Hay una delgada línea roja en España
23 de Diciembre: Escribo inmediatamente después de haber visto y escuchado en “El programa la Mañana” del RTVE, la entrevista que hiciera a Albert Rivera la periodista Sandra Dawiú. Rivera estuvo clarísimo.
Habiendo quedado fuera de las mesas de negociaciones para la presidencia al obtener “solo” 40 diputados, Ciudadanos es el único partido que ha sabido entender el peligro que significa para España la nueva constelación política abierta el 20D. El único también que no aspira a ninguna representación gubernamental. Y el único, no por último, que no guarda debajo de la manga alguna carta de poder.
Puede hablar entonces Rivera con la frescura, objetividad y libertad de quienes piensan no en su mercadito sino en la situación de todo el país. Situación peligrosísima. El peligro viene, lo remachó Rivera, de la avanzada del partido de la tercera mayoría, Podemos, y de la audacia y demagogia sin límites de Pablo Iglesias. Frente a ese peligro ha decidido Rivera trazar una línea roja.
Rajoy, lerdo y figura hasta la sepultura, no entiende todavía el dilema que enfrenta España. Seguramente piensa que todavía puede detener, no ya a la ola, sino al tsunami separatista, con una empalizada de reglamentos y pajitas judiciales. El PSOE quizás lo entiende pero por razones de partido no le conviene entender.
Al haber obtenido la segunda mayoría el PSOE se ha convertido en la solución y en el problema. Si apoya a Rajoy se le arrancan los izquierdistas. Si se une con Podemos se le arrancan los centristas. Y si no hace nada –eso es lo que está “haciendo”– se le viene encima gran parte de la opinión pública independiente del país.
Hasta ahora, como insinuó Rivera, el PSOE no ha estado a la altura de lo que una vez fue. Pedro Sánchez no es un Felipe González quien tuvo las agallas para sentarse a conversar con monárquicos, franquistas y comunistas sin pensar en eventuales pérdidas o ganancias electorales. Y al parecer el PSOE tampoco tiene la grandeza del socialismo francés que aceptó perder candidaturas para evitar un triunfo del Frente Nacional en las elecciones regionales.
¿Por qué Rivera al proponer el pacto deja afuera a Podemos? Aparentemente una exclusión no muy democrática, dirán los ingenuos que nunca faltan. Ellos tal vez piensan que Podemos no representa ninguna amenaza para España. Podemos, efectivamente, no era hasta hace poco una amenaza. Pero sí, llegó a serlo.
Podemos ya no es solo el partido de las reformas radicales, el partido anti-sistema, ni mucho menos el partido de los inocentes indignados de la Plaza de El Sol. Podemos ha llegado a ser, gracias a una audaz viraje de su líder máximo, el partido de los separatistas. O como dice Rivera, es el partido de los que intentan romper a España.
El catalanismo, como muchas otras opciones separatistas, tenía hasta la llegada de Iglesias a la escena política un notorio predominio conservador. Pero mediante alianzas de última hora, Iglesias se ha convertido en el líder nacional del separatismo de la izquierda y de la derecha.
Tres semanas antes de las elecciones Podemos figuraba en todas las encuestas por debajo de los otros tres partidos. Luego, el aluvión de votos que obtuvo a última hora no viene de “la izquierda”. No solo las plataformas de Galicia, Cataluña y de la Comunidad Valenciana arrendaron sus votos a Podemos. Hasta los más recalcitrantes separatistas, esos que creen en la pureza de la sangre, en las tradiciones tribales y en el alma de los pueblos, votaron por Iglesias.
En pocos días el inescrupuloso Iglesias logró unir dos dimensiones que otros líderes del nacionalismo social europeo (para no escribir nacional-socialismo) tardaron años en unir. En ese tema el social- patriotismo de Marine Le Pen en Francia se diferencia en un punto del social- separatismo que hoy representa Pablo Iglesias. Mientras la Le Pen quiere separar a Francia de Europa, Pablo Iglesias –con sus propuestas anticonstitucionales a favor de los referendos populistas- arriesga separar a España de España. Extraña coincidencia: tanto la Le Pen como Iglesias son “anti-Merkel” y “pro-Putin “.
Albert Rivera advirtió el peligro. Si los separatistas de todos los colores han logrado un acuerdo, obligación de los demócratas será lograr otro acuerdo pero a favor de la integridad nacional. Así lo dijo en la entrevista. Más aún, el pacto debe ser realizado lo más pronto posible. Los radicales de izquierda de la UP catalana, eufóricos por los votos que prestaron a Iglesias, elegirán muy pronto al reaccionario Artur Mas como presidente de la Generalitat. Lo que viene ya se sabe.
El Pacto por España ofrecido por Ciudadanos al PSOE y al PP es preciso: “Ley de partidos, ley electoral para evitar que el separatismo siga creciendo aprovechando la decadencia del sistema y de las instituciones”.
La exclusión de Podemos del pacto es entonces perfectamente explicable. Se trata de un pacto por España. Ese pacto traza una línea roja en contra de un separatismo ante el cual Iglesias, siguiendo el ejemplo del Fausto de Goethe, ha hipotecado el destino político de su propio partido a cambio del poder sobre una nación que el mismo está intentando romper.