Opinión Nacional

Venezuela: perspectivas, política e inversión

La dirigencia nacional virtualmente no existe, empresarios, gremios, asociaciones, sindicatos, partidos políticos cada uno por razones distintas lucen arrinconados y disnéicos frente a la avasalladora personalidad y conducta del presidente Chávez, quien visiblemente ha decidido ejercer a plenitud su liderazgo político.

Pocas veces en la breve historia del país se había presentado un panorama tan confuso como el que nos asalta en este final de siglo preñado de mensajes oscuros y con frecuencia contrapuestos. La dirigencia nacional virtualmente no existe, empresarios, gremios, asociaciones, sindicatos, partidos políticos cada uno por razones distintas lucen arrinconados y disnéicos frente a la avasalladora personalidad y conducta del presidente Chávez, quien visiblemente ha decidido ejercer a plenitud su liderazgo político, ignorando incluso disposiciones taxativas de la Constitución, las leyes y las más sanas prácticas democráticas. Sin duda ha sido siempre más fácil agitar masas frustradas y descontentas por 25 años de malos gobiernos que ejercer a plenitud la ímproba tarea de Jefe de Estado de un país inmerso en una crisis integral, de la cual el factor económico es apenas la punta del iceberg.

Los empresarios: El empresariado venezolano –habría que preguntarse si existe seriamente- ha sido siempre débil frente a gobernantes de personalidad explosiva y ruda, independientemente de que se tratase de dictadores o demócratas. Ello se explica en buena medida por el hecho innegable de que el mayor y casi monopólico factor económico es el Estado mismo y en algunos lamentables casos por crasa y descarada cobardía de sus dueños o gerentes. Existen empresas que por varias generaciones de propietarios se han hecho emblemáticas en el servilismo al gobierno de turno y continúan siéndolo, aún teniendo al frente a una tercera o cuarta generación de herederos, de quienes por su juventud y formación cosmopolita debería esperarse otro comportamiento.Pero la obsecuencia de algunos o la casi generalizada mudez de otros, no se manifiesta en nuevas inversiones de capital, es decir en confianza, la inversión nacional está tanto o más paralizada que la internacional. En conversaciones privadas existe general consenso en que marchamos aceleradamente a un colapso económico, con su inevitable secuela de explosión social y de peligro para la estabilidad de las instituciones –»viejas» o nuevas- el carácter tumultuario que muchos prevén caracterice a la Constituyente aumenta peligrosamente la desconfianza y el temor en el futuro.Partidos y sindicatos: En la situación antes descrita, resultaría evidente el papel fundamental que debería tocarle a los partidos políticos y al sindicalismo organizado, no obstante y como suele ocurrir siempre la realidad se impone a la lógica. Los partidos y sindicatos pre-chavistas, es decir AD, Copei y el MAS se encuentran por razones distintas en estado de shock. AD, principal organización política del país, ha sido el blanco designado de los más demoledores, reiterados y con frecuencia injustos ataques del presidente Chávez, ante ellos no se observa ninguna capacidad de respuesta, salvo las declaraciones que en cada oportunidad ha dado el Dr. Carlos Canache Mata y alguna que otra vez el secretario general Dr. Lewis Pérez. Pero nada parecido a la legendaria capacidad oposicionista del «partido del pueblo». Ello podría explicarse parcialmente por el proceso de renovación y reestructuración internos, pero esta revisión y cambio necesarios pueden y deben hacerse sin paralizar el cumplimiento de sus obligaciones como fuerza de oposición. El presidente Chávez no discrimina –sin duda deliberadamente- al calificar de corruptos a todo aquel que no comulgue con sus ideas y particularmente a los adecos y «estos 40 años de corrupción», esta táctica goebeliana-ceresoleana terminará por convertirse en verdad aceptada no obstante la falsedad intrínseca de dicha afirmación. El partido social cristiano Copei, no obstante contar entre sus filas algunos de los políticos venezolanos de mejor formación intelectual y política, presenta el doloroso espectáculo de una organización descoyuntada y en vías de atomización. Inclusive Eduardo Fernández, reconocido casi universalmente como el mejor preparado de nuestros políticos no ha logrado transformar ese reconocimiento en popularidad, y en lugar de fortalecer y arraigar la Fundación Pensamiento y Acción que impulsara desde 1993 y aprovechar el prestigio bien ganado de esa institución suprapartidos, para convertirla en referencia obligada en estos momentos de confusión y desencuentro generalizados, se lanza ahora con un nuevo proyecto el «Foro Democrático» de destino y pegada aún muy inciertos. El MAS ha sido siempre un partido atípico e intentar una inmersión en su compleja y cambiante realidad sería perder el tiempo.Los sindicatos, especialmente la CTV, se encuentran tan estructuralmente traumatizados que su efectividad es muy relativa apenas es posible por las contradicciones, expectativas frustradas y errores del gobierno, ese mar de descontento creciente es lo que mal que bien les ha permitido mantenerse a flote y dar una que otra manifestación de vida que no de vitalidad. La corrupción real y dolorosa de muchas cúpulas sindicales los hace vulnerables en exceso a los jupiterianos rayos del presidente del Movimiento V República y por añadidura de la República de Venezuela y ¡perdón! Comandante en Jefe de sus Fuerzas Armadas.

El «Polo Patriótico», repite el caos de los partidos de oposición, su carácter aluvional, la carencia de un proyecto político más allá de la retaliación y la «venganza». Ejercida esta sin discriminación contra todo aquel que haya cometido el pecado de distinguirse en los últimos y ominosos 40 años, automáticamente tildado de corrupto –ni siquiera presunto- deja un mercado de fracasados, mediocres y frustrados como pobre cantera para elegir a los hombres y las mujeres que están llamados a «refundar el país», según un modelo inédito, experimental y lo que resulta más grave pretendidamente original.En este cuadro general nada auspicioso, los contrapesos, la oposición, la crítica más o menos constructiva –que ambas son necesarias-, el disenso están casi exclusivamente en las manos y constituyen la agobiante responsabilidad de los medios de comunicación, que dentro de su característica objetividad no pueden ignorar los desvaríos del presente como no ignoraron los del pasado. La tarea es muy desigual.

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