Se aleja el futuro…
…y, cada vez más, volvemos al pasado. Esto es lo que está ocurriendo en nuestro país, pese a los esfuerzos de los publicistas (mejor, propagandistas) del régimen que pretenden influir en la opinión nacional y en la foránea presentando a través de sus anuncios una imagen distorsionada de la realidad nacional al aducir que el futuro está celebrando su primer aniversario con realizaciones de diversas categorías. Nada más distante de la verdad.
En efecto, la mal llamada revolución democrática y pacífica, alrededor de la cual gira la prédica oficial, hasta ahora no ha pasado de ser una acción regresionista que, en el plano político, se ha caracterizado por el fortalecimiento de las tendencias autoritarias en el ejercicio del poder y el abandono de todas las formas democráticas, en particular aquellas supuestamente vinculadas a la participación. Así, lo que sucedió con la aprobación de la Constitución Bolivariana, la designación a dedo de los integrantes del “congresillo”, de los miembros del Tribunal Supremo de Justicia y del Consejo Nacional Electoral, del Contralor General de la República, del Fiscal General de la República y de la Defensora del Pueblo, es el reconocimiento evidente de que la tan mentada “participación” no pasa de ser otra cosa que un recurso demagógico y populista usado por el jefe del Estado y sus partidarios para engañar conscientemente al soberano de cara a los diferentes procesos de comicios necesarios para alcanzar la “refundación” de la República.
Con razón la sociedad civil, así como instituciones fundamentales del carácter de la iglesia y de la industria mediática, por ejemplo, entre otras, han reaccionado en los últimos días denunciando el comportamiento del gobierno en relación a la megaelección del próximo 28 de mayo. El abuso y el ventajismo han pasado a ser la norma de conducta del oficialismo. La agresión permanente -por suerte, hasta ahora, verbal- a la que son sometidos todos quienes disienten de las opiniones vertidas caudalosamente en los medios (en particular, los del Estado, vale decir, los de todos los venezolanos) por el primer magistrado nacional, son la mejor demostración de que en nuestro país no está funcionando una auténtica democracia participativa, ni siquiera representativa como en el pasado reciente y, mucho menos, pluralista, protagónica y solidaria, menciones recurrentes del discurso presidencial en relación al proyecto de reforma constitucional.
Si a lo anteriormente escrito se agrega la politización de la institución armada, bajo el subterfugio del voto militar y la militarización de la administraciónm pública, hay que concluir en que el panorama político de ninguna manera presenta signos optimistas pues tal rumbo conduce a la sustitución del poder civil por el poder armado (en realidad no hay que esperarlo, ya es un hecho incontrovertido) o sea, la vuelta a etapas de nuestra historia que se creían superadas. Con el agravante de que la pugna por la primera magistratura no deja lugar a duda alguna: los dos candidatos con mayores posibilidades de triunfo según los últimos estudios de opinión pública son ambos militares, asociados otrora en el propósito de establecer un gobierno de hecho en Venezuela merced al derrocamiento de un presidente constitucionalmente elegido. Quiere esto decir que, en vez de avanzar hacia el futuro, el cambio institucional y la modernización, los venezolanos estaremos consciente o ¿inconscientemente? regresando al pasado, a una época, por cierto, nada gloriosa, un pretérito que nos mantuvo durante largo tiempo entre los países más atrasados del hemisferio americano, gobernado por autócratas y caudillos, semejantes a los que hoy, aunque bajo ópticas distintas y diferenciación de estilos de campañas, se disputan la titularidad del Poder Ejecutivo Nacional.