Opinión Nacional

Una mirada al porvenir

Independientemente del resultado de la megaelección, en la fecha que ésta se realice, interesa señalar que es necesario reiterar ciertas ideas respecto al modelo de país que los venezolanos requerimos construir de cara al nuevo siglo.

Después de la experiencia democrática (1958-98), sobre la cual las circunstancias políticas vigentes han contribuido a resaltar los rasgos negativos y a minimizar los positivos, cuando no a rechazarlos, tarea en la que el jefe del Estado ha tenido una privilegiada actuación, el país ha transitado un período de confrontación permanente entre los diferentes actores sociales que hoy reclaman, no tanto una tregua sino más bien un cambio de rumbo radical, a fin de evitar el desastre al que estaríamos fatalmente destinados, de continuar por una senda que se ha mostrado frágil a la par que erizada de estorbos y obstáculos.

Entre los factores que es indispensable eliminar para contribuir a desarrollar una sociedad moderna, se destaca en primer término la violencia, entendiendo por tal no solamente la física sino también la verbal, esta última, por cierto, a la que el primer magistrado nacional se ha mostrado particularmente adicto. La violencia social es preciso mantenerla bajo control, no solamente por cuanto hace relación con el tema de la delincuencia común sino también por sus derivaciones en otros campos, en concreto todo aquello que tiene conexión directa en la esfera socioeconómica con los sectores marginales, los cuales responden positivamente (léase: violentamente) a los estímulos que reciben de las políticas y prédicas populistas. Eso explica los estallidos de violencia, afortunadamente aislados, durante la campaña electoral, pero que justifica, con creces, la preocupación de quienes temen que hechos de esa naturaleza se puedan extender más allá de la jornada de comicios y degenerar en un enfrentamiento fratricida.

Otro factor a tomar en cuenta es la tan comentada gobernabilidad, imprescindible para asegurar el desarrollo integral y la estabilidad institucional. Sin embargo, el comportamiento del régimen en ese aspecto no permite extender una carta de buena conducta a quienes, comenzando por el presidente de la República, han hecho caso omiso de los mecanismos de diálogo y entendimiento consustanciales a toda política de apertura. Por el contrario, las actitudes presidenciales asumidas frente a la jerarquía católica, la industria mediática, las organizaciones empresariales y sindicales, entre otras, son el mejor ejemplo de que el régimen no tiene el menor empeño en adoptar políticas democráticas y pluralistas que contribuyan efectivamente al rescate del estado de derecho y a garantizar la participación de todos los sectores de la población en el proceso de cambios.

Hasta ahora, pues, el porvenir luce sombrío como se desprende, en parte, de lo anotado que no es sino un reducido porcentaje de lo mucho que se puede decir al respecto. Corresponde así, al gobierno, en primer lugar, situarse en la postura de que se impone una variación de rumbo en la ruta emprendida y que, en el plano político como en el socioeconómico, el país nacional cuenta tanto o más que el país político.

Las perspectivas: “La revolución apenas comienza”. (Respuesta del presidente de la República Bolivariana de Venezuela a la comunicación que le remitiera la Conferencia Episcopal Venezolana). Sin comentarios.

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