El desafío actual de la politología
En un escrito de hace algunos años, Alfredo Ramos Jiménez planteaba que si bien es cierto la ciencia política profesional ocupa todavía un lugar marginal en la producción científico social latinoamericana, no podemos omitir que asistimos a un resurgimiento del interés por los estudios políticos especializados. El resurgimiento y si se quiere relanzamiento de la politología es una realidad objetiva que nuestra región experimenta y particularmente la Venezuela contemporánea.
Partiendo de esta premisa diremos que el politólogo es ante todo un profesional, un analista de la política que poseyendo una diversidad de conocimientos, enfoques y perspectivas teóricas como principales herramientas, se abre paso en al abordaje de los diversos fenómenos y problemáticas que caracterizan a la política, y naturalmente al sinnúmero de efectos que se desprender del poder y de las relaciones de dominación. Nuestra disciplina y sus soldados, hace unos cuantos años que logramos consolidarla como saber y empresa autónoma, con un corpus teórico, un método y objeto bien definido. De manera que la joven politología y sus profesionales, cuentan con los suficientes elementos y herramientas para intervenir en los más diversos escenarios, ámbitos y niveles, desde la afinada reflexión teórica, pasando por el manejo de las principales teorías intermedias (teorías de mediano alcance) y el análisis político respectivamente, hasta el abordaje y tratamiento de la coyuntura política, la prospectiva electoral, o el periodismo científico.
Sin embargo, en un plano de la discusión asumimos que la ciencia política profesional sigue ocupando un lugar si se quiere marginal en la producción científico – social latinoamericana. No por ello desconocemos los pequeños y medianos avances, los logros y espacios ganados e igualmente los desafíos establecidos, no sólo a nivel de Venezuela, sino en el resto de nuestro ámbito latinoamericano, inundado de fenómenos políticos que están requiriendo en estos años explicaciones y tratamientos de parte de la comunidad científica y profesional, los cuales no pueden ni deben ser eludidos y omitidos del debate y tratamiento respectivo.
La ciencia política como saber y disciplina científica viene convirtiéndose, en estas últimas décadas, en el área de conocimiento especializado imprescindible para conocer e interpretar las diversas dinámicas políticas que nacional y universalmente registramos y que por las características y consecuencias que generan demandan cada vez más, una explicación sistemática y rigurosa del hecho y fenómeno político.
Gabriel Almond en uno de sus más recientes escritos señalo que la ciencia política como disciplina académica tiene un origen muy reciente a pesar de sus profundas raíces históricas. Desde la Antigüedad clásica hasta finales del siglo XIX, la realidad política no se constituyó en objeto de estudio de una disciplina autónoma en sentido estricto; ciertamente la ciencia política ha sido el último campo susceptible de un conocimiento humano metodológico, riguroso y sistemático.
En el mismo orden de ideas tendríamos que la prehistoria y la historia de la política como ciencia, constituyen un largo camino cuya continuidad de fondo es compatible con las rupturas o giros radicales que han sucedido. Más aún diremos que cuando la política deja de ser una actividad exclusiva de unos pocos, cuando se generaliza y se hace anónima en decisiones transcendentes como la elección de los gobernantes, surge la necesidad, de estudiarla y tratarla científicamente, partiendo de un objeto y método determinado.
No obstante a estas alturas establecer una defensa de esta moderna y noble disciplina nos parece que esta demás. Sin embargo diremos que si bien es cierto la ciencia política no puede desconocer su dialogo con el resto de las Ciencias Sociales y el carácter interdisciplinario, no es menos cierto, que día a día asume con mayor rigor científico y crítica su especificidad, y esto se refleja no sólo en la autonomía que asumen nuestras escuelas y centro de investigación, sino incluso en el quehacer diario asumido por el docente, investigador, analista, planeador y decisor político, que gracias a un corpus teórico sólido, abonado y fecundo nos permite disponer de un enorme e ingente caudal de conocimientos, propuestas, baterías de hipótesis e información como nunca antes.
De manera que apoyados en unos conocimientos y herramientas bien fundamentadas (autores, grandes obras, diversos enfoques y perspectivas teórico – metodológicas) los politólogos asumimos los desafíos que actualmente representan y se desprenden de la transformación de la política, de sus actores y agencias (concepciones y prácticas) a lo cual se le agregan los desafíos impuestos por el proceso de globalización y las nuevas relaciones, ordenes y actores que surgen a escala mundial, nacional y local.
Siendo así, no podemos obviar y desconocer por lo menos en lo que a la ciencia política respecta, que tanto en Europa como en los Estados Unidos el hecho de que la disciplina se encuentra en un proceso constante de expansión, superando día a día su estricto marco especializado (junto a la sociología y la economía) ubicándose y perfilándose de acuerdo a Immanuel Wallerstein como la disciplina con mayor futuro y desafíos en el nuevo milenio. En opinión de P J Dunleavy (Enciclopedia de Las Instituciones Políticas. Alianza, Madrid. 1991) el avance de la ciencia política es algo indiscutible, aunque se presenten direcciones inesperadas de desarrollo, no parece probable que frenen el empuje y crecimiento general de la disciplina hacia una esfera de investigación simultáneamente más unificada y, sin embargo, intrínsicamente multíteórica.
En el moderno New Handbook of Political Science editado por Robert Goodin y Hans – Dieter Klingemann (Oxford University Press 1996) trabajo que resume el estado de la disciplina (The State of Discipline) se deja bien claro y delimitado las subdisciplinas y áreas del politólogo:
Instituciones Políticas;
Comportamiento Político;
Política Comparada;
Relaciones Internacionales;
Teoría Política;
Administración y Políticas Públicas;
Economía Política;
Metodología Política.
De manera que de acuerdo a la propuesta del New Handbook of Political Science, el politólogo tiene un campo lo suficientemente rico de estudio, que se traduce consiguientemente en una formación integral relacionada al gobierno, toma de decisiones, la administración publica, y demás áreas que constituyen sin lugar a dudas su laboratorio y campo natural de trabajo.
En la propuesta de Wallerstein Abrir las Ciencias Sociales (trabajo este que resume los informes de la Comisión Gulbemkian para la reestructuración de las Ciencias Sociales) se deja bien claro la autonomía y prestigio que asumen las Ciencias Sociales y particularmente, la economía, la sociología y la ciencia política como disciplinas y saberes de punta en la actualidad.
Si por una lado, apostamos y defendemos el papel desarrollado y aportes de cada disciplina, y particularmente por parte de la moderna ciencia política, no creemos igualmente (de acuerdo con Wallerstein) que deban existir monopolios de la sabiduría, ni mucho menos zonas (parcelas) de conocimientos reservadas a las personas con un determinado título universitario. Nuestra disciplina avanza día a día y reconoce igualmente, los aportes realizados por parte de las diversas disciplinas, especialistas y latitudes, que han dado su importante contribución para el establecimiento, promoción y desarrollo de la politología no sólo a nivel de Europa, sino de nuestro espacio y contexto latinoamericano.
La ciencia política asume día a día su especificidad como perspectiva autónoma, cuestión que esta íntimamente relacionada al desarrollo de una seria de procesos (la caída del Muro de Berlín, la transición hacia la democracia en los países de la Europa del Este, los cambios en la participación política, el replanteamiento del papel del Estado dentro de la dinámica social, la creciente interdependencia mundial, etc.) que han generado cambios importantes dentro de las sociedades, estableciendo las bases de una ciencia política más exigente y más exigida. Esto quiere decir que se está haciendo cada vez mayor la demanda -y hasta el privilegio- de las así llamadas investigaciones “aplicables”. De allí que se hable de una suerte de “ingeniería política” que evidencia la relación estrecha que existe entre la ciencia política y la acción política.
En los más recientes planteos respecto a la práctica política y a la política como tal, desde Giovanni Sartori pasando por Gianfranco Pasquino hasta la propuesta de Alfredo Ramos Jiménez, se deja bien claro que una politología inaplicable sería una contradicción puesto que la misma expresión política implica ante todo acción práctica concreta, la moderna politología se presenta en los albores del nuevo milenio, ciertamente como una disciplina de intervención, entendiéndola como ingeniería política, como saber aplicable.
En conclusión diremos que los desafíos que asume la politología latinoamericana y especialmente venezolana son desbordantes. El compromiso de nuestra disciplina y la de los politólogos, debe partir de una postura y propuesta crítica, y no confundir el quehacer politológico y las propuestas a desarrollar con un recetario gastronómico, estamos ganados al avance, la discusión e innovación de propuestas, autores y temas que nos permitan avanzar en un primer lugar, y en segundo lugar, nos permitan intentar explicar y en la medida de lo posible dar cuenta de nuestras diversas realidades y procesos políticos, algunos ciertamente complejos, como lo constituyen los procesos de transición, reacomodo y cambio que experimentan países como Perú (post – Fujimori) y Venezuela (con la llegada del outsiders neopopulista Hugo Chávez Frías).
Asimismo, la ciencia política deberá retomar sus presupuestos de base y definir sus propias fronteras y especificidad respecto a la teoría política, la filosofía política y demás ciencias sociales. En el mismo orden de ideas nuestra disciplina debe precisar cómo las actuales transformaciones mundiales, regionales y locales afectan a los paradigmas dominantes de la ciencia política en nuestros respectivos contextos, y consecuentemente cómo se replantean las estrategias de investigación y explicación de unas determinados procesos y realidades.