Hot Mail: una guarimba para los cobardes
El desarrollo de la cibernética ha favorecido, exponencialmente, el proceso de las comunicaciones humanas y ha motorizado el cruce contemporáneo e indetenible de las civilizaciones. Aquella y éstos son, sin lugar a dudas, los verdaderos signos y soportes de la mundialización en cierne.
A través de los ordenadores y de sus muchos servicios, con preferencia los de Internet y el E-Mail, las nuevas generaciones hoy atienden sus asuntos cotidianos: Sean académicos, comerciales, bancarios, familiares, afectivos y hasta pornográficos. Tanto es así que, a pesar de sus riesgos para la alteridad, han pasado a ser la vanguardia de la acción política y una de las plazas más codiciadas por los políticos, de buena y de mala ley. De suyo, los políticos modernos, en su mayoría, cuentan con una dirección electrónica.
Pero, no debemos olvidar que del mismo modo en que cada obra de la inteligencia exalta la inmanente dignidad y perfectibilidad del hombre, no pocas veces es el espejo de su degradación. El célebre y muy popular HOT MAIL, a manera de ejemplo, es una de esas veredas ocultas que sentencian la veracidad del aserto.
A través de sus gratuitos E-mail llegan diariamente y de incógnito peligrosos virus, no pocas veces inoculados en las redes por jóvenes ingenuos y superdotados. Aparecen cartas y ofertas mercaderiles de todo género, y oraciones, que de no ser reenviadas a un número importante de usuarios amenazan al receptor con pavas o mabitas. Todo esto, en resumidas cuentas, bien podría ser digerido, dados los beneficios ingentes que aporta la computación; mas, ello deriva en grave problema cuando media, con fines que afectan al interés público y personal, el uso y abuso del HOT MAIL para la promoción del anonimato político indecente y delictual.
Hasta hace poco, en tiempos del «puntofijismo», quienes se preocupaban por los asuntos de la política mostraban sus caras y estampaban sus firmas. El periódico, la revista, la radio o la televisión, les registraba en sus identidades. Si mentían, lo hacían de manera directa, con harto «caradurismo» es cierto, pero mirando a los ojos de sus interlocutores.
HOT MAIL ha pasado a ser, de consiguiente,una guarimba para los cobardes y el asiento propicio para la impunidad. A través de sus canales no pocos de usuarios vomitan todo cuando les permite lo subrepticio. No dan la cara. Se esconden pusilánimes ante sus víctimas, protegidos por el seudónimo o sustituyéndoles en su personalidad. Mas, lo que es peor, contribuyen con sus silenciosos crímenes a la muerte de la transparencia, que es la muerte misma de la libertad en democracia.