Oportunidad histórica
El ataque de Luis Miquilena al discurso del presidente del Movimiento Al Socialismo (MAS), Felipe Mujica, pone de relieve una oportunidad histórica para la política venezolana. Los que ven los hechos como una inminente expulsión del MAS o una división del inexistente «polo patriótico»; o tal vez como un indicio de oportunismo político naranja [intento de abandonar el barco cuando empieza a hacer agua]; están dejando de ver lo que hace falta en Venezuela, y que ahora proponen sin decirlo, los socialistas light.
Miquelena dijo algo así: «No se sabe qué cosa es el MAS, allí hay todo un carnaval de posiciones», opinión que parece compartir Simón Sáez Mérida al decir que lo que pasa en el MAS es la consecuencia del totalitarismo ideológico del partido comunista, del cual surgió el MAS como una división. Sáez Mérida afirma que, liberados los masistas del liderazgo ortodoxo comunista que imponía una férrea disciplina partidista, los líderes jóvenes crearon numerosos grupos, tendencias, toldas, facciones y hasta individualidades que no permiten definir ideológicamente al partido naranja que recién acaba de cumplir treinta años de existencia.
En primer lugar, un partido político que no posea vocación de poder, no merece llamarse como tal, porque no se diferenciaría en nada de una «organización sin fines de lucro» o de una ONG de las muchas que abundan por allí -que sin buscar el poder sostienen claras posiciones políticas-.
El MAS, además de demostrar vocación de poder, ha sido el único partido venezolano que ha tomado, en las dos últimas elecciones presidenciales, la decisión correcta sobre el candidato presidencial adecuado al momento político. Gobernó con Rafael Caldera y ahora lo hace con Hugo Chávez. Hay que agregar también aquí, que es el único partido que sobrevivió el desmedido ataque que aún se libra contra el «puntofijismo», porque aunque no fue firmante del Pacto de Punto Fijo, si fue la principal maquinaria política y socio gobernante de uno de sus padres.
Es necesario una nota aquí. El comportamiento político, etiquetado despectivamente en Venezuela como «saltos de talanquera», merece ser cuestionado cuando los partidos son sólo eso, agrupaciones de oportunistas sin escrúpulos, que en un municipio odian a muerte a sus adversarios de otras toldas, mientras que en el vecino forman con ellos «un trío de alegres compadres» que sigue únicamente, los dictados de las encuestas de opinión.
Este comportamiento observado sin excepción por todos los partidos políticos venezolanos, desde la ultra-izquierda hasta la centro-izquierda (en Venezuela no existen partidos del centro ni de derecha, sólo matices desde el rosado amarillento al rojo purpúreo), impide a cualquier partido con vocación de poder mantenerse al margen de este hecho. Realpolitik, lo llaman.
El principal punto a observar aquí, y del cual no tiene ni remota idea Luis Miquelena y que parecer haber ser sido obviado por Simón Sáez Mérida, es que como dijo alguien por allí, sucedió algo innegable recientemente: la muerte de las ideologías. Su epitafio fue escrito en 1991 cuando llegaron a su fin 46 años de Guerra Fría.
Solo con sufijos como «ultra» ó «extrema», son concebibles hoy en día, partidos políticos que sigan un credo específico -de izquierda o derecha-. Los demás, los actuales, poseen en sus cuadros una gama de pensadores y posiciones, que a través del debate político interno, deciden los rumbos que deben tomar los partidos, y aún así, permiten además, la existencia de individualidades que no son pasados a los estalinistas tribunales disciplinarios, cuando ejercen su derecho humano a la objeción de conciencia. Valorar al individuo, lo llaman.
Los partidos del siglo XXI se rigen por «principios» y «programas políticos» (en el más amplio sentido del término, hasta abarcar, por ejemplo, tanto lo social, como lo económico). Esto es de lo que carecen los inescrupulosos saltadores de talanquera, quienes buscan el poder, sólo por el poder mismo; mientras que los verdaderos partidos forman alianzas con otros partidos que no desdigan de sus principios y programas políticos.
El MAS debe reflexionar y debatir sobre esto. Una excelente oportunidad es la propuesta de otros dirigentes de ese partido, distintos a su presidente, de someter a consulta de sus gobernadores, diputados, alcaldes, concejales; y hasta de la militancia de base, cual debe ser el camino que debe seguir el MAS en su relación con el MVR y Hugo Chávez. Por ello, no debe tomarse a la ligera la controversia causada por Felipe Mujica, porque de entrada afirmó una verdad tan enorme como un templo: los emeverristas no dialogan con nadie.
Si el MAS aglutina a sus dirigentes y militantes en torno a un programa político y a un conjunto de principios partidistas, le estará dando una gran lección a todos los demás partidos políticos de Venezuela. Así como Chávez tuvo en sus manos una oportunidad histórica para corregir los males que desde hace demasiados años no permiten a Venezuela ingresar al primer mundo, pero la desperdició; los masistas la tienen ahora como suya, esperemos que sepan aprovecharla.
No creo que seguir los métodos emeverristas de un ortodoxa disciplina partidista impuesta desde arriba, sea una opción disponible al MAS. A menos que su aspiración sea la de redactar su acta de defunción, para integrarse al MVR en un partido único. El MAS tiene abundancia de lo que carece el MVR para sobrevivir. Experiencia organizativa, líderes medios y bajos fogeados y reconocidos; y algo sumamente escaso, el know how que permite hacer funcionar a las ideas -en Venezuela-. Praxis la llaman. Los emeverristas sólo conocen la teoría.
Estoy consciente que esto se dice muy fácilmente, y que llevarlo a la práctica es una tarea titánica que comporta muchos riesgos. Ese es el reto del MAS. Puede ser echado al traste por el adagio que reza «Lo urgente no deja tiempo para lo importante»; pero puede ser salvado, si se analiza debidamente otro adagio que dice: «La búsqueda de la excelencia no deja que lo bueno suceda».
Todo partido político posee un promedio muchísimo mayor que el resto de la sociedad, de personalidades que intentan imponer su criterio sobre los demás al creerse dueños de la verdad. Esto no es en sí algo malo, porque se necesita de ese carácter para mantener en el rumbo fijado a cualquier partido político. Pero no hay que llegar al extremo de, por ejemplo, Acción Democrática, que primero alzó un bosque de manos para lanzar a Luis Alfaro Ucero como candidato a la presidencia, y después de haber sido masacrados políticamente, los sobrevivientes siguen destrozando las mijagas del partido, sólo para sentarse en un sillón que tenga un título que impresione a otros.
Insisto. Le llegó al MAS una oportunidad histórica.
Maquiavélicamente hablando, el MVR, luego de haber utilizado al MAS para llegar al poder y de haberlo masticado con todos sus caninos, incisivos, molares y premolares, pretende escupirlo. Pero lo que no están viendo esos estalinistas, es que el MAS tiene más probabilidades de hacerle exactamente eso a ellos. Pregúntenle a Felipe Mujica. También conversen con el «cura» Calderón.