Opinión Nacional

¿De Allende a Chávez?

Se ha estado acusando al Ministro de Educación, Cultura y Deportes, Héctor Navarro de fanático, dogmático y otras cosas que lamentablemente no agregan nada a la controversia causada por un decreto administrativo y burocrático que no debería tener ninguna connotación en especial más allá de lo que éste realmente significa.

Pero, esto no es todo. Han aparecido las “viudas de Pinochet” para pontificar sobre lo malo que fue el gobierno de Allende en Chile (1970-1973) y de cómo este político estaba preparando a los niños chilenos para que fueran vendidos a los moscovitas que se los comerían como un envoltini. Por cierto, en Chile se les dice a los envoltinis, “niños envueltos”.

Cada vez que el gobierno venezolano da un presumible mal paso, o decide alguna política que no gusta a los sectores conservadores que no entienden el postmodernismo chavista, ni entienden la necesidad del régimen de darle una base sustentable al neoliberalismo social (¿La Tercera Vía de Madame Clinton?), que se está tratando de implantar con un discurso populachero para la chusma y liberaloide para quienes saben oír dentro del “aparatik” de las grandes mega corporaciones, aparecen los “allendólogos” y los “expertos” en marxismo que nunca, jamás han leído ni siquiera la mitad de los tres tomos de “Das Kapital”, o que ni siquiera han leído a Marta Harnecker, o a Joan Robinson, para entender que proponía Marx en su doctrina educacional, si es que hubo alguna, cuestión que habría que analizarla desde la perspectiva del significado de la historia económica y desde el punto de vista del significado de la dialéctica histórica en función de la evolución y de los cambios sociales.

Es cierto que Marx, como lo hicieran en su oportunidad Smith, Ricardo, Bentham, Simón Rodríguez, Andrés Bello, y muchos más, en especial el Papa León XIII con su famosa encíclica Rerum Novarum (1891), entendían que la base fundamental del sostenimiento del Estado se encontraba en la educación; sin embargo Marx y la mayoría de los grandes pensadores abogaban también, coincidencialmente, por lo mismo que hoy se supone deberían abogar los miembros de la derecha, es decir la destrucción del Estado.

La encíclica “Rerum Novarum”, tan olvidada por los recién aparecidos “defensores de la Fe”, sostenía que la propiedad privada era un derecho natural, “dentro de los límites de la justicia”, pero condenaba al capitalismo como “causa de la pobreza y degradación de muchos trabajadores”. Destacaba algunos aspectos del socialismo (que consideraba cristianos). El Papa, recomendaba que los católicos, si así lo deseaban, organizaran partidos socialistas propios y uniones de trabajadores bajo principios católicos; de esta manera, la Iglesia buscaba un camino intermedio entre el socialismo marxista y el capitalismo. Entre las principales cuestiones que León XIII planteaba como obligaciones del Estado, se encontraba, obviamente, la educación, por lo tanto se le reconoce a éste un rol positivo y necesario en la preparación de los “cuadros trabajadores”.

En relación a la aparición del controversial Decreto 1011 que en sus tres artículos no hace otra cosa que reformar algunas cuestiones inherentes al ejercicio de la profesión magisterial se ha armado un revuelo tan grande que si no fuera por lo exagerado parecería parte de un dogma de alguna institución religiosa fanática de esas que matan a sus seguidores. El problema fundamental es la creación de los “supervisores itinerantes” quienes velarán por el buen desempeño de las escuelas, liceos y colegios públicos y privados tanto en lo pedagógico como en lo concerniente a la infraestructura física y a la parte alimenticia. Esto es realmente necesario y aportaré tres muestras de la enseñanza en escuelas privadas: 1) Mi ahijada estudia en la Escuela Tricolor; ella cursa 5° grado y tiene 10 años de edad. En un examen de “Sociales” se le pidió definir democracia y política. Ella contestó que “ambas definiciones las había dado Aristóteles en el siglo IV antes de Cristo….” La “maestra” la regañó, le dijo que eso no era así y le puso una mala calificación, obviamente. 2° – Niurka, de 10 años estudiaba en el mejor colegio privado del Tuy. La profesora le dijo a su clase, con todo desparpajo, que “las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki fueron lanzadas por los criminales rusos…” 3° A Lola, de 8 años, en una escuela privada de Maracay, se le dijo en clase que “el metro de Caracas se abastecía de electricidad directamente desde Francia…” – Estos tres ejemplos no merecen mayores comentarios.

II

Un señor llamado Marco Polesel, a quien le podría haber servido un Supervisor Itinerante para mejorar su debilidad lingüística, plantea en El Globo del 3 de enero del 2001 (p.21) que durante el gobierno del doctor Allende Chile experimentaba “un programa gubernamental, de corte socialista (sic), a imagen y semejanza del modelo cubano, concebido dentro de la Unidad Popular, una colación de partidos comunistas, socialistas, socialdemócratas y movimientos guerrilleros de extrema izquierda (sic). Se trataba de un plan cuyo propósito era, el transformar a la sociedad chilena hacia un modelo marxista (sic), de intervención, administración y dirigismo (sic) estatal de toda la sociedad” – Más adelante, y con el fin de atacar un presunto modelo educacional chavista, arremete en contra de la Escuela Nacional Unificada, modelo preparado por el Ministro de Educación de Chile, Palma, quien no lo discutió ni en consejo de ministros ni lo discutió con los sectores sociales involucrados. Este modelo, basado en las teorías educativas de Simón Rodríguez, en torno a una educación universal, integral, integradora y laica, aumentaba la escolaridad de los niños haciendo que la educación obligatoria parara de los 14 años a los 16 años; permitía al niño, de acuerdo a sus aptitudes, diferenciar su educación en la mitad de su escolaridad para lo cual se podía elegir hasta entonces la educación humanística y científica, agregándosele la educación técnica. Los planteles educacionales privados se mantenían bajo la supervisión del Estado Chileno, como había sido toda la vida; por ejemplo, los exámenes de fin de año para los planteles privados debían rendirse en una institución estatal; en otras palabras se mantenían los principios bellistas.

El problema que tuvo el Ministro Palma con la Iglesia se debió a que ese señor, quien era masón, no actuó con mucho respeto con la Jerarquía y la ignoró en la preparación de “su proyecto” el cual de marxista no tenía absolutamente nada pues no existe, que se sepa, un proyecto de educación marxista. Hay que recordar que la jerarquía de la Iglesia Católica chilena, con excepción del arzobispo de Valparaíso Monseñor Covarrubias, a quien nadie tomaba muy en serio pues él se dedicaba a excomulgar a las “lolitas” (pavitas) por usar bikinis o minifaldas, estaba toda a favor del gobierno de la UP que estaba integrado además de los partidos que menciona el “experto” en política señor Polesel, por el MAPU (partido de los trabajadores Cristianos), por el MAPU-OC, partido de los campesinos católicos; por el Partido Radical, socialdemócrata; por la Izquierda Cristiana, partido originado de la democracia cristiana, casi todos “tomicistas” (seguidores de Radomiro Tomic y la Rerum Novarum), el API, partido de los árabes, y otra cantidad de partidos menores y/o regionales que al final del día sumaban el 51% de votación de la UP. Ni el MIR ni otras agrupaciones de las llamadas “guerrilleras” por el “politólogo” Polesel, pertenecían a la Unidad Popular y más bien eran grupos pequeños rechazados por maoístas los cuales finalmente terminaron apoyando al sátrapa Pinochet; entre los destacados miristas podemos nombrar al famoso ministro de economía de Pinochet el señor Bucher.

El gobierno de Allende si pensaba instaurar el socialismo en Chile; eso no lo negaba el régimen que durante su gestión logró renovar la sociedad chilena, nacionalizando industrias como la del cobre y empresas como el monopolio telefónico y acelerando las expropiaciones de la reforma agraria. Durante los mil días de Allende se produjeron algunas políticas que serían irreversibles; por ejemplo: la nacionalización del cobre que tuvo que ser mantenida por la dictadura; la reforma agraria, la cual también tuvo que ser respetada por la dictadura; y, la nacionalización de ENTEL, la empresa matriz de las telecomunicaciones de Chile. Por otro lado, nadie quiere recordar que durante los mil días de Allende el PIB en Chile creció en un 7% promedio; el desempleo bajó a un 2,8%, el analfabetismo fue erradicado; no existía la buhonería o economía informal como la llaman pomposamente los neoliberales; no había corrupción en el aparato público; se respetó la carrera administrativa la cual era por méritos.

Allende fue uno de los políticos más democráticos que dio el siglo veinte. Es de mal gusto compararlo a él y a su corta gestión, que fue, por si no lo sabía el señor Polesel, adversada por EE.UU., por la URSS y por China, con políticos de otras latitudes. Allende no pensaba ser dictador ni los aceptaba. No era capaz de censurar a nadie y no lo hizo. Es más, posiblemente su pasión por el diálogo y su respeto al pensamiento de los demás fue su perdición. El decía que haría un socialismo “con vino tinto y empanadas”, refiriéndose a la comida tradicional chilena. No pensaba copiar “ismos”, ni tomar recetas que no servían. Allende y la mayoría de la muy calificada y educada sociedad chilena, con una nación en donde había un poeta por cada cien habitantes y un intelectual por cada cincuenta, no podía darse el lujo de copiar recetas del capitalismo de Estado fracasado ya en la URSS, en Cuba y en otras naciones. Socialismo es traspaso de la propiedad de los medios de producción a los trabajadores: obreros, empleados, técnicos, profesionales, científicos, etc. Y no el traspaso de los medios de producción a la burocracia estatal. Durante Allende no hubo, ni él lo hubiera permitido, un sistema de Capitalismo de Estado, pues éste no es democrático ni soluciona los problemas de redistribución de la renta.

Nunca hubo, como lo dice Polesel, ataques a las tradiciones chilenas, ni a su cultura, ni a su historia. Solo alguien que no entienda la historia podría aseverar eso del gobierno de Allende. Ahora si llevar una orquesta filarmónica, o al ballet nacional, o a Claudio Arrau, o al mejor teatro del mundo a las fábricas, a las plazas públicas y a los barrios era un atentado contra la cultura, bienvenidos sean esos atentados. De repente en uno de esos atentados el señor Polesel podría escuchar la Novena Sinfonía lo cual le ayudaría al crecimiento de sus neuronas.

Si enaltecer la figura de O’Higgins por haber sido un socialista utópico y haber tenido una relevancia especial la figura del Presidente Mártir José Balmaceda y haber destacado la figura de Manuel Rodríguez era atentar en contra de los padres de la patria, bueno, dejémoslo así, pues obviamente, alguien tiene aquí una confusión histórica y ese no soy yo.

Por otra parte, me gustaría saber que es lo que entienden algunos filibusteros de la politología por “ideologías foráneas”; ¿será que el señor Polesel estudió en Rapa Nui, en quechua, en Mapuche o su “Magíster” es obra de la cultura helénica y románica adosada con un poco de judaísmo, budismo, mahometanismo, hispanismo, y otras tantas necesarias para la formación del ser moderno?

No es ético tratar de hacer falsas comparaciones históricas cuando no se conoce la historia. Allende lo único que tenía en común con Hugo Chávez, fue su gusto por la poesía de Neruda. En lo político, en lo social, en lo económico, incluso en lo religioso, no hay nada, pero absolutamente nada en común. El gobierno de Allende fue corto y exitoso; fue unos de los gobiernos más exitosos de la década del setenta y por eso ni la guerra fría, ni las superpotencias de la época podían aceptar su vía pacífica, democrática e ilustrada hacia el socialismo. Para que eso no sucediera había que asesinarlo. El tristemente célebre señor H. Kissinger lo puso de esta manera (ver grabaciones de la CIA por Internet): “Allende es más peligroso que Castro; hay que eliminarlo. En otro caso estaremos ante un sándwich rojo con un socialismo democrático avanzando del sur hacia el norte…”

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