Opinión Nacional

Nacionalismo, xenofobia y Venezuela

El nacionalismo moderno, nos recuerda el gran Isaiah Berlin, nace en Alemania como reacción al universalismo iluminista, abanderado por la Revolución Francesa y tiene como padre intelectual a Johan Gotfried Herder. Es una reacción frente a una integración forzada, a una uniformización bajo un conjunto de valores, ideas y leyes que se consideran superiores y universales. Contra esta visión del mundo, esta Weltanshauung, niveladora y racionalista, Herder levanta la bandera del terruño y los muertos, la sangre y el idioma, “Blut und Boden”. Se defiende lo particular frente a lo universal, el derecho de cada pueblo de cultivar sus costumbres y sus tradiciones, el respeto a su identidad e idiosincrasia. El nacionalismo de Herder no es ni racista ni excluyente, como lo será en cambio, en Fichte.

En Herder, como en Mazzini, el fundador de la “Joven Italia”, pero también de la “Joven Europa”, el nacionalismo es de signo positivo, debe interpretarse como la comprensible reacción de las sociedades pequeñas y débiles frente a la agresividad imperialista de las grandes potencias. Para Berlin, el nacionalismo asume su carácter violento, racista y xenófobo cuando se injerta con el irracionalismo romántico. De la afirmación de lo nuestro se pasará al desprecio de lo ajeno, de la defensa de la propia particularidad a la idea de la superioridad de lo propio.

En la actualidad, la (%=Link(«/bitblioteca/home/globalizacion.asp»,»Globalización»)%), como la Ilustración, es un fenómeno poderosamente uniformizante, integrador, nivelador y racionalista, que está fomentando una fuerte reacción nacionalista, particularmente en la sociedades débiles del planeta. Al mismo tiempo, en este postmodernismo finisecular, se habla nuevamente de la “muerte de la razón”. Después de décadas de predominio de una cultura “racionalística” hipermaterialista y hedonista, se advierten, claramente, los signos de una reacción irracionalista que, en su aspecto negativo, se concreta en lo que he llamado, en otras ocasiones, el “retorno de los brujos”, el resurgimiento de la xenofobia, del fundamentalismo, del racismo, del antisemitismo, del terrorismo y del sectarismo milenarista y apocalíptico. Si este irracionalismo se mezcla de nuevo con el nacionalismo, corremos el riesgo cierto de asistir al “retorno de lo trágico”, a la resurrección del delirante mito de la superioridad nacional y étnica y a la reexhumación del totalitarismo político, con su inevitable cauda de violencia y barbarie.

En la Venezuela bolivariana, el nacionalismo es una parte fundamental del mensaje ideológico del presidente (%=Link(«/bitblioteca/hchavez/»,»Chávez»)%), obviamente se trata de un nacionalismo más cercano a Herder y Mazzini que a Hitler y Mussolini, sin embargo, hay unos pocos mequetrefes y “chupamedias” que, aparentemente, han malinterpretado el mensaje “bolivariano” y están fomentando una xenofobia ajena a la generosa tradición venezolana de país abierto a la inmigración. No podría ser de otra manera en un país de inmigrantes, porque todos, absolutamente todos los venezolanos tienen orígenes en otros continentes. Las diferencias son solo de tiempo, algunos familias calculan su llegada a esta (%=Link(«/bitblioteca/ccolon/reyes.asp»,»“Tierra de Gracia”»)%) en años, otras en siglos y muy pocas en milenios. Recuérdese que los antepasados de los que se apellidan Guariguata o cualquier otro nombre indígena, llegaron, antes o después, de Asia, probablemente, a través del estrecho de Behring. José Vicente Rangel fue muy claro en su (%=Link(«/bitblioteca/jvrangel/xenofobia.asp»,»repudio»)%) a este burdo, obtuso e ignorante neonazismo tropical, típico de homúnculos resentidos y fracasados. Sin embargo, en épocas de crisis socioeconómicas, los mensajes xenófobos pueden ampliarse rápidamente entre los sectores más empobrecidos, si no se atajan con prontitud y firmeza.

El presidente Chavez “encarna” la revolución bolivariana y tiene, evidentemente, una elevada credibilidad en buena parte de los sectores populares de la población venezolana, claro objetivo de esta propaganda chauvinista. El presidente Chavez debe asumir su responsabilidad de líder y rechazar, con claridad y vehemencia, este grupúsculo de idiotas que, desgraciadamente, puede crear las condiciones para que Venezuela proyecte una vergonzosa y “mefítica” imagen de país xenófobo y racista. Y en este mundo donde impera el “homo videns” más que el “homo sapiens”, una mala imagen puede ser, económica y políticamente, catastrófica.

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