Jennifer Lawrence brilla en “Joy”. Crítica de Martha Escalona Zerpa
La última película del excéntrico y experimental director newyorquino David O. Russell, conocido por películas como «Silver Linings Playbook» y «American Hustle», se llama “Joy” y se basa en una historia real, la de una ama de casa (Joy Mangano de Long Island) que inventó la mopa más práctica para la cotidiana limpieza del hogar.
Pese a que de entrada la historia no es nada apasionante, es difícil no dejarse convencer por ir a verla. La razón fundamental es el ensamble de actrices y actores que actúan en ella, comenzando por Jennifer Lawrence como Joy y seguidos por la siempre maravillosa Isabella Rosellini, el actor venezolano más cotizado en Hollywood, Edgar Ramírez, el veterano actor Robert DeNiro y finalmente Braddley Cooper.
Pero “Joy” es del todo inconsistente, muchas veces tediosa y a ratos animada. Es más bien un vaivén permanente entre comedia y drama. En los 124 minutos de duración es dificil decidirse si tomársela en serio o reírse sobre los frustrados destinos de sus protagonistas. Comenzando por el papel de Jennifer Lawrence como Joy, el rol de Isabela Rosellini como amante del padre de Joy y viuda millonaria, el papel de Robert Deniro como padre colérico y castrante o el rol de Edgar Ramirez como Tonny Mirande, venezolano, cantante mediocre y ex-esposo de Joy.
Los personajes y las situaciones parecen forzosamente insólitas e improvisadas y sus personajes actúan alrededor de la figura de Joy, sin parecer tener vida propia, a no ser la de la abuela de Joy, quien cuenta la historia de su nieta en “off”, incluso después de morir.
Además, todos ellos viven en una casa a punto de caerse abajo: Joy, la inventora poco ingeniosa, su deprimida madre que lleva treinta años sin salir de su dormitorio y viendo culebrones, su exmarido (Robert DeNiro), que al romper con su pareja retorna al sótano de la vieja casa para compartirlo con el exmarido (Edgar Ramirez) de la inventora. En fin, un caos completo.
Y, no obstante, pese al permanente caos familiar, la falta de fé sobre las habilidades creativas e inventoras de Joy y la larga lista de momentos de gran frustración personal y familiar de la protagonista Joy, ésta logra vencer todas las dificultades y tropiezos y tener éxito con su invento arriba señalado.
Y quizás debido a todo ese proceso personal de vencer y superar todos los inconvenientes no extraña que por tercera vez se premie a Jennifer Lawrence con un Globo de Oro como mejor actriz. Sin ella en ese rol, la película sería un fiasco absoluto. Ni el venezolano Ramirez, ni la italiana Rossellini o el también newyorquino DeNiro logran otorgarle a esa película un rasgo de calidad. Tenemos a Jennifer Lawrence para rato.
Especial para Analítica desde Berlín