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Las guerras del hambre (y II): alimentos, medicinas y privatización a la chavista

Siguiendo con la situación desesperada de los venezolanos, el diario ABC de hoy da cuenta de una noticia: Nicolás Maduro le fue a consultar a Raúl Castro si debe renunciar a la presidencia o no. Una actitud cobarde y, a la vez, sumisa ante el poder de los Castro de cara a la silla que ostenta el mandatario venezolano. ¿Por qué no asume su responsabilidad y se apega a las leyes? ¿Por qué no hace la consulta a su gabinete? ¿Por qué no hace como Vicente Emparan y de una vez dice que no quiere el mando? Y lo más interesante de todo, ¿Por qué manda entonces a recoger firmas por bolsas de comida buscando prolongar la agonía del chavismo en el poder?

Son preguntas que se hacen ante una situación de desespero. Hay que pensar –o revisar– la prensa para observar cómo se va de entre los dedos la gobernabilidad en Venezuela. Una gobernabilidad que no pasa por los escándalos de corrupción (que están), ni por el malbaratamiento de los recursos (que también están), por ahuyentar la inversión (otro más), sino por la propia base de la pirámide de Maslow: las necesidades elementales del ser humano.

Los chavistas han sido unos gobiernos que, mientras han tenido recursos ingentes producto del petróleo, bien. En cuando fluctuó el precio del barril, mal. Todo al garete.

El gobierno revolucionario bolivariano encabezado por Nicolás Maduro, que lleva tres años en el poder, ha convertido a Venezuela en trendig topic y no precisamente por una sana política de inversiones y desarrollo, sino todo lo contrario, llevando a los venezolanos a pasar hambre y, aquellos que requieran de medicinas o asistencia sanitaria a penurias indescriptibles.

Pues sí. La situación del hambre en Venezuela la están tratando de pailar con una bolsa de comida por familia. Van personeros del gobierno casa por casa con una bolsa con alimentos, previo pago de la misma, obviamente. Una vez con la bolsa en las manos, se le pide al ciudadano que firme una lista en la que se rechace la reciente ley de amnistía política, carta que aderezada de descalificaciones a la oposición, firmará más de uno con esa entrega a domicilio.

Un caso diferente pasa con las medicinas. Largas colas frente a las farmacias para hacerse de lo elemental o, en casos de enfermedades crónicas o tratamientos de largo aliento como la hipertensión, la diabetes, a sortear establecimientos buscando los medicamentos y, de no conseguirlos, buscar cambiarlos con algún familiar o vecino. Toda una economía del trueque en materia sanitaria.

Estas guerras del hambre del chavismo nos llevan a pensar que el sistema económico de la izquierda revolucionaria se acerca al sistema de la derecha neoliberal. Se busca la privatización de la economía, no de un modo macro, sino de modo particular. ¿Cómo es eso? Sencillo. Si usted quiere electricidad, compre su propia planta eléctrica o, en su defecto, monte un sistema de generación solar. Si usted quiere comer pollo, instale en su tejado un gallinero vertical. Si usted quiere tener agua, perfore el subsuelo y, si tiene suerte, tendrá un pozo o, en su defecto, compre una cisterna de agua a los proveedores que se mueven en camiones. Si usted quiere comer verduras o frutas, al lado del gallinero vertical, haga una huerta. Ese modo privado de producción es la privatización chavista. Una forma de deslastrarse de los problemas y dejarle a usted, si a usted, el autoabastecimiento.

Eso sí, si usted requiere medicinas, recambios para su automóvil, lo tiene más complicado. Salvo que haga un curso de medicina natural con un chamán o un curso de metalmecánica y tenga los tornos necesarios, poco más podrá hacer si tiene que sustituir un disco de freno. Pero no desespere. Los cubanos tienen manteniendo con palos e ingenio buena parte del parque automotor desde los años 50. Seguramente Maduro importará a Venezuela a algunos de esos ingeniosos mecánicos para que en una futura “misión tuerca” ayuden a parapetar a los vehículos. Y, si de medicina se trata, llevarán a los laboratorios farmacéuticos a un grupo de chamanes para que se resuelvan los problemas de salud de todos aquellos que, con una pastilla del siglo XXI solucionaban sus dolencias.

Y así, así las cosas en ese paraíso tropical que se llama Venezuela.

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