El dominó de los pulpos
La relación entre Raúl y Maduro es como la de dos pulpos jugando dominó. Las variantes que estallan complican el juicio acerca de las dependencias. ¿Quién pone la tónica? ¿Quién se alimenta de quién? La respuesta a la mano, la que en cierto modo es de la esencia de mi libro Huracán sobre el Caribe, diría de una doble y contradictoria conexión. Para sobrevivir, la Isla solo podría hacerlo como vagón del petróleo venezolano. Pero en lugar de ratificarse el dogma de que el dominio de la economía del otro sirve para imponerle la política, en la compleja conexión que trabaron Fidel y Chávez hace más de una década, desde el fondo de su precariedad económica aquel dictaba el camino de éste, y a su vez Chávez controlaba el destino económico de aquel.
Fue cuando surgió la fantasía del solo país. Cuba y Venezuela ya son un solo gobierno, clamó el presidente Chávez frente a los restos del Che Guevara en Cuba, un solo país. El siguiente orador, Raúl Castro, no lo coreo ni mucho menos. Habló de amistad y más yerbas pero de un solo gobierno… nada. En cambio Fidel puso sus palabras en altavoz y las suscribió, lo mismo que sus delfines Lagos y Pérez Roque.
Un buen observador hubiera visto en esos juegos de sombra la espuma de la controversia de fondo entre los dos hermanos. Para evitar la apertura económica que veía nadar en las aguas turbulentas del poder y bloquear el acercamiento a EEUU, Fidel prefirió incorporar su isla a Venezuela, a cambio de que la dirección del asunto le quedara a él. Chávez hubiera accedido. Tenía en su mano el calendario. No sabía de la longevidad de los gallegos. En cambio Raúl pensaba en la ruta triunfal de los chinos hacia el mercado y la reconciliación con occidente, con la confianza depositada en el presidente negro que por su parte necesitaba honrar su Premio Nobel.
Fidel ya no cuenta, salvo para amortiguar cosas. Fue vencido más que por la edad, por el naufragio de Cuba. «El modelo de Cuba no le sirve ni a los cubanos» le confesó a Goldberg y Sweit, dos periodistas norteamericanos. El viejo caudillo había optado por entregarse a su hermano, con la esperanza de que su nombre fuese preservado en una Cuba capitalista pero con el partido en el frontis.
Raúl se plantó frente a la Esfinge de Edipo. Su enigma no le sería menos fantasmal. ¿Cómo impulsar la reforma de mercado sin enloquecer al sucesor de Hugo? ¿Cómo prescindir de Nicolás habida cuenta de que las inversiones exigirán un tiempo de maduración, en tanto que la tragedia de Cuba es inminente? Nicolás es el día a día. Es lo que explica muchos en Venezuela no entienden el doble fluido diplomático de Cuba. Respaldos de librito a Maduro, pero liquidación del fidelismo y búsqueda ansiosa de grandes inversiones transnacionales. Un paso tras otro, para alejarse del sistema al que sigue aferrado Maduro. «Todavía», digo, porque el fantasma del comandante eterno asusta sus noches y los aspirantes a su cargo afilan cuchillos.
Cuba nunca llegará a ser como China.
No es un vasto territorio, plagado de riquezas y acostumbrado a dinastías despóticas milenarias. Su apertura inicial fue sintomática pero sin fuerza. Quebrar la inmensa burocracia exigía despedir un millón y medio de empleados en tres años. Los que condenaron a CAP-Rodríguez se mirarán desolados. Aquel es paquete monstruoso, éste una breve molestia. «Cambiamos o morimos», anunció Raúl en 2011, VI Congreso de su partido. Y es toda la verdad: si no cambian, mueren. Y si intentando no pueden morirán en el quirófano.
Al descubrir que los «cuentapropistas» no absorberían a los cesantes, se dejó de tonterías y se casó con los grandes capitalistas del mundo. Su primera manifestación es el megapuerto de Mariel, abierto con fuerte asistencia de la presidenta Roussef. La obra la construye -¿quién más?- Odebreech. En Mariel funcionará la primera Zona Económica Especial para atraer inversiones y aplicar políticas liberales, de las que antes llamaban «capitalismo salvaje». En China desde 2005 funcionaban 210 a nivel nacional y 1146 en las provincias. Ni vestigio de socialismo. El mercado lo absorbió todo en términos que aplaudirían Hayek, Friedman y Von Mises. Por ahí va, sin citarlos, Raúl.
Convencer a Maduro no le costará mucho a Raúl. Venezuela está sepultada. Se pronostica con probidad para 2014 una inflación de tres dígitos. La parálisis de la economía y el criminal deterioro de PDVSA, seguida del macabro cortejo de la delincuencia, el desempleo, la escasez y la brutal caída de las reservas internacionales desmienten la pregonada tesis de que las crisis económicas no tumban gobierno. No sé. Pero quizá alienten a los desembozados grupos internos. Ellos tal vez podrían.
De Mariel partirán buques capaces de transportar más de un millón de contenedores al año. Al igual que en China, los inversionistas tendrán su paraíso. Libres de impuestos, autorizados a repatriar sus capitales y sin coacciones legales o sindicales quedaría el peligro de las expropiaciones. Pero el ministro Malmierca ha aclarado que las inversiones en Mariel nunca lo serán. ¿Qué hará el gobierno? ¿Intentará repetir a China y a Mariel? Tendría primero que resolver su encarnizada lucha interna y convencer a los hidrófobos de su partido de que el socialismo del siglo XXI no le sirve ni a los venezolanos.
Y hermanos, aunque no haya imposibles en el mundo, esto es como entrar en La Meca en traje de baño y salir vivo.