Solyent Green y el motor alimentario
Cuando el destino nos alcance (título original en inglés: Soylent Green) es una película estadounidense de 1973, basada en la novela ¡Hagan sitio!, ¡Hagan sitio! (1966), de Harry Harrison.
En el año 2022, en un futuro distópico, la ciudad de Nueva York está habitada por más de 40 millones de personas, separadas en dos clases: una pequeña élite que mantiene el control político y económico, con acceso a ciertos lujos como verduras y carne, y una mayoría hacinada en calles y edificios donde malvive con agua en garrafas, y dos variedades de un producto comestible: soylent rojo y soylent amarillo, que son la única fuente de alimentación, ya que los alimentos naturales son un privilegio para los sectores dominantes. La compañía Soylent es una empresa que fabrica y provee alimentos procesados de concentrados vegetales. Soylent verde es el nuevo producto alimenticio sacado al mercado, basado en plancton, según la publicidad de la empresa.
Robert Thorn, policía de la ciudad, vive con su amigo «Sol» Roth, un anciano ex profesor que sólo rememora el pasado, cuando el planeta era más habitable y existía suficiente alimento para todos. Sin embargo, Thorn, que ha vivido casi toda su vida en la catástrofe ecológica, no se muestra interesado en estas historias, las cuales encuentra difíciles de creer.
Sol Roth decide dar fin a su vida en un sitio llamado El Hogar, el cual recrea el mundo como era en su época de juventud, mientras agoniza, y sólo acierta a decirle a Thorn que siga su cuerpo como pista antes de desaparecer. El seguimiento de su cadáver ofrece a Thorn el destino real de todos los cuerpos humanos, que no es otro que acabar procesados como Soylent verde para ser parte de dicho preparado alimenticio.
Nuestro imaginativo e ineficiente gobierno está negociando con sus nuevos mejores amigos asiáticos la instalación de una planta de Soylent Rojo – Rojito, con el mismo insumo del Green, las negociaciones van bien adelantadas, la mega planta se construiría a cambio de las reservas de uranio de la Formación Pastora en nuestra pródiga Guayana.
Con esta solución socialista la Revolución resolvería varios problemas a la vez: el destino de los miles de miles de cadáveres que produce la inseguridad bolivariana, el hacinamiento de cuerpos en las precarias morgues, el escaso número de médicos forenses, la ausencia de urnas y féretros para atender la ingente y creciente cantidad de asesinados en las calles revolucionarias, y tendría, sobre todo, como atender la crisis humanitaria que significa la desaparición de los productos de primera necesidad de los abastos, bodegas y supermercados de todo signo y color; el hambre pareja pues que están pasando los súbditos bolivarianos. Además se garantizaría que el cogollo revolucionario, su familia, allegados y enchufados continúe gozando del privilegio del buen yantar y beber, brindando siempre por la vida eterna de su Comandante Supremo.
¡BUEN PROVECHO SOCIALISTA!