Irse o no irse
Viene a la mente el monólogo de Hamlet: “To be or not to be” , “ser o no ser”. Lo expresa ante la angustia de la vida que lleva como príncipe de Dinamarca, atormentado por la aparición del fantasma de su padre, el Rey asesinado. Se pregunta si no es mejor morir que sufrir ante todas las calamidades insoportables de la vida que enfrentarse a todas ellas, luchando. Piensa en dormir y al dormir soñar y piensa que dormir puede ser morir.
Pero una larga vida, para Hamlet, implica soportar la maldad del opresor, la insolencia de los funcionarios, la demora de la justicia y tantos males más. ¿Puede acaso acabar con todos esos males matándose con una puñalada? Pero aquí le llega una duda: ¿Qué nos depara el más allá, lo desconocido de un viaje del que no se puede regresar? Escoge la vida, la lucha.
En la Venezuela que estamos viviendo son muchos los que se enfrentan a un dilema similar al de Hamlet. Pero no se trata de “ser o no ser” sino de irse o no irse. Se plantean la alternativa de exilarse o de quedarse en el país. Surge la duda: irse del país es un sueño es dormir para olvidar, pero hay que ver cómo es el despertar de ese sueño. Para muchos, exilarse es vivir en el extranjero como un paria, es dejar que los suyos que se quedan sigan soportando la vida de injusticia, de violencia, de carencias, de falta de libertad. Surge entonces la pregunta: ¿no es preferible seguir luchando en el país contra la tiranía?
Hamlet optó por la vida: luchó, logró el castigo del usurpador asesino. Me dirán que murió, pero murió luchando, después de haber logrado lo que se proponía.
En momentos en que la oposición es mayoría y que controla la Asamblea, hay que quedarse para luchar, para lograr el cambio anhelado que cada vez está más cerca.