El nuevo poder
Aunque no se conoce la versión oficial de la charla que ofreció el presidente de la República en la sede de la Comandancia General de la Aviación, es suficiente para el propósito de este comentario la información que, al respecto, apareció en algún órgano de prensa escrita en el sentido de que para el primer magistrado, además de los poderes establecidos (vale decir, los que expresamente señala la Constitución) hay que añadir uno nuevo que sería el poder militar como poder de hecho que no de derecho.
Le faltó quizás agregar al expositor, que en realidad se trata, en una escala hipotética que mida la importancia o significación de cada uno de los poderes, que el poder militar en la República Bolivariana de Venezuela es el poder por antonomasia, a lo sumo compartido con el Ejecutivo cuyo titular es no sólo el presidente de la República sino también (legítimamente) el Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional por lo que, en una misma persona, coinciden así la jefatura de ambos poderes. Quiere esto decir que, en nuestro país se está llevando a cabo no tanto una “revolución democrática y pacífica” cuanto una experiencia, nada novedosa por cierto en nuestra región, que consiste en instaurar un régimen político de carácter autoritario cuyas bases fundacionales descansan en el ejercicio efectivo del poder militar.
Lo que está por verse es la evolución de ese proceso en un país que, mal que bien, se acostumbró a convivir con la democracia como sistema de gobierno aspirando, ciertamente, a su transformación pero no a su desaparición, como pareciera ser esto último el propósito soterrado del proyecto político que acaricia el jefe del Estado. No tienen por qué causar sorpresa, en ese contexto, las muestras de frecuente intolerancia que caracterizan la conducta del oficialismo respecto a los asuntos que son objeto de debate público y en los que la oposición es acorralada, en forma tal que sus posiciones no pasan de ser, la mayor parte de las veces, sino fallidos intentos por concretar acciones puntuales fundamentadas en la disidencia constructiva que es típica de los mecanismos democráticos. Los ejemplos sobran. Baste mencionar, entre otros, el calculado empeño de prolongar la transitoriedad a fin de integrar maliciosamente los poderes que escaparon al objetivo comicial del pasado 30 de julio conforme al ordenamiento legal vigente, pero que, igualmente, requieren ser legitimados (Tribunal Supremo de Justicia, así como titulares del Poder Ciudadano: Contralor/a, Fiscal/a y Defensor/a del Pueblo y, eventualmente, integrantes del Consejo Nacional Electoral). Asimismo, las maniobras políticas destinadas a intervenir el movimiento sindical y situarlo al servicio de los intereses del oficialismo, es una clara demostración de que el régimen no está dispuesto a tolerar disenso alguno en ningún terreno.
Resulta pues, que el anuncio presidencial de que da cuenta la información periodística aludida, no ha hecho sino confirmar lo que ya se pronosticaba que pasaría desde antes de comenzar la actual gestión de gobierno, o sea, que lejos de acentuarse un proceso de transformación democrática con los consiguientes cambios institucionales, lo que más bien se observa es un incremento de la politización de la Fuerza Armada Nacional y de la militarización de la administración pública que concluirá, inevitablemente, en el predominio del poder militar, convertido de hecho en el instrumento apropiado para que se imponga un régimen de naturaleza autoritaria y personalista, similar a tantos otros que han marcado con su deplorable y funesta huella la memoria colectiva de la sociedad venezolana.
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