Asamblea Nacional: urge atajar el desencanto
Las elecciones de la Asamblea Nacional alimentaron dos sueños en el electorado. El primero: resolver los graves problemas socioeconómicos ligados a la inflación, la escasez, el desabastecimiento, el desempleo, la pobreza, la inseguridad personal, el deterioro de la salud y la educación y la crisis eléctrica. El segundo: salir del nefasto gobierno de Nicolás Maduro en el menor plazo posible de forma pacífica, sin desatar los demonios de la violencia.
Han pasado cuatro meses sin que ninguna de las carencias haya sido superada. Todas se han profundizado. La inflación alcanzará una cifra de vértigo. La falta de medicinas se convirtió en crisis humanitaria, a pesar de lo que diga Bernardo Álvarez, representante de Nicolás Maduro en la Organización de Estados Americanos, OEA, a quien su permanencia en los Estados Unidos durante varios años le hizo perder todo contacto con la realidad nacional. El país sigue deslizándose hacia el abismo sin que nada, ni nadie lo detenga.
Las dificultades solo podrían comenzar a aliviarse en un clima de cooperación entre la oposición y el Gobierno; entre la mayoría parlamentaria y el Ejecutivo nacional. El régimen, situado en contra de la Constitución, optó por la confrontación abierta y permanente. Desconoce la autoridad de la AN e ignora o anula cada uno de sus actos. La tensión es la nota dominante entre el Legislativo y el Ejecutivo. Los diputados se encuentran atados de manos porque carecen del músculo financiero, de las correas de trasmisión y del poder de fuego para obligar que sus acuerdos se cumplan. Maduro y sus aliados cuentan con el Gobierno y con el Poder, en el sentido amplio de la expresión. Aquí reside una característica esencial de los modelos autoritarios: la independencia de los poderes públicos desaparece y todo el Estado queda subordinado a la voluntad del autócrata.
En medio de este cuadro de precariedad institucional, resulta extremadamente difícil cumplir con la segunda promesa: sustituir a Maduro de acuerdo con los instrumentos y principios contemplados en la Constitución. Cada una de las fórmulas previstas será objetada por la Sala Constitucional o cualquier otro Poder público. Ahora apareció la mayoría oficialista del CNE diciendo que es a ese cuerpo al que le corresponde elaborar la Ley de Referendos, luego de casi trece años de mora. Tibisay Lucena y su gente se proponen diseñar un esperpento jurídico tan complicado que resulte imposible revocar el mandato presidencial en la próxima década. A la enmienda, la constituyente o la reforma, el TSJ les levantará obstáculos insalvables. Ni siquiera los tres diputados de Amazonas se han incorporado a la Cámara, a pesar de ser este un Estado federal. El Gobierno fomenta la coalición de todos los poderes contra la Asamblea con el fin de frustrar la esperanza en el cambio, desanimar a los votantes y proyectar una imagen de fortaleza e indestructibilidad de la cual carece.
Lo pernicioso con estos fuegos artificiales reside en que los rojos están logrando su objetivo. Sectores de las capas medias y bajas están desmoralizándose. Urge atajar el desencanto y la insatisfacción mediante iniciativas que revitalicen a los ciudadanos y recreen la confianza en la capacidad de victoria la oposición. Hay que reactivar la MUD y crear la certeza de que existe una conducción política unitaria que incluye la acción legislativa dentro de una estrategia global orientada a alcanzar el poder. El enfrentamiento al régimen no debe restringirse a la Asamblea. Esta es una instancia fundamental, sin embargo, no es la única y, al parecer, tampoco la más importante. El Gobierno no le teme a la AN, pero puede temerle a una organización que planifique, coordine y ejecute un amplio conjunto de acciones dirigidas a doblegar a un gobierno tan inepto y corrompido como el dirigido por Maduro. Este perfil es el que debe recobrar la MUD, organización que para actuar y acorralar al régimen no necesita de la autorización del TSJ, del CNE, ni de ninguna otra de las instituciones colonizadas por el chavismo. Lo único que requiere es el apoyo activo y entusiasta de la gente, que así como fue a votar el 6-D podría actuar si una dirección clara le presenta un plan coherente de movilización que canalice el enorme descontento existente y coloque en el panorama el retorno de la democracia.
@trinomarquezc