El chavismo se mató solito
Si hay un libro que ha sido la biblia para los comunistas venezolanos, ese es “Las venas abiertas de América Latina”, el favorito de Hugo Chávez. Este texto famoso entre los izquierdistas latinoamericanos estaba atestado de errores, medias verdades, lugares comunes y falsos mitos, pero a pesar de ello, generación tras generación de revolucionarios de feria han llevado bajo el brazo como las ‘sabias escrituras’ para que todos los candidatos a ‘redentor’ puedan esgrimirlas, desde los cantinas del centro de Caracas, bares de mala muerte, hasta los desvencijados pasillos de los palacios de Gobierno y Legislativo de Venezuela.
“Los taladros –nos explicaba su autor- han extraído, en medio siglo –y hasta 1970- una renta petrolera tan fabulosa que duplica los recursos del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa”. Allí está el primer equívoco, porque la realidad es que se extrajeron desde 1917 hasta 1970 la impresionante cifra de 4,75 planes Marshall, ajustados a la inflación de 1970 fecha en la que se escribió el libro. Es decir que se duplica la cantidad de lo expuesto allí y con ello, se duplican también las posibles críticas esgrimidas.
Dicho esto llegó el famoso primer gran ‘Boom’ petrolero a partir de los primeros años de los setentas que trajo a la “Gran Venezuela” y a esos 4,75 planes Marshall, se le sumaron otros doce más, para alcanzar los 16,75 planes de la reconstrucción europea. Es decir que desde mediados de la dictadura del general Juan Vicente Gómez en 1917, pasando por Pérez Jiménez y llegada la democracia hasta el famoso Viernes Negro, con esos planes los gobiernos construyeron todas las carreteras y autopistas, todos los hospitales, las gigantescas obras de infraestructura, desde el Gurí hasta la CVG, toda la electrificación, las grandes empresas de hierro, acero y aluminio, todas las escuelas y universidades, millones de viviendas, todos los hoteles públicos, puertos y aeropuertos, canales, el 80% de aguas servidas, la impresionante estructura de Petróleos de Venezuela hasta llegar a los 3,7 millones de barriles diarios, toda la infraestructura petroquímica y paren ustedes de contar, en fin, prácticamente todo lo que usamos y recibimos hoy de servicios y bienes de la Republica, todavía.
Quiso el destino y la mala suerte para Venezuela que aquellos libertadores de cafetería, comunistas de medio pelo y los revolucionarios de botiquín que recurrían al librito en sus arengas y peñas para destruir a la democracia, llegaran al poder y que fueran ellos paradójicamente quienes recibieron la segunda bonanza petrolera y la más grande y prolongada de nuestra historia. La historia los señalará como los que recibieron oficial y exactamente hasta el 31 de diciembre del año 2015, la cantidad de 1,764 millones de millones de dólares que, ajustados a la inflación representan la monstruosa cifra de 16,96 planes Marshall para la reconstrucción de Europa. Es decir, cien mil millones de dólares más que la suma de los gobiernos contando desde el general Gómez, pasando por Pérez Jiménez, hasta llegar a Luis Herrera Campins.
Por eso, después de casi diecisiete planes Marshall, el verdadero legado de estos que nos gobiernan hoy, son dieciocho años desperdiciados, tirados a la basura y a los bolsillos de unos cuantos sinvergüenzas que se robaron el dinero de toda una nación que además, se congeló en el tiempo. El asunto es tan, pero tan cruel, que si la economía de Venezuela decrece este año solo la mitad, repito, la mitad de lo que plantean los especialistas, bancos y multilaterales, a final de este año el crecimiento del período chavista per cápita en dieciocho años habrá sido cero, repito cero. Es decir la economía venezolana habrá crecido desde 1999 un 29,62% (Banco Mundial) y la población habrá crecido también 29,69% (INE). Pero si decreciera lo que se sospecha, luego de diecisiete planes Marshall dilapidados, será cerca de 4% más pobre, que lo que era cuando mentían acusando a los gobiernos democráticos de darle perrarina a los pobres.
Por eso es bueno comenzar a reconocer que a Chávez-Maduro no los juzgarán los economistas de hoy, ni los opositores, lo van a juzgar los venezolanos del mañana. Los va a juzgar la niña que nació en los días previos y posteriores a la muerte de Hugo y al ascenso al poder de Maduro. Hija por cierto de otra niña de catorce años abusada por un entorno que no deja lugar a dudas sobre los “logros de la revolución”, como el millón y medio de hijos nacidos de niñas y adolescentes nacidos durante el chavismo. A Chávez lo va a juzgar el niño malabarista del semáforo que el juró sacar de las calles -o se cambiaba el nombre- y que es hoy parte de un ‘tren’ o como se llame el ‘pranato’ carcelario. También va a ser juzgado por el niño de hoy convertido mañana en abogado, arquitecto o ingeniero del futuro. Porque a fin de cuentas, a los presidentes se les recuerda no por lo que dieron, dejaron robar o regalaron, sino por lo que dejaron a los demás y por la siembra para el futuro, ya que ese es su verdadero legado.
En el futuro, cuando a Chávez la historia lo relegue al pequeño párrafo de Gómez, Pérez Jiménez o cualquier otro presidente, no será recordado como el gran pacificador, ni como el modernizador, ni como el constructor, ni como un “gerente eficaz”, ni como ese líder ultraterrestre supra yacente y galáctico creado por el sargentazgo lisonjero devenido en vulgar millonario, el tenientazgo adulador que compra caballos de cuatro millones de dólares, la diputada comunista que abrió su spa en Miami, el historiador bien remunerado al que le encomendaron “arreglar” la historia, los politólogos y columnistas que quedan dando la cara, ni por unos cuantos primitivos que le prenderán velas emulando a otro Robin Hood de la región llamado Pablo Escobar Gaviria. Será recordado por como invirtió las cuatro veces más -apelando al librito- que lo que: “los españoles usurparon a Potosí o los ingleses a la India”, la mayor cifra de planes Marshall recibidas en la historia de Venezuela y como dejaron él y los comunistas deslagañados que lo acompañaron en su aventura: una nación con una sociedad enconada, dividida, estancada, moralmente arruinada y empobrecida.