¿Quién manipula qué?
Como se ha hecho ya costumbre, cada vez que el presidente de la República, en sus intervenciones públicas, desea abordar el tema de la relación gobierno-medios de comunicación, estos últimos terminan siempre agredidos verbalmente, razón por la cual se generan temores legítimos en su seno con respecto al futuro de la libertad de expresión.
Los últimos episodios de esta recurrente confrontación, no solicitada ni promovida por la industria mediática, ocurrieron en una de las más recientes ediciones del programa semanal Aló, Presidente que se origina por las frecuencias de Radio Nacional y en la cátedra de Ética (¿?) que dicta el jefe del Estado en la Academia Militar. En ambas ocasiones, el titular del Ejecutivo Nacional, al exteriorizar su molestia por el trato que la generalidad de los medios conceden a la información procedente de fuentes oficiales, sostuvo que en ese campo la libertad de expresión ha sido sustituida por la libertad de manipulación. De paso, en la ocasión, recibieron su dosis de “fuego graneado” editores y periodistas por igual, aunque a estos últimos los invitó a rebelarse contra la “tiranía” de los propietarios.
Según la visión presidencial, los medios deben dar cabida en sus espacios, preferentemente, al material informativo que se origina en fuentes oficiales, postura que en líneas generales no es opuesta a la que, con matices en ese terreno, tienen los dueños de los medios que, al no rechazar esa aspiración la sujetan, sin embargo, a las políticas editoriales de cada una de las empresas, dejando a salvo todo el tiempo la libertad de crítica que es esencial al ejercicio de la libertad de expresión y que, al parecer, es lo que más enoja al Presidente. Para él los medios deben abstenerse de opinar sobre los asuntos oficiales y limitarse a difundirlos sin emitir juicios de valor sobre los mismos. O sea, transformar al complejo mediático en un ente homogéneo al servicio del gobierno de turno, tal como sucede en los países donde no se aceptan ni mucho menos se respetan los derechos constitucionales que protejen y garantizan la libre expresión del pensamiento.
La posición asumida por el primer magistrado frente a los medios, al sostener que una supuesta “libertad de manipulación” sustituye a la libertad de expresión consagrada en la Constitución Bolivariana, tiene fundamentos que la apoyan, pero que son bien distintos de los que expone el mandatario, pues si se analiza el contenido de sus interminables intervenciones públicas, en particular todas aquellas que tienen como escenario medios como la radio y la televisión, habrá que llegar a la conclusión de que un maestro de la manipulación hoy día en Venezuela es nada más y nada menos que el jefe del Estado quien, a sus reconocidas dotes de comunicador es necesario añadirle esta otra condición, pues si alguien maneja la opinión pública (léase, el “soberano”) con suficiente destreza y sagacidad no es nadie distinto al presidente de la República.