Capriles: ¿el Pinochet de Venezuela?
1. El mandato de Washington
La actuación poselectoral de Henrique Capriles Radonski ha dejado al desnudo la misión que por encargo de Washington debe cumplir: destruir al proceso bolivariano al precio que sea, incluyendo una matanza del tipo Pinochet. El plan A (track one) de la operación, diseñada en Washington, acaba de fracasar: desviar una manifestación masiva y lanzarla contra el Palacio de Miraflores, conforme al modelo del 11 de abril, 2002 (“revolución naranja”.)
Ante el fracaso de la operación y el apoyo político mundial a Maduro (Unasur, Rusia, China), Washington ha ordenado a su “capo de plaza” recular y pasar al Plan B (track two). Por eso, el abogado Capriles Radonski se está poniendo de nuevo la piel de cordero, condenando la violencia y negando su responsabilidad directa como autor intelectual de ocho muertos, sesenta y un heridos y más de veinticinco instalaciones de salud asediadas o vandalizadas. Y, mientras fariséicamente juega el papel de pacifista y conciliador, procura instrumentalizar el track two del plan de destrucción que se utilizó contra Salvador Allende.
2. El camaleón
La fisionomía personal de Capriles lo predestina para la misión. Tiene una gravitación natural hacia la mentira; domina a la perfección sus teatrales encarnaciones de víctima y crucificado; tiene una excelente oratoria (tropical) que combinada con su ética cero le faculta manipular a su clientela a discreción. Y, como bono adicional, ostenta ser hijo de la oligarquía venezolana con debida adoctrinación en los moldes del clerical-fascismo de Plinio Correa de Oliveira, desde sus tiempos en la TFP. No sorprende, por tanto, que el delgado barniz de demócrata que sus asesores estadounidenses y españoles le recetaron para la campaña electoral, desaparece en cuanto ve la utilidad de usar la violencia. En una palabra, es el camaleón político perfecto para la misión imperial.
3. El “mil usos” de la oligarquía global
Sin embargo, todas esas “cualidades” subjetivas no serían suficientes para jugar el papel de proto-Pinochet en Venezuela. Es su condición de Calibán de las fuerzas oligárquicas dominantes del mundo que lo hacen tan útil e imprescindible para la tarea de “limpieza” que pretenden hacer. Capriles Radonski es el hombre de Obama, es decir, del imperialismo anglo-americano; de Frau Merkel, la gran conductora del muy dinámico imperialismo alemán-europeo; y, de Benjamin Netanyahu, operador del expansionismo regional de Eretz Yisrael y del violento reordenamiento global ordenado por el complejo militar-industrial estadounidense, los “Neocons”.
4. ¿Por qué falló el primer golpe de Capriles?
La previsible muerte del Presidente Chávez —previsible y cuantificable en el tiempo desde noviembre del 2012— convencieron a la Casa Blanca, los golpistas de Miami y la Internacional Fascista del “Fuehrercito”, que se debía aprovechar la muerte del Lider mediante un nuevo golpe de Estado. El Plan A de este golpe falló por: a) la innegable mayoría electoral de Maduro; b), la calidad del sistema electoral creado por Hugo Chávez, que es el más perfecto, democrático y transparente sistema electoral que hay en el continente; c) la lealtad constitucional y unidad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y, d) la inteligente y democrática decisión del gobierno de Maduro, de prohibir la manifestación masiva al CNE que iba a ser el detonante del nuevo golpe de la oligarquía y de Washington.
5. Plan B: el modelo de Chile y el futuro de Venezuela
Para remover a Maduro, Obama y su pelele se encuentran ahora ante el mismo dilema que encontraron Nixon y Kissinger después del triunfo electoral de Salvador Allende. Cuando Nixon da la orden de destruir a Allende mediante un golpe militar previo a su asunción, el Jefe de Estación de la CIA en Santiago responde: “Debido a la >inercia constitucional< de las Fuerzas Armadas de Chile, no encontramos ningún general que quiere dar el golpe militar contra Allende.”
Tres años necesitaron la Casa Blanca y la oligarquía chilena para destruir la lealtad constitucional de la FACh y generar los putschistas (golpistas) necesarios. El método para lograrlo fue la sistemática destrucción de la economía chilena y la polarización de la sociedad, mediante la violencia terrorista, la agresión política internacional sistemática orquestada por Washington y una feroz campaña mundial de propaganda destructiva.
6. Derrotar a Obama-Capriles
El Plan B del golpe (track two) ya está en marcha, como muestran: el desconocimiento político del nuevo gobierno venezolano por Obama, Aznar (Rajoy no es más que un pelele de Aznar) y su perrito amaestrado en la OEA; la campaña mediática internacional, encabezada por los pasantes de periodismo de CNN y los gusanos propagandistas de Miami y, la violencia contra las instituciones y defensores del Estado, empleada durante la primera fase de la subversión pos-electoral por Capriles Radonski.
La demanda de Capriles de recontar los votos no merece consideración. Es tan descabellada jurídicamente, políticamente e histórico-empíricamente, que toda persona medianamente inteligente entiende que era una simple maniobra propagandística (side-show), para distraer del golpe principal: la toma del Palacio de Miraflores.
El Track Two que Obama-Capriles han comenzado a implementar nos regresa al año 1970 en Chile. En este momento no hay sector golpista alguno en la Fuerza Armada, porque el Presidente fallecido logró generar en ella una admirable conciencia patriótica, política y democrática. Sin la conquista de este baluarte por parte de Obama y su Capo de Plaza, la oligarquía global no podrá recuperar el petróleo de Venezuela.
En este sentido, la Venezuela de Maduro del 2013, es el Chile de Allende de 1970. Sin embargo, con una diferencia fundamental. Las condiciones objetivas de Venezuela, de América Latina y del sistema global, permiten, hoy día, derrotar a la agresión del imperialismo y de sus lacayos locales. Esa oportunidad objetiva, nunca la tuvo la Patria de Allende.