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El rentismo petrolero

El que quiera saber cómo en un país se destruyen la economía y las instituciones, que venga a Venezuela para constatar lo que durante 17 años han hecho, Hugo Chávez primero, y ahora Nicolás Maduro.

La demolición institucional está a la vista de todos y, seguramente, la OEA en los próximos días se verá obligada a activar la Carta Democrática Interamericana. Formalmente lo han solicitado la Asamblea Nacional y calificados voceros de la comunidad internacional.

La crisis económica está tocando fondo. No la ha provocado la caída de los precios petroleros, sólo la ha exacerbado. Maduro ha repetido insistentemente que el “rentismo petrolero se agotó”, como si fuera ajeno a ese problema y desconociera que para 1999, cuando Chávez asume el poder, las divisas de la exportación petrolera representaban el 70% y no el 96%, como ocurre ahora, del total de las divisas provenientes de las exportaciones. Estaba en marcha la diversificación de la economía venezolana durante el período democrático 1958-1998, y ha sido el chavismo gobernante el que ha truncado esa diversificación y nos ha llevado a la situación de acentuada dependencia petrolera que confrontamos.

Durante el boom petrolero que hubo entre 2004 y 2014, se dilapidaron los altos ingresos percibidos, en vez de dirigirlos al crecimiento de la producción nacional a través de la inversión pública y del apoyo a la inversión privada. Tampoco se tuvo la previsión, tomando en cuenta la volatilidad del mercado petrolero, de ahorrar reservas en el Fondo de Estabilización Macroeconómica (como lo dispone el artículo 321 de la Constitución), que actualmente sólo tiene la irrisoria suma de tres millones de dólares, como sí la tuvieron los otros países petroleros. Por haber actuado así es que ahora estamos como estamos.

Si no mejoran los precios petroleros, que es lo que se espera, por lo menos, a corto plazo, la situación se va agravar, lo que es bastante decir. La falta de materias primas e insumos para la industria nacional y la escasez de alimentos y de fármacos ya son alarmantes. Los espectros de la hambruna que se acerca y de las muertes que se han podido evitar, están provocando justa preocupación en los venezolanos. La Asamblea Nacional declaró el pasado 26 de enero que el país ha entrado en crisis humanitaria y el planteamiento se ha llevado a la ONU. Pero el gobierno rechaza cualquier ayuda internacional.

El rentismo petrolero, que no se “agotó” sino que está en su clímax, este año 2016 se estima que apenas nos generará un ingreso menor de los 25.000 millones de dólares, en tanto que se requerirá un mínimo de 35.000 millones de dólares para, sin mejorar la situación actual, atender importaciones, pagos de deuda, servicios, etc.

El nuevo esquema cambiario anunciado el 9 de este mes, aparte de las críticas que puedan hacérsele, no toca el problema de fondo, que no es de bolívares sino de dólares. Mientras el gobierno no cambie de orientación económica, la crisis no se detendrá. Allí están las vías constitucionales para abrir un nuevo rumbo a la nación.

Carlos Canache Mata

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