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La poesía tumultaria

Es absolutamente incomprensible imaginar a un poeta escribiendo poesía en medio de la refriega tumultuaria de la revolución; ¿quién, en su sano juicio, puede imaginar a un pintor o a un escultor pintando o tallando una obra en medio del bullicio de las asambleas populares de las llamadas “Ubch” o de los denominados “círculos de lucha popular”? ¿Acaso es pensable, más o menos coherentemente un escritor escribiendo un clima psicológico de una trama dialógica narrativa en el fragor de una kilométrica cola de un camión en plena avenida vendiendo pollo congelado o harina? Por más que me esfuerzo por imaginarme la estampa mi cerebro se niega a admitir la posibilidad.

El arte es una forja profundamente individual. Los artistas necesitan un espacio y un tiempo intransferiblemente íntimo para poder “extraer su piedra de la locura” de su bóveda craneoencefálica y entregársela a la humanidad en forma de pequeños o grandes tesoros estéticos. La revolución, en cambio, se propone convertir al escritor en un funcionario propagandístico al servicio de un mefistofélico proyecto colectivista e ideológico que, después de todo, busca adoctrinar y “evangelizar” al individuo bajo los influjos de ideas mineralizadas y dogmáticas que difícilmente admitan cambios o autocríticas. Uno de los propósitos y fines últimos de los fachendosos festivales mundiales de poesía que cada dos años organiza el burocrático Ministerio del poder popular para la cultura es recuperar para la lógica del dogma propagandístico al poeta y poner los versos de èste a disposición de la construcción de la llamada sociedad comunista.

La conversión del Teatro Teresa Carreño en una sala ensordecedora de gritos y consignas se aviene a los dictámenes de la vanguardia cultural revolucionaria de poner “todo el poder de los soviets socio-culturales” al servicio de la revolución bolivariana.  Los poetas que no escriben sus poemas con alusiones directas a la momia embalsamada del comandante eterno no son bien vistos por el “estado mayor de la cultura”. Conozco algunos escritores que aun asisten a dichos festivales con cierto temor y recelo màs por seguir manteniendo sus becas y canonjías regionales de la plataforma cultural del Ministerio de la Cultura que por verdadera identificación con los rituales ceremoniales de adoctrinamiento y lavado de cerebro y prácticas lobotòmicas en que se ha convertido el tristemente célebre festival mundial de poesía.

Así, textualmente me lo han confesado: “no, poeta, no crea; yo voy a esos eventos más por razones de conservar mis honorarios profesionales en la Dirección de Cultura que por razones políticas e ideológicas”. Los poetas filotirànicos, los aduladores del Ministro, los poetas bozaleados con el bozal de arepa, esos que van a la oficina a firmar el libro diario para justificar su salario de hambre tienen el compulsivo deber partidista de segregar a los poetas críticos e irreverentes, de apartar y señalar con el dedo acusador a los heterodoxos que se niegan a entrar al carril del rebaño bolivariano y “marxista”.

Por supuesto, la poesía compromisaria y militante que canta loas apologéticas y escribe exégesis al proyecto militar es mimada y exaltada por los comisarios de la cultura, los burócratas de turno enquistados en la madeja de cargos del funcionariado gubernamental. Los premios de la revolución son otro de los incentivos que utiliza la tiranía proletaria para compensar a los poetas de la trapa. Las Direcciones regionales de Cultura y los Ateneos progubernamentales inventan “Bienales de poesía” para premiar a sus militantes y obedientes poetas lamesuelas, que los hay, de paso sea dicho.

Nadie ignora, por otra parte, que el festival mundial de poesía que se realiza en Caracas con cargo a las partidas presupuestarias del Ministerio de la Cultura es un encuentro de gigolós de la cultura vivalapepa y zángana de la izquierda internacional más anacrónica y atrasada que aún pulula en los ambientes partidistas del mundo. Poetas anónimos e intrascendentes en sus países de origen que por sólo manifestar sus simpatías hacia esto que en Venezuela se conoce como “revolución bolivariana” vienen a recitar sus malos versos y ditirambos panegíricos a la peor tragedia que se ha cernido sobre esta república de poetas y escritores postrados y genuflexos ante la dictadura continental de corte neopopulista conocida genéricamente con el adjetivo de “revolución chavista”.

Rafael Rattia

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