Opinión Nacional

La diplomacia no se queda atrás

Embriagado por el dictamen de las encuestas, el Presidente Chávez desdeña lo que aconsejaría el sentido común: moderar el lenguaje, buscar aperturas externas y proponerle al país unir esfuerzos para enfrentar la emergencia.

El llamado «estilo franco» del Presidente, extendido como mancha de aceite sobre las realidades políticas y económicas del país, ha comenzado a traspasar las fronteras, honrando la vieja fórmula por nadie mejor defendida que por Lenin, de que «la política exterior no es sino la proyección de la política interior».

En la Asamblea del Polo Patriótico, contra la desesperante sequía de definiciones y abundancia de ambigüedades que han marcado hasta ahora la gestión del gobierno, pareció darse un paso adelante cuando menos en política exterior. El Ministro Rangel -no sabemos aún si por decisión propia o por meditada determinación del Presidente- perfiló lo que pudiéramos llamar una diplomacia hostil a EUA: respaldo a Cuba en el debate de los derechos humanos, condena de los bombardeos sobre Serbia ordenados por la OTAN, denuncia de las presiones que el gobierno de EUA estaría ejerciendo sobre Venezuela, ofrecimiento de nuestro territorio como sede de las negociaciones entre el gobierno de Pastrana y las guerrillas, en medio de las cuales nuestro país sería neutral.

Sin entrar a valorar puntualmente esas iniciativas deberíamos hacer una previa consideración general. El Presidente Chávez está en su derecho, y es su atribución además, de decidir la orientación de la diplomacia que considere apropiada. El problema es que no parece tomar en serio el problema de la oportunidad. Su gobierno hace conmovedores esfuerzos para mostrar un rostro no conflictivo en las negociaciones con las multilaterales y con los principales líderes occidentales, en busca de financiamiento blando, de renegociar la deuda externa y atraer capitales de inversión.

Es evidente que el esfuerzo sostenido de los ministros de Hacienda, Energía y Minas y de Cordiplán será afectado por los anuncios públicos de la Cancillería. Agreguemos el efecto que en la comunidad internacional han tenido las licencias epistolares del Presidente en sus cartas a Ilich Ramírez y a la Corte Suprema de Justicia, para comprender por qué la misión del FMI ha aplazado su viaje, los inversionistas se alejan y el Finantial Times de Londres asegura que Venezuela es en América Latina la plaza de mayor riesgo para los negocios.

Embriagado por el dictamen de las encuestas, el Presidente desdeña lo que aconsejaría el sentido común: moderar el lenguaje, buscar aperturas internas y externas y proponerle al país unir esfuerzos para enfrentar la emergencia. Pero mientras en Brasil – agobiado también por una crisis profunda- el Presidente Cardoso logra entenderse con «Lula» da Silva, con el Congreso y los poderosos gobernadores y consigue interesar al FMI en la necesidad de concretar un voluminoso paquete de financiamiento, en nuestro país el Presidente Chávez hace exactamente lo contrario, en la creencia -quizás- de que la confianza popular jamás lo abandonará.

Esta arrogante imprevisión exterior se une a los continuos desaciertos en la política interna y a ese bascular permanente de las decisiones económicas entre la moderación y el radicalismo, sin comprender que el país no espera. Cada uno de los territorios donde recae el incesante activismo sin objetivos precisos del Presidente Chávez se convierte en fuente de conflictos y angustias. La Constituyente – por ejemplo- concebida para suministrar un nuevo esquema jurídico para el cambio, se reciente porque no hay proyecto de esquema ni idea de cuáles puedan ser los contenidos del cambio. Nadie sabe, ni el Presidente, lo que finalmente discutirá y resolverá la Asamblea, como tampoco se sabe cuál será su composición pues la elección será uninominal y la referencia partidista quedó abolida en las bases del referendo.

Lejos de ser un «ordenador» o «régulo», Chávez -hasta ahora- se ha caracterizado por ser un «desordenador». No es difícil imaginar lo que pueda ocurrir cuando se agote la paciencia de quienes esperan todo del Presidente y de la Tierra Prometida que, con el nombre de Constituyente, ha venido distrayendo los dolores de la miseria.

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