Opinión Nacional

Torre de Babel

En los últimos meses, al país le cuesta más comunicarse. Nadie parece entender a nadie. Estamos atravesando una dura etapa de trabalenguas.

Y no es que hablemos idiomas diferentes. Es el mismo castellano, golpeado y todo, pero utilizado según las conveniencias y ópticas de cada quien, dependiendo de qué lado de la baranda se ubique.

Si Arias Cárdenas afirma que las cosas están mal, que el Gobierno no da pie con bola, que los inversionistas están asustados ante tanta gritadera oficial o que Chávez debe revisar a fondo el saco de gatos que tiene en la cabeza, inmediatamente alborota las papilas de Miraflores y zonas aledañas.

Unos dirán que es un hombre sensato, a otros ni les va ni le viene, mientras que a otro tanto les parece simple habladuría de ‘pana’ despechado.

Al fin y al cabo es normal, al menos lo era hasta hace poco, tener diferencias y puntos de vista enfrentados. Esa vieja costumbre de llevar la contraria, con o sin razón, hasta sana y civilizada es.

Lo que sí parece raro es que un día el Presidente anuncie, entre amaneceres llaneros y ‘corríos’ destemplados que miles de empresarios se están peleando en Maiquetía por llegar primero al estero de Camaguán donde piensan instalar una planta de alpargatas y, al otro, el vicepresidente Rodríguez sentencie en pleno Washington que la violencia del discurso electoral tiene asustados a los inversionistas.

Eso no es alemán ni chino. Es el más puro ejemplo de trabajo en equipo, coordinación en el mensaje, planificación y perfecta unidad a la hora de hablar en nombre de quienes manejan al país.

En materia de estadísticas la cosa se pone a ras de papiamento. Un organismo da unas cifras. Después salta otro y las baja o las sube. A pesar de los esfuerzos del ministro Dávila por darle coherencia al asunto de los números delictivos y afines, es evidente que desconoce algunas cosas que le atañen. En días pasados, la Guardia Nacional informó sobre la incautación de más de una tonelada de drogas y la recuperación de unos 300 vehículos. Pues este dato puede poner en duda todo el festín: resulta que si usted tuvo un incidente con su carro y lo reportó a la División de Vehículos de la PTJ, a partir de ese momento sus cuatro ruedas quedan solicitadas, si es que las ven, hasta en Santa Elena de Uairén.

Todo bien. Lo malo está en que si su catanare apareció o fue rescatado en heroica acción policial y, además, usted diligentemente informó a la PTJ para que dejen de buscarlo, simplemente perdió el tiempo. En cualquier momento la Guardia Nacional o cualquier otra instancia policial lo detendrá o, lo que es peor, se llevarán su carro de donde lo haya dejado. Para que se lo devuelvan firmará un acta en la que consta que su vehículo fue recuperado y, por supuesto, entra otra vez en las cifras, interminables cifras, embusteras cifras.

Eso tampoco es chino. Es negligencia interpolicial, inmerecida para esta refundada república, heredera de cuarenta años de maldades incorregibles y duras de matar.

Igual pasa con los salarios del sector público. La Oficina Central de Presupuesto dice que ni medio más por encima del 10% presupuestado. No se disponen de recursos. Pero el Ministerio de Finanzas asegura que están revisando el porcentaje, pues se ‘busca calmar los ánimos y presentar anuncios válidos’.

Ni chino hablando con margariteño en Rusia.

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