Constituyente=Consenso nacional
La Constituyente, para quienes no sean especialistas en la materia, equivale a establecer las reglas del juego de una sociedad. Estas reglas deben ser aceptadas por todos los que van a competir en ese juego difícil que consiste en lograr la mayor felicidad posible para un pueblo a través de compartir, en libertad, ideas y proyectos. Solo así serán respetadas esas reglas por todos. Para lograr una Constituyente que permanezca en el tiempo y que genere confianza y progreso tienen que conciliarse varios factores.
El momento adecuado
Para establecer esas reglas, fundamentales en toda democracia, se requiere de una alta racionalidad bien alejada de las pasiones políticas. Se requiere un tiempo de paz. Antes o inmediatamente después de una lucha electoral no es ciertamente el mejor momento. Primero hay que restablecer un clima de reconciliación nacional, amplio y profundo, para que las deliberaciones o debates reflejen el supremo interés nacional. Si ese clima no está presente se podrá promulgar una Carta Magna, como no, pero su vida será efímera y no se alcanzarán los efectos positivos que se buscan: reconstituir la democracia.
El consenso necesario.
Otro elemento importante es que el nuevo pacto social sea el resultado de un gran consenso nacional y no solo de los partidos o de los polos. Este consenso es fundamental para el éxito constituyente. Un pacto social que se perciba como algo impuesto, en forma abierta o encubierta, durará muy poco y lejos de generar una democracia más perfecta producirá una gran conflictividad social y política muy negativa. Constituyente=consenso nacional. Si se ha criticado tanto el manejo de los partidos tradicionales por los cogollos, la imposición de las decisiones constituyentes por «otro cogollo» vestido de soberanía sería contradictorio. Imponer una decisión política en algo tan delicado y transcendente como es la Constitución de un país sería un grave error. Sería como repetir el mismo vicio del que tanto se acusó, y con sobrada razón, a los partidos políticos. El cambio radical no puede consistir en repetir los viejos errores. Sería más de los mismo porque el 6 de Diciembre el país le dijo no a los «cogollos».
Por otra parte, el actual Congreso, así como los gobernadores tienen la misma legitimidad que el Presidente electo. Todos fueron elegidos en procesos electorales ejemplares. Entonces no se entiende el por qué utilizar procedimientos ajenos a la Constitución para reformarla. El Congreso es la representación genuina de la voluntad soberana del pueblo como el Presidente electo también lo es. ¿ Por qué utilizar entonces un procedimiento que va a generar un grave conflicto entre dos poderes del Estado ?.Alguien puede explicarlo ?.
Conocer las reglas es lo primero.
Una tercer elemento a considerar, que refuerza los dos anteriores, es que nadie participa en un juego sin conocer antes cuales son las reglas escritas. No bastan las promesas. Los empresarios e inversionistas necesitan conocer esas reglas antes de involucrarse en el desarrollo económico de la sociedad venezolana. Querrán saber cuanta seguridad o inseguridad tendrán sus empresas o sus inversiones en el país. Si el clima que se espera es de paz o de conflicto. Y hasta que no se promulgue la Constituyente no tomarán riesgos. Si el proceso constituyente se desarrolla con armonía y sin más conflictividad que las que son usuales dentro de un pluralismo democrático, la actitud del inversionista será una; si por el contrario perciben un proceso capaz de generar una conflictividad social aguda, consecuencia de una imposición, la actitud será otra muy diferente. Esto significa que la Constituyente es un arma de «doble filo» y que su éxito estará en relación directa a la participación de toda la sociedad, a su realización en el momento adecuado y al predominio de lo racional y la reflexión sobre lo emocional. La demagogia sería una muy mala consejera.
Constituyente con pluralismo será un éxito. Constituyente impuesta a través de un referéndum matizado de populismo y donde ese pluralismo no se perciba como auténtico sino como «fachada» será un seguro fracaso. Si vamos a cambiar las reglas del juego de la sociedad venezolana hagámoslo, pero dentro de un marco de consenso amplio, democrático, respetando la Constitución que el Sr. Presidente deberá jurar «cumplir y hacer cumplir» ante el Congreso cuando tome posesión del cargo. Solo así se generará ese clima de confianza que tanto necesita el país para entrar triunfante, con su nuevo Presidente, en el siglo XXI.
El pueblo votó masivamente por un cambio radical. Hagámoslo ahora, pero hagámoslo bien, en el momento oportuno y con la participación de todos.
Venezuela es una sola.