Opinión Nacional

Agenda para un tiempo nuevo

La llegada del año 2000 marca el inicio de un tiempo nuevo. Muchas cosas en el mundo van a cambiar. La hegemonía norteamericana seguramente continuará, pero Europa y Asia asumirán un creciente protagonismo. Los expertos calculan que la economía mundial en su conjunto crecerá en 3,5%, lo que no es poca cosa.

Una buena noticia es que China y la India, que albergan entre las dos a una tercera parte de la población mundial, tendrán un crecimiento económico que doblará el de los países desarrollados. Esto es bueno para acercarnos a un mundo más equilibrado.

En el orden tecnológico, la revolución en el mundo de las comunicaciones continuará produciéndonos admiración y asombro y tendrá repercusión formidable en el campo de la globalización. Como dice Dudley Fishburn, editor de The Economist , el Internet se convertirá cada día más en el lenguaje del mundo.

Los venezolanos de 1900 nacieron en un tiempo en el que la mayor velocidad que podía imaginarse era la de las patas de un caballo. La mayoría de ellos llegó a ver los automóviles, los aviones, los vuelos supersónicos y hasta el desembarco del hombre en la superficie lunar. La imaginación no alcanza a predecir el tamaño de las transformaciones que nuestra generación está por ver.

En el transcurso del siglo XX hubo muchos avances científicos y tecnológicos, pero también hubo enormes atrocidades que tuvieron su más cruenta expresión en ese monumento a la estupidez humana que fueron las guerras, las mundiales y las otras. Podemos imaginar que la humanidad avanza hacia un tiempo sin guerras entre las naciones y ojalá también, sin guerras intestinas. Esta civilización fundada en la paz será resultado del progreso tecnológico, del triunfo de la inteligencia del género humano, de la justicia en las relaciones entre las naciones y de la prevalencia de una cultura de la solidaridad.

En el año 2000 debe avanzar la democracia de los pueblos. Seguirá creciendo el mapa de la libertad, tanto en lo político como en lo económico y esto también es una buena noticia. De las treinta elecciones más importantes que deben producirse este año, dieciséis tendrán lugar en países que hasta hace poco tiempo eran dictaduras. De esas elecciones hay algunas que merecen especial atención, como la de Rusia en julio y las norteamericanas en noviembre. En Rusia nada se gana con elecciones democráticas si al mismo tiempo no logran establecer un verdadero Estado de derecho y una economía de mercado eficiente. La elección norteamericana pondrá en evidencia la capacidad de esa gran democracia para renovarse sin traumas.

Habrá un proceso electoral interesante en Asia, que será el de Taiwan, donde se desafía el mito de que sólo con gobiernos autocráticos se puede lograr el desarrollo. En nuestro hemisferio tendremos también una elección importante en México, donde se procura demostrar que el régimen de partido hegemónico que gobierna ese país desde hace 70 años, puede evolucionar hacia un sistema genuinamente democrático.

En Venezuela hemos caído en una exacerbación de la politiquería y del electoralismo. Desde aquel primitivo intento de golpe de Estado de febrero del 1992, nuestra economía no ha podido superar una profunda recesión que ha producido un grave empobrecimiento de todos y de cada uno de los venezolanos.

En los últimos dos años hemos gastado todas las energías en hablar de política y en concurrir hasta el fastidio a las urnas electorales una y otra vez, sin que el país logre nada positivo. Lo único que ha aumentado es el desempleo, la pobreza y la desunión entre los venezolanos.

Para colmo y tal como lo habíamos advertido oportunamente, el proceso constituyente ha conducido a un retroceso institucional. No logro entender las manifestaciones de sorpresa de algunos ingenuos, que después de haber contribuido a meternos en este episodio constituyente, ahora se rasgan las vestiduras al constatar que todo era para desembocar en el poder absoluto y en la reelección.

Los llamados actos constituyentes, en virtud de los cuales se removieron todos los poderes públicos para colocarlos en manos del Gobierno, seguramente estuvieron inspirados en las disposiciones transitorias que aprobó la Constituyente de 1953 y que sirvieron para la instauración de la dictadura perezjimenista.

También los venezolanos estamos convocados a nuevos procesos electorales, lamentablemente en circunstancias que no garantizan pulcritud y transparencia.

Es difícil concurrir a un proceso electoral cuando el más alto tribunal de la República ha sido designado invocando la autoridad de una asamblea integrada por la mayoría del Gobierno y atenta a servir a los intereses del Gobierno. Lo mismo podemos decir del organismo rector del proceso electoral y del titular del Ministerio Público y del contralor general. Por si fuera poco, el Congreso, elegido hace apenas un año, fue disuelto sin pena ni gloria y sustituido por un órgano tan degradado que sus propios promotores lo llaman ‘congresillo’. Habría que agregar el hecho grave de que ahora las Fuerza Armada no es más una institución apolítica y no deliberante.

Frente a este panorama la comunidad nacional y la internacional tendrán que convenir en que en Venezuela no prevalecen condiciones para que pueda celebrarse un proceso electoral genuinamente democrático. Todo esto sin mencionar la utilización abusiva del poder público a que nos tienen acostumbrados el presidente de la República y sus colaboradores.

Más allá de todas estas realidades, mis votos son por el progreso de la humanidad y por el de Venezuela.

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