Semana Santa o semana perdida
La Semana Santa en los países católicos es motivo no sólo de recogimiento espiritual sino un tiempo de vacaciones al inicio de la primavera.
En Venezuela, cuando la vida era normal, muchas familias aprovechaban los días de asueto, jueves y viernes santo, para irse vacaciones a diversos sitios de nuestra hermosa geografía y otros, más afortunados, iban a recorrer destinos de ultramar.
Ahora en la hecatombe económica que estamos viviendo, la Semana Santa no da para viajar lejos y los sitios, teóricamente más apetecibles como Margarita, no tienen agua.
Para muchos quedarse en Caracas era entonces una buena opción, no se gastaba lo poco que nos dejaba la inflación y se podía aprovechar de lunes a miércoles santo para avanzar algo en el trabajo y mejorar así la productividad. Resulta que ahora ni eso se puede, ya que la «genial» ocurrencia de obligar a Raimundo y todo el mundo a no trabajar, es -ciertamente- una gran ayuda para apoyar a la recuperación económica y hacer la vida fácil al sector privado, quen se ve obligado a pagar a sus empleados por no trabajar.
Con esa lógica económica que caracteriza a esta administración, el camino para aumentar la productividad se hace tan fácil como escalar el Everest sin preparación.
Esperemos que el país se de cuenta de que con medidas irresponsable y sin medir las consecuencias todos perdemos y la recuperación será más lenta y compleja.
Lo que más requiere Venezuela hoy es una buena dosis de sindéresis para salir del pantanal en el que estamos metidos, y ello se logrará si el camino del cambio se impone.