Las tres películas latinoamericanas del año, por Aquilino José Mata
Con la violenta y polarizada Caracas como telón de fondo, Armando, un hombre de 50 años de edad, dueño de un laboratorio de prótesis dentales, recorre la ciudad en búsqueda de jóvenes que le acompañen a su casa a cambio de dinero. Un día se topa con Elder, el líder de una banda de malandros de poca monta. Armando decide llevárselo a su casa, sin saber que de ese encuentro nacerá una relación que los cambiará para el resto de sus vidas. Bajo esta premisa transcurre Desde allá, ópera prima del venezolano Lorenzo Vigas que este año se alzó con el León de Oro del Festival de Venecia, erigiéndose en el primer filme latinoamericano en obtener la máxima distinción de esa muestra, una de las más importantes del mundo. En otras reseñas cinematográficas como las de Biarritz, La Habana y San Sebastián, obtendría también distinciones en diversos rubros. Será en el primer trimestre del año que está por comenzar cuando finalmente podamos verla en Venezuela.
Se trata, a no dudarlo, de una de las tres películas más relevantes, producidas en nuestro continente, que acapararon la atención de la crítica y el público en 2015. La otra es El Clan, de Pablo Trapero, la cinta más taquillera del cine argentino, basada en un hecho real: el de una familia acomodada que secuestraba y luego asesinaba a sus víctimas tras cobrar el rescate. La historia transcurre en la capital del Plata a comienzos de los años 80.
Detrás de la fachada de una típica familia del barrio Porteño de San Isidro, se oculta un siniestro clan dedicado al secuestro y asesinato. Arquímedes, el patriarca, lidera y planifica los operativos. Alejandro, el hijo mayor, estrella de un club de rugby y jugador del mítico seleccionado Los Pumas, se somete a la voluntad de su padre para identificar posibles candidatos y se sirve de su popularidad para no levantar sospechas. Los integrantes de la familia son cómplices, en mayor o menor medida, de este accionar macabro, viviendo de los beneficios que obtienen de los suculentos rescates pagados por los familiares de los secuestrados. Su realizador recibió el León de Plata en la más reciente edición del Festival de Venecia, el mismo donde el venezolano Lorenzo Vigas obtuvo el primer premio por Desde allá. Ya fue estrenada en nuestro país y los elogios resultaron unánimes.
La otra gran producción cinematográfica latinoamericana de este año fue El Club, del chileno Pablo Larraín, el mismo realizador de No, la excelente película sobre el plebiscito que desembocó en el fin de la dictadura de Augusto Pinochet, nominada al Oscar en 2014, en el rubro de mejor filme de habla no inglesa.
Pablo Larraín se atreve con una crítica al sistema eclesiástico en esta, su cuarta película, distinguida con el Gran Premio del Jurado en la pasada Berlinale. El Club, aún sin fecha de estreno en Venezuela, cuenta la historia de cuatro curas que viven recluidos en una casa aislada en un pequeño pueblo costero de Chile. Cada uno de ellos ha sido enviado a ese lugar para hacer penitencia por los pecados que cometieron en el pasado. Viven según un estricto régimen, siempre bajo la atenta vigilancia de una joven monja.
Los cinco protagonistas están confinados en una frontera física y espiritual y el espectador no tarda en saber las razones: son curas que abusaron sexualmente de menores, que traficaron con niños, que callaron más de la cuenta en los tiempos del dictador Pinochet o que no recuerdan nada de su pasado, en una suerte de amnesia programada. Sin embargo, la delicada estabilidad de su rutina se ve interrumpida por la llegada de un quinto hombre, cuyo repentino suicidio pondrá en peligro la continuidad de esta casa de acogida para religiosos deshonrados. El director se aventura a criticar una cara de la Iglesia como pocos cineastas la han tratado antes: la pedofilia. Creó una película que no deja indiferente a nadie.
Desde allá, El Clan y El Club son tres muestras que ratifican que la cinematografía latinoamericana goza de mejor salud que nunca.