El neopopulismo puntofijista actual
En nuestra región latinoamericana encontramos que finalizada la década de los años 80 e iniciada la de los 90, nos encontramos en un ambiente y situación caracterizada en primer lugar por la acentuación de la crisis a nivel de nuestros principales actores tradicionales (los partidos políticos), entendiendo la crisis de los partidos, como crisis de identificación y representación principalmente, en segundo lugar en el transcurrir de los años 90 registramos como nunca antes a nivel de la región latinoamericana, la emergencia en la arena política de nuevos y desconocidos actores políticos, nos referimos a los outsiders Carlos Saul Menem en Argentina, Alberto Fujimori en el Perú, Abdala Bucaram en el Ecuador, Fernando Collor de Melo en el Brasil, y recientemente el fenómeno de Hugo Chávez Frías y Francisco Arias Cárdenas en Venezuela.
Debemos precisar de entrada que se trata de formas de liderazgos muy personalizadas, que emergen en su gran mayoría en contextos políticos caracterizados entre otras cosas por la presencia de ciertas condiciones (que naturalmente conforman la base y plataforma de estos outsiders) como: La agudización de una crisis institucional de la democracia y del Estado, el agotamiento de las identidades tradicionales conectadas con determinados regímenes de partidos y ciertos movimientos sociales, el desencanto y escepticismo de las grandes mayorías frente a la política y a los políticos, el empobrecimiento sostenido y generalizado tras la crisis de la década perdida (que ciertamente tuvo efectos negativos en nuestro crecimiento y desarrollo como nación y región) y por supuesto la ineficiencia y corrupción que ha caracterizado los últimos gobiernos en casi toda la región latinoamericana, en la cual nuestro país no es precisamente la excepción.
Por otra parte, es de señalarse que esta suerte de personalización de la política se ha dado con más frecuencia en contextos políticos caracterizados por la debilidad y agotamiento de las estructuras partidarias, aunado por supuesto a situaciones de malestar social y político, de cuestionamiento y de rechazo de la política tradicional llevada a cabo por los partidos políticos y la clase política tradicional, ambos sectores tienen una gran responsabilidad, en primer lugar, por haber sido tan ineficientes e incapaces de criticarse y adecuarse a las circunstancias del país y de nuestras respectivas sociedades, en segundo lugar y consecuentemente por haber agotado los espacios y permitir por los errores reiterados la llegada de estos tránsfugas neopopulistas y traficantes de falsas esperanzas.
De acuerdo con unos cuantos análisis y planteos hechos por algunos politólogos latinoamericanos tendríamos que la crítica (necesaria por lo demás) hacia los partidos políticos, radica en que estas organizaciones en el descalabro institucional actual, por lo menos en cuanto al caso venezolano se refiere, tuvieron una gran responsabilidad, y además la posibilidad de transformarse. El mayor reproche que podamos hacer esta dado en que estas agencias no entendieron la profundidad y dimensión de su aislamiento y divorcio para con la sociedad y ciudadanía, además de la profundización de ciertos problemas y vicios, en ciertos casos como en el Perú y en Venezuela, estos no hicieron mucho por reconstituir sus vínculos con los electores, modificar sus prácticas y comportamientos, e incluso intentar democratizar sus estructuras. Las consecuencias de esta irresponsabilidad histórica todos las conocemos.
Hay quienes señalan que los llamados nuevos liderazgos (con viejas prácticas y vicios) donde encontramos a CHINITO ALBERTO FUJIMORI o al VEGUERO HUGO CHÁVEZ, conforman como señalara oportunamente Carlos Vilas, la encarnación de los caudillos electorales de la postmodernidad. Lo que caracteriza a estos jinetes de la Apocalipsis es el aprovechar y catalizar la difícil situación de precariedad y miseria social y económica, junto a la debilidad y en algunos casos, ausencia tanto de partidos políticos bien estructurados y disciplinados, y de una clase política emergente preparada y comprometida con un proyecto político, económico y de país.
Además según la tesis de Claus Offe y Alain Touraine tendríamos que estos actores se presentan como agentes que tienden a cuestionar los limites de la política institucional, es decir, el campo de acción de los nuevos movimientos es un espacio de política no institucional, cuya existencia no está prevista en las doctrinas ni en la práctica de nuestras democracias, tal vez porque sus preceptos y forma de hacer política va en contra de las reglas del juego impuestas por la democracia.
Por otra, un elemento a tomar en cuenta viene dado en que la sociedad en estos años tiende a despolitizarse y la política a desocializarse. De acuerdo con Danilo Zolo, tendríamos que en la actualidad la política no solo pierde su lugar central, la informalización de hoy deja a la política estrechamente fuera de lugar , en todos lados y en ninguna parte. Este fenómeno informalización y de personalización de la política, demuestra el declive no sólo de nuestras instituciones y proyectos, sino una tendencia en la que de acuerdo al politólogo francés Bernard Manin tendríamos que los electores votan cada vez por una persona, no por un partido o por un programa.
Frente a este panorama descrito y analizado, la tarea prioritaria debe estar dada en primer lugar, en la necesidad de producir una autocrítica de lo que han sido el accionar y manera de ser de nuestros actores políticos tanto colectivos (partidos) como individuales (clase y élite política) , en segundo lugar, debemos de repensar y revalorizar la política, la democracia y principalmente el rol y papel que cumplen las instituciones y organizaciones en estas últimas, ambas tareas constituyen la principal alternativa y mejor posibilidad frente a la política espectáculo, el show, la inmediatez, el vaciamiento de los contenidos, ordenes y categorías y el avance de estas figuras neopopulistas y mesiánicas que en nada garantizan escenarios de estabilidad, desarrollo y progreso.
Ciertamente, en la propuesta de Bernard Manin, tendríamos que estos procesos de personalización de la representación y, simultáneamente de pérdida de relevancia de los CLIVAJES IDEOLÓGICOS y de las PROPUESTAS PROGRAMÁTICAS hacen que, en las explicaciones actuales del comportamiento electoral, el énfasis se desplace crecientemente de las características sociales del electorado al tipo de oferta electoral que este recibe.
Venezuela, no puede seguir atada a las esperanzas del Chavismo Light, donde todo tiende a gravitar en la personalidad arrolladora, carismática y mesiánica del salvador. Lamentablemente lo que define en su mayoría a los equipos y asesores, junto a nuestros actuales gobernantes, desde el máximo conductor de la llamada revolución (de qué) Hugo Chávez Frías, pasando por el presidente del Congresillo Don Luis Miquelena, hasta al buena gente de Alfredo Laya, es un escenario político en el que aparecen inferiores y en minusvalía, tanto en proyectos como en preparación, frente a las exigencias críticas del país y del ejercicio gubernamental.
De manera que frente a los planteado y a las propias circunstancias observadas en el país, debemos cultivar antes que nada la crítica, e incluso el escepticismo, particularmente al momento de seleccionar y elegir los equipos, cuadros y líderes, que nacionalmente y regionalmente nos dirigirán a partir del venidero domingo 28 de mayo. Es hora de salir de la pasividad y del letargo que en momentos nos envuelve, y asumir nuestro compromiso con nuestra sociedad y país.