EEUU quiere tumbar a Chávez
Con frecuencia recibo respuestas de lectores a mis artículos de opinión. Principalmente los que analizan el rol hegemónico de EEUU en el mundo. La mayoría llega por vía de internet. Unas de apoyo. Otras opuestas de manera agresiva. Un lector me pidió que en el próximo artículo hablara bien de los EEUU. Señala que, procediendo de esa manera demostraría mi equidad. Pues bien atendiendo a esa solicitud y en razón de tener motivos, lo voy a hacer.
Lo primero que debe destacar es la diferenciación entre gobierno y pueblo de los EEUU. Son dos categorías políticas desiguales. El pueblo norteamericano es una organización comunitaria que practica la democracia. Los deberes y derechos constituyen las normas éticas y morales que definen su comportamiento ciudadano. De hecho, la comunidad organizada interviene en la formulación de esas leyes y tiene el peso suficiente para señalar a quienes las incumplan. Su evolución y desarrollo se basa en el trabajo productivo que gira alrededor de la familia, como núcleo básico de sus razones existenciales. Sin llegar a dibujar la ilusión del paraíso, porque como conglomerado social integrado por humanos tiene imperfecciones, considero que la comunidad organizada del pueblo de EEUU es lo más cercano al ejercicio de la democracia directa. Afirmaciones que hago en base a mis propias experiencias de vida en ese país. Dos años en Boston, tres en la Florida y Nueva York. Familia directa establecida definitivamente allá. Viajes frecuentes para atender las relaciones de amistad y comerciales que aún mantengo. Nexos con las universidades donde realicé mis estudios de postgrado, los cuales durante 20 años no han variado.
Ahora bien, la comunidad organizada de EEUU es una cosa. Pero el gobierno y las cúpulas que representan los intereses del dominio mundial es otra. De eso no puedo hablar bien cuando a los pueblos y gobiernos de la América Latina y del resto de los países del sur, quieren someterlos como si fueran parte de una maquinaria global que produzca resultados favorables a sus intereses. Intereses que no son los de la comunidad norteamericana, sino los que determinan los beneficios y la acumulación de capital de las grandes corporaciones multinacionales. Esa cúpula de dominio es la que ha incentivado las guerras territoriales, religiosas y económicas en el mundo. Es la que manipula a la ONU, la que controla a la nueva OTAN, maneja a su discrecionalidad a la OEA, reemplazó la guerra fría por la lucha contra la masa y el narcotráfico. Excusas para imponer criterios geopolíticos en base a la defensa de una democracia mundial definida a sus conveniencias particulares.
Específicamente con respecto a Venezuela, además de desconocer la soberanía nacional sobre las aguas territoriales del golfo, quieren ahora juzgar al gobierno y estimular a las fuerzas contrarias para desestabilizarlo y aniquilarlo. Las declaraciones del congresista Díaz Balart, recogidas por El Universal el 31 de enero, es una muestra de las pretensiones de esa cúpula. Su intencionalidad va más allá de la declaración de prensa. El gobierno de Venezuela no es de su confianza. Es su adversario. Por lo tanto, hay que estimular su caída como sea. Aupar a los opositores para que lo tumben. Lo que indica que en el futuro inmediato van a desarrollarse acciones en Venezuela como en otras épocas se hicieron en Chile, Nicaragua, El Salvador, Panamá. Entre ellas, el Plan Colombia que apunta hacia eso. Lo de Díaz Balart es intromisión y hay que rechazarlo.
De tal manera que, por todo lo que subyace en la cúpula de poder que quiere controlar al mundo, es imposible hablar bien de ella. Y mientras existan motivos y me alcance la capacidad para emitir juicios, siempre denunciaré sus intenciones. Nunca será lo mismo el pueblo de EEUU que su gobierno.