El partido militar
La presentación por parte del Presidente de la República, en fecha reciente, del denominado Proyecto Bolívar 2000, que profusamente recogiera la totalidad de los medios de comunicación con extraordinario despliegue de información apoyada en fotos y gráficos, representa un paso firme hacia el establecimiento de un partido de carácter militar que contribuirá a modificar radicalmente el espectro político del país ya que a los partidos tradicionales y a los que participaron en los últimos comicios con destacada actuación (léase Movimiento V República y Proyecto Venezuela), habrá ahora que incorporar esta nueva organización que asume directamente el rol asignado al objetivo cívico-militar que caracteriza al nuevo gobierno.
El comentario anterior tiene relación directa con el debate planteado en torno al papel de los partidos políticos en un sistema democrático que responda a un nuevo modelo de país como consecuencia de la adopción de una Carta Fundamental sustitutiva de la vigente desde 1961, que ya no es solamente «moribunda» como la calificó el Jefe del Estado en el acto de su juramentación, sino también «obsoleta» a juicio del presidente de Fedecámaras. Si esa Constitución, como se espera, traza las líneas maestras de una sociedad democrática y pluralista, «social y participativa» como se ha dado en anunciarla, asimismo, por calificados voceros del oficialismo, no podrá desprenderse de la necesaria presencia de las colectividades políticas organizadas que constituyen fundamento reconocido a nivel universal de toda comunidad que funcione bajo el amparo de los principios democráticos. Esta, sin duda, es una buena noticia para quienes creemos que los partidos per se no son esos instrumentos satánicos agresivamente combatidos en el último proceso electoral sino instituciones que requieren, efectivamente, de cambios radicales en sus estructuras internas para adecuarlos a un país diferente, acorde a los criterios y prácticas que la modernidad impone. Quiere decir lo anterior que el texto constitucional que se adopte por la futura Asamblea Constituyente no dejará de tomar en cuenta, de algún modo, a los partidos puesto que éstos son, en gran medida, herramientas básicas de cualquier sociedad democrática por incipiente que ésta sea. Por supuesto, no se trata de sostener la llamada «partidocracia», esa sí obsoleta y anacrónica, sino erradicarla de modo tal que, en el futuro cercano, los partidos, como debe ser, estén al servicio de la población y no a la inversa.
Es quizás prematuro adelantar opinión sobre el futuro comportamiento de esta acción de gobierno que se inicia, entre otros aspectos, con el aporte humano de 150 mil militantes, 70 mil elementos de las fuerzas armadas y 80 mil funcionarios públicos, un singular arranque para un proyecto político que tiene definidas metas y que ya ha mostrado ejemplos concretos como los reiterados anuncios respecto a la reelección presidencial inmediata derivada del cambio constitucional, así como medidas ya adoptadas que, en determinados campos, consagran la militarización del gobierno y la politización de las fuerzas armadas.
Habrá que volver sobre el tema pues tiene repercusiones de la más variada índole, pero para finalizar este primer comentario sobre el particular, puede concluirse que el paso dado por el Primer Mandatario lanzando el Proyecto Bolívar 2000 es, al mismo tiempo, una muestra evidente de que el partido militar es una realidad tangible con la cual habrá que convivir por tiempo que es imposible determinar «por ahora».