Opinión Nacional

El comienzo de una nueva fase

1. El final de la hegemonía adeca

El 24-N se clausuró un ciclo que había comenzado el 18 de octubre de 1945 cuando fue derrocado el Presidente Isaías Medina Angarita, como resultado de la conspiración urdida por Rómulo Betancourt y Marcos Pérez Jiménez. Desde que Medina Angarita fue tumbado se inicia una etapa caracterizada por la hegemonía, el sectarismo y la intolerancia. Los adecos durante El Trienio controlaron todas las instituciones del Estado. Impusieron un estilo de gobernar basado en la exclusión de los adversarios. Todo aquel que no estuviera plenamente identificado con la Revolución de Octubre era excecrado. Descalificado por traidor o contrarrevolucionario. Asumieron el poder quienes se creían superiores y pensaban que su misión en la tierra consistía en redimir a los pobres, a ese Juan Bimba que el gomecismo en sus distintas versiones había postrado en la miseria y el atraso. La pureza revolucionaria no podía mezclarse -mejor dicho, contaminarse- con agentes extraños al “proceso”. Las alianzas, la negociación o la concertación con elementos externos al ensayo revolucionario no harían más que desvirtuarlo.

Las pretensiones hegemónicas de los adecos fueron el caldo de cultivo para que prosperara el canibalismo político. La oposición fue marginada y excluida de todas las instituciones importantes del Estado. El gobierno se fue aislando y quedando solo. Fue perdiendo progresivamente su base social y política. Para el momento de la asonada militar contra el presidente Rómulo Gallegos, el gobierno de Acción Democrática y la gloriosa Revolución de Octubre habían quedado solos. Los dirigentes más lúcidos de AD intentaron buscarle salidas pacíficas al conflicto que ya lucía inminente. Pero era demasiado tarde. La arrogancia del pasado había anulado toda posibilidad de diálogo y acuerdo con los sectores que hubiesen impedido que el golpe prosperara. El 24 de noviembre se cerró el ciclo de la hegemonía adeca. Ese día los líderes del partido blanco entendieron, aunque ya era demasiado tarde, que una democracia se construye a partir del diálogo y la inclusión. Las lecciones aprendidas em este período las aplicaron después del 23 de enero de 1958.

2. El ocaso de la modernización económica

El 4 de febrero de 1992 marca el inicio del derrumbe del programa de modernización económica impulsado por Carlos Andrés Pérez desde que asumió por segunda vez el gobierno a comienzos de 1989. La asonada golpista liderizada por Hugo Chávez y Francisco Arias Cárdenas permitió que los agentes más conservadores de la sociedad venezolana, emergieran con una fuerza que hasta ese momento no habían podido desplegar. Estos factores hicieron retroceder a CAP en sus propósitos de modernizar la economía. Pérez capituló frente a los grupos que intentaban regresar a los viejos controles, a los subsidios indiscriminados, a la economía protegida y a la alta dependencia del petróleo. El Gran Viraje, que CAP había intentado promover sin contar con el respaldo político de los sectores que hubieran permitido apuntalarlo, comienza su declive incontenible a partir de la fatídica madrugada del 4-F, cuando Pérez fue capaz de derrotar militarmente a unos comandantes ineptos, pero le faltaron los arrestos suficientes para derrotar la reacción interna, y mantener y profundizar las reformas modernizantes del país.

Las consecuencias de esa contrarreforma, de ese retorno al pasado populista, estatista e interventor, que tiene como hito el 4- F, las estamos sufriendo hoy en día. Nuestra economía es de las que exhibe uno de los peores desempeños en América Latina. Una de las tasas más altas de inflación y desempleo, junto a uno de los ciclos más agudos y prolongados de recesión. El 4-F clausuró el programa de cambios más coherentes e integrales del último tercio del siglo XX. También cerró, no se sabe hasta cuándo, la esperanza de que la economía se reactive sobre la base del aumento de la producción, la productividad y la competencia.

3. El comienzo de un nuevo ciclo

El proyecto chavista se parece mucho al de los adecos del 45. Las pretensiones hegemónicas de ambos son obvias. La defensa de la “pureza del proceso” son similares. La actitud excluyente, intolerante y sectaria de los dirigentes del MVR y del antiguo Polo Patriótico es equivalente a la de los líderes de AD de aquella época.

El objetivo chavista de copar todas las instituciones del Estado e implantar un esquema autoritario, se materializó en diciembre pasado con el nombramiento a dedo por parte de la Asamblea Nacional Constituyente, de todos los funcionario importantes del Estado.

Esa conducta arrogante de los chavista, especialmente de Hugo Chávez, sufrió un duro revés el pasado domingo 28 de mayo, cuando no se pudieron realizar las elecciones previstas para ese día. Esta fecha podría marcar el comienzo del ocaso del proyecto hegemónico de Chávez. Cuando el Tribunal Supremo de Justicia tomó la decisión de suspender los comicios ya era evidente que esa consulta no se podía efectuar. Ahora bien, lo que se derrumba no es un proceso técnico que estaba mal concebido y peor instrumentado por un cuerpo integrado por incompetentes. Lo que naufraga es la vocación autoritaria y, más aún, totalitaria de Chávez, que había nombrado de forma arbitraria a los integrantes del Consejo Nacional Electoral y a los miembros del Congresillo, instancia que sin ningún tipo de consideraciones técnicas había fijado de forma unilateral el día 28 de mayo como fecha para realizar los comicios más intrincados de la historia del país.

Hugo Chávez, y su a látere Luis Miquilena, ignoraron las voces que exigieron ampliar el CNE para darle una composición más democrática y representativa a ese organismo. Los dos presionaron al TSJ para que no prosperaran los recursos de ámparo introducidos por algunos ilustres abogados que trataron de impedir que las megaelecciones se celebraran en esa fecha. Ambos vieron con complacencia cómo se desmantelaba la estructura técnica del CNE para convertirla en una agencia de empleo del Polo Patriótico y, más particularmente, del MVR. Chávez conminó, amenazó y casi obligó al CNE a que realizara las elecciones el 28 de mayo, a pesar de que todas las evidencias indicaban que tal consulta era imposible. Los miembros de la junta directiva del CNE, dóciles como se esperaba de ellos, mantuvieron al país engañado hasta pocas horas antes del día previsto para las elecciones, en gran parte por la tensión sin tregua ejercida por Chávez y algunos de sus colaboradores. Por ejemplo, José Vicente Rangel llegó a decirle a la periodista María Isabel Párraga en Unión Radio que el CNE tenía que actuar de acuerdo con el principio militar que reza: “Lo que es posible está hecho. Lo que es imposible, hay que hacerlo”. Imaginemos esta orden en manos de Etanislao González, Eduardo Semtei y compañía. Chávez sólo se rindió ante los hechos y cambió la seña cuando la realidad era incontrovertible. Cuando fue ostensible que sus subalternos del CNE eran incapaces de cumplir sus órdenes.

El 28 de mayo podría significar el preludio del final de un estilo de gobernar basado en la exclusión, el autoritarismo y la prepotencia. Por ahora sólo podemos constatar que Hugo Chávez se ha visto obligado a ceder y a retroceder. Lo mismo que CAP tuvo que dar marcha atrás en su programa modernizador, ahora el comandante ha tenido que hacerle concesiones a esa masa difusa llamada sociedad civil. Gracias a la presencia de la opinión pública y a los medios de comunicación, pero también debido a la soledad del Presidente, que no cuenta con un partido sólido ni con aliados firmes en ningún sector de la sociedad, el Jefe del Estado no ha tenido más alternativa que oír las voces, hasta hace poco ignoradas, de esos grupos de las clases medias que claman por el diálogo, la vigencia del Estado de Derecho, la independencia de las instituciones, la existencia de árbitros imparciales, y por todas esas cosas que el proceso revolucionario bolivariano había soslayado.

Estamos ante la posibilidad de que se inicie un nuevo ciclo. Una etapa en la que Chávez y quiens lo respaldan estén obligados a conversar y concertar con la disidencia. Ahora existe la posibilidad de restablecer las reglas de la democracia. La transformación experimentada por Venezuela en 40 años de democracia, se ha expresado con fuerza en la actual coyuntura. Se ha visto que ningún líder con vocación mesiánica y autocrática puede imponérsele fácilmente a una sociedad que cuenta con una clase media que, aun menguada, tiene capacidad de generar opinión, puede movilizarse cuando se lo propone y usa los medios de comunicación para hacer retroceder a los aprendices de dictador. Las presiones para que renunciara la anterior directiva del CNE y para que se nombrara una nueva junta con personas propuestas por diferentes instituciones y grupos del país, muestran lo que se puede hacer en el país.

La posibilidad de que comience y se consolide un nuevo período depende de lo que haga la oposición. de ahora en adelante. Frente a un personaje como Chávez no conviene bajar la guardia.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba