Opinión Nacional

Extravagancias patrióticas

Después del colorido y pintoresco desfile del 5 de julio, que dejó de ser lo que siempre fue: una sobria y marcial presentación de los diferentes cuerpos que integran nuestra institución armada para transformarse en algo diferente, vírgenes y carrozas de por medio, no se pensaba que aún quedara algo más por ver en ese campo de las extravagancias patrióticas. Pues bien, el pasado 24 de julio, 217° aniversario del natalicio de Simón Bolívar, fue ocasión propicia para que el Presidente de la República sorprendiera a la ciudadanía con una actuación muy peculiar destinada a modificar el protocolo tradicional que se acostumbra aplicar en actos oficiales específicos como los homenajes que se rinden al Padre de la Patria, tanto en el Panteón Nacional como en su casa natal.

En el recinto donde reposan las cenizas del Libertador, el jefe del Estado no resistió el tentador encanto de los micrófonos y, parafaseando a nuestro héroe máximo, pronunció una arenga patriótica de la cual cabe resaltar la nueva versión del juramento en el Monte Sacro adaptada a la revolución “democrática y pacífica” que promueve el primer magistrado. Lo que estuvo muy mal fue que allí, donde debiera guardarse el debido respeto a los restos mortales de quien murió proclamando la unión entre sus conciudadanos, el Presidente se expresara de manera diferente, radicalmente distinta, e insistiera en su prédica disolvente de dividir a los venezolanos (as) entre revolucionarios y oligarcas, expresión esta última a la que el titular del Ejecutivo Nacional le ha dado la mayor preferencia para descalificar a sus adversarios políticos.

Por mal camino vamos de persistir el belicoso comportamiento del Presidente de la República y, a no dudarlo, será así, tal como lo evidencia la actitud asumida por el primer magistrado el mismo día en el acto que tuvo lugar en la casa natal del Libertador donde, en gesto extravagantemente teatral desenvainó la espada del héroe que se guarda como reliquia histórica y amenazó con emplearla para liquidar a todos quienes el llama sus “enemigos” que lo son también, de la “revolución” y del “pueblo venezolano”. Y, para que nadie se llame a engaño, similar discurso fue el que utilizó en el cierre de su campaña electoral en la capital de la República, pródigo en amenazas para todos (as) quienes, en ejercicio de los derechos y garantías consagrados por la Constitución Bolivariana, opten por disentir de cualquiera de las políticas del régimen.

No son signos de optimismo los que muestra el panorama político. Por el contrario, en la medida en que avanzan los procesos de megaelección y de relegitimación y se conocen los resultados de la mayor parte de los estudios de opinión pública, crecen los temores de amplios sectores de la población acostumbrados a vivir bajo un sistema democrático, de acatamiento a los derechos y garantías que consagra el texto constitucional y de respeto al ordenamiento jurídico vigente y que hoy, ciertamente, se encuentra en peligro ante el avance del autoritarismo y del militarismo que, junto con el personalismo y el populismo, son algunos de los rasgos sobresalientes de la tan trajinada V República.

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