Los maestros y la democracia
Con motivo de celebrarse el Día del Maestro el 15 de enero, quiero compartir con los educadores algunas reflexiones sobre diferentes aspectos relacionados con el papel fundamental que deben jugar en la consolidación y la defensa del sistema democrático, dentro de sus gran responsabilidad en la formación de las nuevas generaciones. Especialmente en el siglo XX, se ha considerado que la escuela tiene el potencial de proveer a los estudiantes con aprendizajes para el desarrollo de una mente democrática, pero que, para que esta formación ciudadana se haga realidad, es indispensable la capacitación y el compromiso de los docentes en ese sentido. Sólo así, los ciudadanos de las futuras generaciones podrían estar bien informados, poseerían criterios claros, precisos y actualizados sobre qué es la democracia y difícilmente serían manipulados al tener la oportunidad de expresar sus opiniones.
Entre las características básicas representativas de la democracia se incluye, entre otras, las elecciones libres y regulares, el sufragio universal, el respeto de la Constitución y de las leyes, la responsabilidad de los funcionarios electos, las libertades individuales y de grupo, las provisiones para el pluralismo político y el balance entre los poderes públicos.
La comprensión de qué es la democracia por parte de los docentes es un factor determinante del qué y del cómo los estudiantes llegan a saber sobre este sistema. El papel de los docentes en la formación de los valores de la ciudadanía democrática sigue siendo muy importante, aun cuando no se puede negar que organizaciones o instituciones, como son la familia, las religiones, los partidos políticos, los medios de comunicación, los grupos de amigos y los gremios, entre otros, pueden contribuir eficazmente con esta tarea.
Entre los aspectos relacionados con la educación ciudadana sobre los cuales es importante reflexionar, ahora y siempre, se han destacado los siguientes: que en las escuelas se desarrollen valores cívicos en todas las asignaturas y no sólo en la de formación ciudadana; que la educación cívica no sea usada para el adoctrinamiento político; que la educación ciudadana motive y capacite a los estudiantes para jugar el papel que les corresponda, como miembros informados, responsables, comprometidos y efectivos de un sistema político democrático moderno; que se entienda que dentro de una sociedad pluralista son valores básicos la libertad, la diversidad, la privacidad, los derechos humanos, la justicia, la igualdad, la tolerancia, la participación y la obligación personal por el bien común; que se estimule a los estudiantes a expresar sus opiniones y juicios y que se les permita analizar los suyos y los de los demás; que se desarrollen las destrezas que se traducen en la habilidad de discutir, debatir, argumentar y llegar a compromisos; que se considere a la democracia como un proceso permanente y como una forma de convivencia pacífica y que como educador se debe estar comprometido con las características fundamentales de la democracia.
Estas reflexiones, al iniciarse el año 2000, están orientadas a estimular el esfuerzo comprometido con la defensa de la democracia y con el propósito de lograr un futuro mejor, especialmente porque coinciden con procesos socio-políticos y económicos del país, rodeados por un ambiente de grandes incertidumbres y por el reciente impacto de catástrofes impresionantes que han producido miles de muertos y dejado sin techo y sin trabajo a un gran número de familias.