Opinión Nacional

Señales premonitorias

Un despacho de la agencia noticiosa EFE, originado en Caracas, pero escasamente divulgado en los medios venezolanos, da cuenta de un encuentro del segundo vicepresidente del CNE con la prensa extranjera. Se hace referencia en el texto informativo al intento fracasado para suscribir un “pacto de no agresión” entre los candidatos presidenciales con la finalidad de evitar enfrentamientos violentos. Y el funcionario entrevistado adelantó que el temor a que la violencia surja, a raíz de conocerse los resultados de la elección presidencial, es lo que el organismo electoral está tratando de evitar, puntualizando que: “si las votaciones quedaran ‘ligeramente parecidas’ y uno de los candidatos llamase al desconocimiento del triunfo del adversario y a armarse para pelear, ‘estaríamos a las puertas del hecho de violencia más grande de la historia de Venezuela’”.

Aunque el mentado funcionario es conocido, entre otros aspectos, por su inclinación a cultivar las buenas relaciones con los periodistas declarando de continuo sobre temas vinculados a la cuestión electoral, a veces innecesariamente, no deja de llamar la atención la audiencia seleccionada esta vez (las agencias internacionales) para comentar específicamente la pugna presidencial y las hipotéticas y catastróficas consecuencias que se derivarían para el país de prosperar un clima político proclive a la violencia de cara a los resultados del 28 de mayo.

Lo que pasa es muy simple. La violencia verbal, que con fruición cultiva y estimula el jefe del Estado da paso, inevitablemente, a la violencia física. Y, cuando ésta aparece, no es fácil eliminarla. Tanto más cuanto que si es la candidatura oficial la que promueve los hechos de violencia, como ha quedado demostrado, las otras candidaturas, al calor de los hechos típicos que acontecen en una campaña electoral, se encuentran fatalmente en la obligación de rechazar las agresiones que hayan recibido.

La única candidatura civilista, es de preverse que mantendrá la conducta cívica con que hasta ahora se ha manejado, haciendo uso del lenguaje sobrio y ponderado que ha sido uno de los rasgos distintivos de Claudio Fermín en todas sus actuaciones políticas.

No puede decirse lo mismo de la otra candidatura de oposición, la también militarista del exgobernador del Zulia, comandante golpista exitoso del 4F, camarada (¿entrañable?) del primer magistrado en la alborada del proceso de fundación de la “V República”, hoy distanciados y disputándole aquél a éste el disfrute del solio presidencial por el próximo sexenio. De mantenerse la pirotecnia verbal que en los últimos días ha recrudecido y la cual alimentan, por igual, el candidato oficialista y su principal contendor (encuestas dixit), es posible, en efecto, que la campaña electoral y la jornada de comicios concluyan abriendo paso a indeseables acciones de violencia que promuevan situaciones de mayor envergadura en ese terreno. Evitar que llegue a concretarse tan ominoso supuesto, debiera ser la aspiración y el compromiso de todos quienes estiman que debe avanzarse en el proceso de cambios institucionales en un ambiente de paz y de irrestricto ejercicio de los derechos y libertades que consagra la recientemente estrenada Constitución de la República (1999). Por ello, para derrotar a la violencia en cualquiera de sus etapas y manifestaciones (pre y post elecciones) no hay otro camino que el de la participación cívica, democrática y plural, acudiendo a los centros de votación el próximo 28 de mayo, para que sea la voluntad del soberano la que contribuya a sancionar la recuperación del deteriorado y golpeado estado de derecho y venza los propósitos autoritarios y hegemónicos que sostiene la candidatura oficialista.

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