Opinión Nacional

Enemigos del proceso

Un seminario convocado por la Fundación “Momento de la Gente” sobre cómo promover un debate político constructivo, nos permitió la semana pasada entre muchas cosas interesantes, celebrar el retorno de nuestro amigo Aristóbulo Istúriz desde las tinieblas. Así preferimos llamar a esa fiebre elevadísima con delirios incluidos, que sufrió durante los primeros tiempos de la gesta chavista, pasión obnubilante que en sus afanes revolucionarios tanto tiempo postergados, le causaba la llegada al poder del Comandante. El sectarismo ha sido señalado siempre como una verdadera lacra pero si fue el sectarismo del MVR lo que permitió ese regreso del Aristóbulo inteligente, cordial, abierto al diálogo y amigo de sus amigos que conocimos, vale la pena levantar la copa aunque sea una vez para brindar por ese excluyentismo de los boina rojas. Aristóbulo hizo un breve recuento de su noviazgo (de la Causa R primero y del PPT después) del matrimonio y del divorcio con el chavismo para dejar muy claro que la ruptura era con todo menos con el proceso. Segura ya de que no me iba a brincar encima indignado por alguna ironía encubierta en mis palabras, me atreví a preguntarle qué era el Proceso, de verdad quería saberlo, la palabrita nos persigue día y noche, está en todos los discursos, declaraciones, cadenas, diatribas, justificaciones, excusas, acusaciones, defensas y hasta en poemas revolucionarios y uno se llena de confusión. Entre las muchas virtudes que Aristóbulo le atribuyó a lo que él considera el proceso, la primera y más resaltante es la de querer construir una democracia participativa y protagónica en oposición a esa representativa que se practicó durante cuarenta años en nuestra Venezuela. Y vino entonces la explicación de cómo el PPT logró durante las sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente, que se incorporaran éste y muchos otros principios definitivamente revolucionarios. Sinceramente creí entender ese día, gracias a tan exhaustiva explicación, de qué se hablaba cuando se decía proceso.

Sin embargo ahora, tengo que decirlo, estoy otra vez muy confundida. El señor don Luis Miquilena, Director General del MVR, asambleísta sin curul pero con mando indiscutible e indiscutido en el Poder legislativo, nos acaba de espetar que no podrán aspirar a ser nominados en el Poder Ciudadano los enemigos del proceso. “Este proyecto le ha costado mucho esfuerzo al pueblo para que ahora vengan a encaramarse los enemigos del proceso. Eso me parece aberrante”. ¿Cómo se descubre a un enemigo del proceso? ¿Hay acaso instalados en el comando, fracción parlamentaria y otras sedes del MVR, detectores de mentiras, traiciones, hipocresías, infidelidades? . Parece que los había pero fallaron de manera tan calamitosa en los casos de Arias Cárdenas, Urdaneta Hernández y Acosta Chirinos y parece que también en el de Javier Elechiguerra, que ahora lo que hay son detectores de amigos, siempre más fácilmente ubicables. Cualquiera que escriba alguna columna de prensa o se exprese en un programa de opinión a favor del Comandante y Jefe, le escriba poemas a la revolución, haya sido asaltante de bancos y secuestrador durante la lucha armada sin abjurar jamás de su vocación revolucionaria, crea que Fidel es, después de Bolívar y Chávez, lo más grandioso que ha parido la América de habla hispana, tiene ya un currículo vitae que lo hace candidato para cualquier posición dentro del Poder Ciudadano. A esto debe agregarse la capacidad para ser obsecuente y recibir órdenes de arriba sin preguntar ni chistar. De manera que establecido ya por el subjefe de la Nación el baremo según el cual deberán designarse a los Magistrados (as) del Tribunal Supremo, Contralor (a), Fiscal (a) y Defensor (a) del Ciudadano parece inútil toda la discusión que se ha dado con motivo de la Ley de Postulaciones y demás trámites de carácter constitucional que deben sustentar el asunto.

Lo cierto es que en esta democracia participativa y protagónica, quince diputados se reunirán para decidir quienes son los amigos del Proceso que deben ocupar tales cargos. Como ya sabemos la conformación política de la Asamblea Nacional, no existe riesgo alguno de que se cuele algún enemigo peligroso o alguien que pareciendo amigo después se descarrile. La cosa a simple vista y dejando a un lado el texto de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, aprobada por el soberano el 15-12-99, no debería parecer tan grave. En países con mayor tradición democrática como EEUU, no se andan con tantos rodeos y es nada menos que el Presidente de la República quien postula a los Magistrados de la Corte Suprema, evidentemente no se busca a unos enemigos para ponerlos allí. Pero seguidamente el Congreso abre un período de examen a los candidatos que incluye la posibilidad para cualquier ciudadano de impugnar algún nombramiento, con pruebas en la mano sobre la conducta indebida que éste haya tenido. Es decir que los aspirantes son sentados en una especie de banquillo para que todo el que tenga que decir algo bueno o algo malo de ellos, lo manifieste. Aquí siempre los Magistrados de la Corte Suprema eran nombrados por el poder político y, antes del Consejo de la Judicatura, los jueces eran designados por el Ministro de Justicia, es decir por el Gobierno. Ya forma parte de la historia patria la versión según la cual Caldera y Gonzalo Barrios se reunían y en medio de una cena opípara como corresponde a quienes siempre hicieron gala de ser excelentes dientes, e integraban la Corte Suprema con sus respectivos amigos. Mientras duró la luna de miel con el Puntofijismo nadie se quejó de esta práctica ni había sociedad civil alguna que reclamara. La cosa se encarató cuando ya los cuestionamientos al sistema en general y a la justicia en particular hacían montaña. Y empezaron que si las Comisiones evaluadoras, que si los baremos, que si las credenciales, para terminar en lo mismo: era el poder político representado por los Congresistas, el que escogía y designaba. No sería pues criticable por parte de quienes pertenecemos a la Cuarta República que estos revolucionarios de la Quinta quieran hacer lo mismo. En realidad y para ser sinceros, el poder político no tendría porque renunciar a esa potestad de elegir, no amigos a secas, sino personas capaces e idóneas previo su sometimiento al escrutinio público Pero es que fueron ellos mismitos quienes abjuraron de esa potestad al incluir en la Constitución toda esa retahíla de capítulos, títulos y artículos destinados a hacerle creer a la sociedad civil y a la gente en general, que eran éstos los llamados a postular. Y, de lo que se trata, es de cumplir con la Constitución que le ha costado no solo esfuerzo sino mucho real al pueblo de Venezuela. Habría sido menos cínico proceder a enmendarla en todo aquello que a los protagonistas del Proceso les resulte incumplible. Pero como que es más fácil una violadita por aquí y otra por allá, la popularidad de Chávez da para todo, por ahora.

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