¿Ingenuidad o ignorancia?
Después de leer las declaraciones de la vicepresidenta de la República a propósito del comportamiento de la prensa estadounidense, cabe preguntarse si la alta funcionaria ejecutiva peca por ingenua o por ignorante con relación al tema, pues de otra manera no se explica su afirmación de que “los venezolanos que viven en Washington, responsables de la crisis económica, social y política del país, tienen recursos para pagar editoriales, desacreditar la gestión gubernamental del presidente Hugo Chávez y generar una opinión en contra suya” (El Nacional/ 06-01-2001). Si, además, se toma en cuenta que la vicepresidenta regresa al país para ocupar la elevada posición pública que se le ha confiado, después de vivir varios años en Washington como representante venezolana ante el Banco Interamericano de Desarrollo, resulta difícil de entender la alusión a la capacidad de algunos compatriotas, que no identifica, para influir sobre las políticas editoriales de medios tan prestigiosos como serían, por ejemplo, The Washington Post o The New York Times que son, entre otros, de los que efectivamente han editorializado en tiempos cercanos respecto a la situación venezolana.
Pretender que la gran prensa estadounidense, de la cual son muestra manifiesta los diarios mencionados, además de otros de comprobada reputación como The Miami Herald o Los Angeles Times, estén dispuestos a fijar sus líneas editoriales atendiendo a los intereses políticos o económicos, por muy respetables o poderosos que sean, de personas de otros países distintos a los Estados Unidos de América, es algo risible si quien lo dice es alguien sin representatividad alguna. Pero que sea nada menos que la vicepresidenta ejecutiva de la República Bolivariana de Venezuela, quien lo asevere, indica por parte de la funcionaria en cuestión una carencia absoluta de sindéresis o de capacidad para juzgar rectamente, al menos en cuanto al asunto objeto de este comentario.
Aún más, es bien sabido que las políticas editoriales de los medios estadounidenses, en el campo específico de las relaciones internacionales, responden en gran medida a intereses coincidentes, en la generalidad de los casos, con todos aquellos principios que el sistema democrático vigente en la nación norteamericana, ya por más allá de dos centurias, ha adoptado en las más diversas esferas y que sirven de soporte a las líneas maestras de su política exterior.
Promover una cruzada internacional para neutralizar la supuesta campaña orquestada (sic) desde el exterior contra la “revolución bolivariana, democrática y pacífica”, que es otra de las cuestiones asomadas por la vicepresidenta ejecutiva, resulta tan fuera de lógica como lo otro y, por razones similares, puesto que estos medios, no únicamente los estadounidenses, sino también otros de América Latina y de Europa, al comentar la situación venezolana, no hacen nada distinto que no sea el correcto y oportuno ejercicio de la libertad de prensa que, como es bien sabido, está plenamente protegida y reconocida internacionalmente por diversos instrumentos que Venezuela no sólo ha suscrito sino que también ha ratificado y, por tanto, están incorporados a nuestro ordenamiento jurídico vigente.
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