Opinión Nacional

La crisis, la oposición, la unidad y la MUD

Haciendo pesar nuestra voz y la de nuestros descendientes en los destinos de Venezuela.

A falta de mejor causa, un tuitero me acusa de atacar desconsideradamente a la MUD. Reivindicando, lo que nadie le discute, la necesidad de preservarla. No sabe, ni tiene por qué saberlo, que formé desde el 2002 parte de la comisión asesora de la Coordinadora Democrática, desde la cual insistimos en la urgente necesidad de superar la balcanización que afectaba y sigue afectando a las dirigencias partidistas para avanzar hacia la conformación de una unidad real, verdadera y efectiva del amplio espectro político que adversaba y continúa adversando al chavismo y su régimen neo totalitario. 

Tampoco sabe, y no tiene por qué saberlo, que también formé parte de la comisión asesora del partido COPEI, formado a instancias de su vicepresidente Agustín Berríos, una de cuyas recomendaciones más urgentes a su entonces Secretario General Ignacio Planas fue la de enfrentar los procesos electorales venideros mediante una unidad tan amplia y categórica como fuera posible, lo que dio inicio a las conversaciones que condujeron a la constitución de la llamada Mesa de Unidad Democrática.

Y mucho menos puede saber, aunque es público y notorio, que pertenezco al grupo de intelectuales, diplomáticos, académicos y políticos – entre ellos el nonagenario político de la izquierda progresista y democrática más importante de la actualidad, Pompeyo Márquez – del grupo asesor del Alcalde Metropolitano Antonio Ledezma, que juró solemnemente en ceremonia en la que todos estuvimos presentes que daría su vida por llegar a las elecciones presidenciales bajo el comando de una mesa unitaria, a raíz de la cual se constituyera la llamada Mesa de Unidad Democrática, MUD.

De modo que me siento con toda la autoridad política y moral de criticar la criatura de nuestros esfuerzos, si acomodándose a los intereses particulares de cualesquiera de sus miembros – los representantes de los distintos partidos políticos que no forman parte de la coalición gobernante – incumple la obligación primaria de su constitución: no sólo ni principalmente acomodar arreglos entre partidos para cautelar sus intereses, a veces distintos y divergentes, como es público y notorio, sino para encaminarse de manera efectiva y fructífera a una unidad político social de amplio espectro que se proponga el único objetivo que la historia nos plantea: impedir la entronización de un régimen comunista en Venezuela, que pervierta nuestras instituciones y nos arree tras sus triquiñuelas y maniobras – principalmente electoreras – a la colaboración dándole un barniz de legitimidad a la dictadura cívico militar que se ha impuesto desde 1998 y que ha recibido un espurio y muy dudoso respaldo para otros seis años de un gobernante moribundo, hoy en plena agonía, si no ya un cadáver.

De modo que no es la MUD ni su manifiesta e inevitable inoperancia ante la inmensa, la gigantesca gravedad de esta crisis de excepción que hoy vivimos y que la muerte del único poder real, la del caudillo y factótum Hugo Chávez, no hará más que acrecentar, el motivo de nuestros preocupaciones, toda vez que esa instancia, auto reducida al papel de mera coordinación de esfuerzos estrictamente electorales, está estructural, medular e ideológicamente incapacitada para representar la convergencia y unión de la sociedad civil, sumados todos los factores que la integran – desde los partidos a las academias, las universidades, estudiantes, trabajadores, profesionales, empresarios y soldados.

Se equivoca, pues doblemente, quien me cuestiona por cuestionar a la MUD. No puedo ni pretendo cuestionar a un organismo por incumplir lo que de suyo está existencialmente incapacitado de cumplir. Lo que cuestiono y critico, con honda y expresa preocupación, es que quienes la integran, y quienes hasta hoy detentan el control de las eventuales acciones de la oposición civil venezolana, degradada desde las elecciones de 2006 a mero colaborador electoral de nuestra historia, se nieguen a comprender la profunda gravedad de la crisis y la necesidad imperiosa, histórica, moral, de inspirar y promover la constitución de un frente político social suficientemente amplio como para darle cabida a todos los venezolanos de buena voluntad y suficientemente poderoso como para terciar en la resolución y desenlace de la crisis. Un frente, o como quiera llamársele – que no padezco de nominalismo -, capaz de salir al paso de la insólita anomia que vivimos, bajo un vacío de poder generado por la desaparición del autócrata y en un clima de total incertidumbre dada la feroz controversia desatada entre sus eventuales herederos. Una entidad unitaria capaz de convocar la presencia activa y militante de los millones de ciudadanos que no soportan ni toleran la imposición del comunismo y la anexión de nuestra Patria a los intereses de la tiranía cubana, haciendo pesar nuestra voz en los destinos de Venezuela.

El 16 de octubre pasado se cerró un ciclo de nuestra historia, iniciada el 23 de enero de 1958. Un ciclo histórico de 55 años, la porfiada duración de todos nuestros ciclos históricos, pues aquel cerró el abierto en 1908 con Juan Vicente Gómez, que cerraba el abierto con el fin de la Guerra Federal medio siglo antes. A su vez, cierre del ciclo abierto en 1810. Todos los actores derrotados el 16/O, sin excepción ninguna, pertenecían a la clase política del antiguo régimen. De esa clase política, sobreviven con cierta resonancia en nuestra sociedad civil muy pocos y privilegiados protagonistas. Incluso ellos, de no responder a esta crisis terminal con la lucidez, el temple, la decisión y el coraje de abrir los portones de las “amplias avenidas del futuro”, serán barridos por la historia. Que a la hora de barrer los restos de la decadencia no pide permisos ni respeta honras.

Ante la profunda crisis que acelerará la desaparición del autócrata, todos los venezolanos, sin privilegios ni excepción alguna, estamos obligados a reclamar y constituir la unidad de todas nuestras fuerzas. Civiles y militares, sin distinción de sexos, clases ni razas. Una unidad generosa, amplia, nacional y patriótica, capaz de enrumbar nuestra desorientada Patria por las problemáticas avenidas del futuro. Que cada quien asuma sus responsabilidades.

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