Opinión Internacional

Los Castro y la Celac

Cartas de presentación

Otorgándole el mayor realce simbólico y luctuoso posible, como acostumbran los regímenes comunistas, los imperios o las sectas, se está celebrando en La Habana, Cuba, la II Cumbre de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC). Coincide el evento con el 161 aniversario del natalicio de José Martí, autor de “Nuestra América”, mientras subterráneos se escuchan, por esos castillos aherrojados, los pasos fríos del fantasma del comandante eterno, Hugo Chávez, padre de la criatura huérfana, fallecido hace tan poco tiempo aunque parezca más de lo debido. El ritual de adopción, donde emperifollados, en liturgia tropical de guayabera, broncean de aire acondicionado sus asombrados cuerpos los peregrinos en tránsito que allá fueron y están, se celebra en La Habana, Catedral Primada de la Revolución.

La CELAC creada en 2010, constituida por 33 naciones que suman una población aproximada de de 590 millones de habitantes, administra una extensión territorial de unos 20 millones de kilómetros cuadrados. Las únicas naciones del Continente que no forman parte de este conglomerado americano son los Estados Unidos y Canadá. ”Mejor así”, dirán.

Es un acontecimiento pues de gran significación protocolaria y de dificultades logístico-administrativas enormes, pagado imagino con dineros venezolanos, al que han asistido, además de Presidentes y Jefes de Estado, Cancilleres y otros funcionarios de alto nivel acompañados de sendos equipos técnicos, los Secretarios Generales de la OEA, Miguel Insulza, y de la ONU, Ban Ki-moon, que parecieran ser especie en extinción, jarrones chinos, ballenas vacías, ya que al entender y decir de algún entrevistado pre-pagado, la cosa pinta así: “la OEA y la ONU son el pasado, la Celac es el futuro”. El presente es pues de los filibusteros aunque aquellos tampoco es que sean como para extrañarlos demasiado.

Las repercusiones de esta Cumbre, más allá de la retórica en pluscuamperfecto de rigor y de la feria de vanidades exhibidas, connaturales todas dos a la dimensión y lustre de estas reuniones, en la práctica no serán significativas, barcos de papel más bien, pero con un poder mediático sorprendente, con el que se exaltará mundialmente a la dictadura cubana como anfitriona de los presidentes y jefes de Estado, supuestamente democráticos, de la región. Hoy es Cuba el ombligo del Continente. Realismo mágico embotellado y listo para el consumo internacional.

Vuelta al pasado: Welcome Bloqueo

A todas luces parece que Cuba, la de los Castro, quiere salirse de lo que ella misma se impuso y piensan estuvo a su favor. ¿Cómo rebobinar la historia sin verse en retroceso? Esa imagen de galeón derrotado, escorado, ocioso y lastimero, en mitad de un desierto salado, temiendo ser carnada del Triángulo de las Bermudas en vías de desaparecer, balseros pertinaces ellos, ha encontrado en la Celac un salvavidas, una manera de evadir nuevamente, por unos días al menos, la pesadilla en la que se habían convertido hasta que el difunto Chávez los sacó a flote.

Sus recuerdos de otrora, nostalgia: barbudos haciendo revoluciones, invadidos de una fiebre que el poder aumenta, sarampión que se propagó por la venas de América Latina, sobre todo después del embargo económico de 1960, luego del triunfo de la revolución en 1959, el parpadeo infantil de los EEUU, y su respuesta errática, excesiva. Un error pagado con un error mayor.

Después vino el “bloqueo”, decisión en respuesta al descubrimiento, en octubre de 1962, por parte de los Estados Unidos, de misiles nucleares soviéticos en territorio cubano. La “Karibskiy Krisis” o “Crisis del Caribe”, como se le conoce en ruso, de la que Ernesto el “Ché” Guevara dijera: “Es el ejemplo escalofriante de un pueblo que está dispuesto a inmolarse atómicamente para que sus cenizas sirvan a sociedades nuevas…”, no dejó sino malas hierbas. La más mínima posibilidad de acuerdos, de coexistencia pacífica o de turismo de aventura al menos, se cerraron luego de esta aguda tensión en la que estuvimos a punto de una guerra nuclear mundial, valga la redundancia, que de darse nunca habría leído su epitafio: “Aquí yacen la política y la diplomacia. Venció la guerra”.

En ese encierro, el de la venganza que emana de la frustración, resentidos, los líderes de la revolución se montaron ahora en el potro del “internacionalismo proletario”, de “la revolución permanente”, y en la teoría del “foquismo”, con la idea de cumplir con sus ambiciones épicas de hazañas y de héroes novelescos, y se auto convirtieron en mercancía de exportación. Ya lo decía Fidel, el 10 de abril de 2013 en un Granma supuestamente retirado de circulación: “Unos exportan materias primas, nosotros exportamos revolución”. Y amparados por tantos intelectuales del vecindario y europeos también, Sartre y Debrais no más de ejemplo, quisieron encender la pradera con mil Vietnam en toda América Latina, África incluso, “¿Angola?: por qué no”. Según el libreto, las condiciones objetivas estaban dadas; y las subjetivas también: ellos mismos.

Desde entonces fueron, son, expansionistas, intervencionistas, invasores. No hubo soberanía que no irrespetaran. Arropados y justificados, en el hábito de la “integración latinoamericana”, de la “libertad de los pueblos” y otros conceptos amontonados y aliñados en interminable diccionario, ya no supieron qué inventarse para dejar de ser isla, crisálida inconclusa, burdel estrafalario; no tenían plata, es verdad, pero vendían una utopía de neón, y mire usted que fueron muchos los que la compraron. Pero fracasaron otra vez, y el síndrome de la derrota se apoderó de ellos nuevamente, al tiempo que la madre Unión Soviética dejaba de subvencionarlos, terminaba la “Guerra Fría”, caía el Muro de Berlín (Antifaschistischer Schutzwall) y se quedaron solos en su encierro de estuario. El pirata Morgan ya había conocido esas penurias. Nerones ya sin Roma que incendiar.

Después de la derrota

Hasta que se inventaron el cascarón de mártires, cangrejos, caracoles, hijos desnutridos por la conjura del imperio yanqui; náufragos, piratas representantes supuestos de los pobres de América y el mundo, parias leprosos como los de Molokai, la isla maldita; llorosos pero coléricos, barbudos con un discurso religioso; “la fe mueve montañas”. Sufrientes de una cruz impuesta por las fuerzas del mal, la del capitalismo internacional. Su sed de agua dulce, su hambre, su dictadura, sus fusilamientos, su racionamiento, su “período especial”, su irrespeto por los Derechos Humanos, sus tropelías, todo achacado a otros: ¡los imperialistas y los gusanos son los culpables, mi sangre!

Hasta que se encontraron con Chávez o a la inversa, y una química de incesto los encontró en el tiempo que nos toca vivir; en el presente más cercano. Un hijo millonario y botarate en busca de Tótem; Hugo, encontrado después de tanto tiempo en el Mar de la Felicidad cual Moisés en el Nilo; el hijo de una madre proscrita, la patria común, América, oxigenó sus destinos, galvanizó sus estrategias y dio fuelle a sus planes de emancipación continental. Allí se concretó la invasión, premeditada por una parte y consentida por la otra, de Cuba sobre Venezuela. Encontró fuelle y muelle militar, sin disparar siquiera una luz de bengala, el cascarón de proa en que se había convertido políticamente la ambición cubana. ¡Coño camarada, resucitamos! ¡Tierra, tierra!

“Nuestro hombre en Caracas”

Ahora aparece Maduro en escena, dicen algunos que susurrado, impuesto observan otros, a Chávez, en sus tiempos de enfermo terminal administrado por los Castro, para que lo sucediera en la empresa que está hoy en marcha, que para ellos es no morir de mengua y para nosotros el desastre de vivir la vida que boqueamos. Ya lo dijo Fidel en aquel mismo Granma supuestamente sacado de circulación -¿por qué razón?- el 10 de abril de 2013:“sin el petróleo de Venezuela la revolución fracasará. Maduro es nuestro hombre en Caracas”. Y así es.

Y retumba esa imagen de palabras mientras en Cuba se celebra la aludida Cumbre de la Celac, que es oxígeno del exquisito para el régimen castrista que ahora, !Cosa más grande !, es anfitrión, ombligo, ”la era está pariendo un corazón”, de América Latina y del Caribe. Un país donde no hay democracia, donde la disidencia es perseguida y encarcelada, donde no hay partidos políticos, donde todo se medio dice, susurra o calla de acuerdo a la cultura del miedo impuesta por los hermanos Castro, y que vayan los fulanos Presidentes y Jefes de Estado de por aquí haciéndose los locos a cohonestar aquella tropelía,

los convierte en cómplices o cabrones públicos, porque que en definitiva, ¿son representantes de los valores democráticos de los pueblos que los medio eligieron y a quienes representan, o es que allí los pueblos estorban y se trata tan solo de reunión de gobiernos y cúpulas podridas.

Pareciera no ser este un tiempo para las democracias en la región. La dictadura cubana, la guerrilla colombiana y los gobiernos izquierdosos y populacheros de por aquí tienen la batuta en la mano, mientras el coro sumiso de invitados anestesiados de sol, ron y tabaco del bueno, entonan la vieja canción de Carlos Puebla que ahora renace como himno: “Cuba, que linda es Cuba, ahora sin yanquis te quiero más”.

Leandro Area

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