La política no ha acabado: hay que redescubrirla y repensarla
La política realmente se encuentra en una situación difícil, aunque frente a esto cabría mejor hablar de una situación dificil y de cierta crisis no tanto de la política sino de lo político (tanto los políticos como tal, como del entramado institucional), frente a este panorama encontramos importantes planteamientos de autores españoles (Maestre) y de autores italianos (Esposito, Marramao, De Giovanni y Pintacuda) principalmente, que son partidarios en su gran mayoría de la imperante necesidad de repensar y redescubrir el verdadero rostro de la política, buscando con ello acerca nuevamente y más al ciudadano común el cual ha terminado aborreciendo a la política y viendo en esta ante que nada un fantasma.
Nadie pone en duda que nuestros políticos (mediocres y pragmáticos) y nuestras instituciones políticas comenzando por los ya cuestionados partidos políticos han contribuido notablemente con su actuación al descrédito de la política, se observa una carencia y falta de espíritu público, de vocación de servicio (en el sentido Weberiano)partiendo de la tesis de “vivir para y no de la política”.
Es decir, el desdibujamiento de la política y principalmente de los actores políticos se ha traducido en estos años en que la política como instancia común de acción y deliberación quede reducida a unos pocos, tienda a privatizarse desde el momento en que se reducen los canales de participación, y donde el colectivo o asume un papel pasivo e indiferente (no se involucra y participa en política) o una papel activo negativo (cuestiona a la política, desarrolla aversión y rechazo) siendo esto una paradoja, si asumimos que en nuestros contextos políticos el ciudadano medio común es por naturaleza político.
Vivimos una etapa y época de “Malestar con la política” (Rojas Bolaños) o de “Malestar con la vida publica” (Victoria Camps), sin embargo nada asemos con aceptar el estado de postración, de ineficiencia, y falta de formación de nuestra clase política y de la situación de aparente crisis de nuestras principales organizaciones partidistas. La cosa debe ir más allá, debemos de verdaderamente realizar un examen crítico de nuestras realidades, de nuestros supuestos líderes y de la necesidad inaplazable de contar con una clase política medianamente formada (no digamos culta) que logre vislumbrar propuestas, salidas y programas de gobierno de redunden en la estabilidad, desarrollo y progreso tanto de nuestras democracias como de nuestras sociedades (profundamente desiguales). Igualmente necesitamos instituciones democráticas sólidas y principalmente partidos políticos con programas e ideas que motiven al ciudadano despolitizado a interesarse y participar en política y en las esfera de lo público.
Nuestros ciudadanos piden y necesitan una política que a parte de ser democrática, logre alcanzar un poco más de calidad, y no simplemente convertirla en improvisación, pragmatismo y puro calculo. La labor actual pasa por retomar a los partidos, cuestionar nuestros dirigentes y por supuesto repolitizar al ciudadano quien demanda un mayor y mejor espacio público. La democracia no es algo dado per se sino que es algo que se construye día a día, partiendo de esta idea necesitamos conformar un nuevo imaginario colectivo.
De lo contrario la política vacía y reducida al manejo de unos pocos y ausente de ideas y debate termina generando una situación en la que los ciudadanos a parte de cuestionarla terminan apoyando (aparentemente) nuevas opciones que actúan en una lógica y dinámica que no necesariamente es democrática y que están imbricadas con el tamiz del retorno de liderzgos de tipo autoritario y plebiscitario que en nuestra región hoy se encuentran de regreso y a la ofensiva.