variable oficial (al 20 de abril, a BsF 341) serían 1.261 dólares, el 0,0027 % del costo de la obra. PDVSA le “perdona” la mitad de la deuda de $3.500 millones a Nicaragua. Y Maduro, con bombos, platillos y el entusiasta aplauso de todos los presentes en ese salón, anuncia alborozado que firmó “El Plan Cuba-Venezuela: 1.428 millones de dólares y 6.954 millones de bolívares “fuertes” que se irán para el despacho de su jefe Raúl Castro, bajo el eufemismo de ser una inversión “para la vida, la felicidad y el desarrollo” (la Nomenklatura castrista no tiene la menor duda de que esa bastarda y cínica transferencia, les garantiza vida, felicidad y desarrollo a los que diseñaron e impusieron el esquema de neocolonización que somete a Venezuela) en beneficio de la isla parásito.
Luego de hacer ese descarado obsequio a sus amos en Cuba, un insulto para quienes deben humillarse en colas de horas para conseguir una porción de los alimentos que necesitan, o para quienes ven desfallecer a sus seres queridos enfermos, por falta de las imprescindibles medicinas que los pueden mantener con vida y salud, Maduro afirma que «en Venezuela la gente está rozagante y bonita», y le grita al presidente del gobierno de España, Mariano Rajoy: «Eres un racista, una basura corrupta y colonialista». Y como guinda del mamotreto discursivo, que va en dirección opuesta a la realidad y a la voluntad popular, remata haciendo esta romántica y ultra demagógica confidencia: «Cilia y yo estamos haciendo planes para mudarnos a un urbanismo de la GMVV». Lo único que superaría esta aberración politiquera, sería que la parejita ofreciera mudarse a una cárcel, a compartir la celda del Pran a cargo de esa dependencia pública, donde el socialismo del siglo 21 ha concretado sus mayores logros, al empoderar efectivamente a los reclusos, que controlan todas las Penitenciarías de la paaatria, y todas las calles. A la vez bate su propio récord de fantasías, con las que pretende ocultar la realidad que lo hunde día a día, y formalmente reconoce que tiró la toalla en el penoso y delicado asunto de desalojar La Casona, okupada caprichosa y prepotentemente por las Infantas de Sabaneta, sin el más mínimo soporte legal para justificar ese exabrupto, único a nivel mundial. Maduro pierde hasta en una comparación con el asesino de Trotsky. Mercader le hizo una mella importante a la Historia (aunque es imposible cuantificar cuánto de ella cambió con Trotsky fuera del elenco principal). Maduro (y sus cómplices) -con poco esfuerzo y sin correr riesgos- ha hecho terribles daños a Venezuela, daños profundos que costará revertir. Pero al menos ha demostrado que hizo méritos suficientes para que lo llamen como apodaban al genocida Stalin: «Koba».