Opinión Nacional

Las Lecciones de Venezuela

Los estudiosos como también, los periodistas y
mandatarios, diplomáticos y observadores, no han
podido aún acertar en una explicación satisfactoria de
la naturaleza y las significaciones de lo que viene
ocurriendo en nuestro país.

Específicamente la que se refiere a la tenaz lucha y a
la ejemplar conducta que ha desplegado en innumerables
jornadas de paros, marchas y protestas pacíficas,
sectores que en este momento representan la pluralidad
de la composición de todos nuestros grupos sociales,
contra el régimen del presidente Chávez.

Desde luego, que el primero que no lo ha entendido es
el propio Chávez, obstinándose criminalmente en
permanecer en el poder; resistencia que nos atrevemos
a asegurar que le será inútil, no importando los
medios que emplee para tratar de impedirlo, ni el
tiempo que quiera tardar en comprenderlo, pues se está
enfrentando a una fuerza vital que era desconocida,
incluso para todos nosotros siendo sus actores y
protagonistas.

Las explicaciones en los juicios de quienes siguen de
cerca el conflicto, son parciales e incompletas y no
logran escudriñar el fondo de lo que está pasando
aquí. Ello les ocurre, por su insistencia en aplicar
un modelo de indagación que se refugia en esquemas
convencionales, muy influidos por la sociología
tradicional, una parte de ella de raigambre marxista,
que se contenta con despreocupada simplicidad a
considerar que la reacción hacia el régimen
bolivariano se concentra en el amotinamiento provocado
por la clase política y las oligarquías económicas
desplazadas de los privilegios del poder por un
gobierno popular; y por otra parte, los que se
resignan en atribuir el estado de insurrección
pacifico, a la reacción ante un gobernante parlanchín,
autoritario e incapaz que simplemente no sabe gobernar
ni darle resolución a los problemas nacionales.

Admitimos, que ni el enfoque marxista- que es el que
acopla el gobierno a las justificaciones de su
ineptitud y tiene apologistas y algunos respaldos
internacionales -, ni los que prefieren ver la actitud
y conducta de nuestra gente en la calle protestando y
pidiendo elecciones como episodios más o menos
esperados de combate a un revelado despotismo,
constituyen diagnósticos completamente erráticos, pero
tan sólo registran y sumariamente, una parte muy
estrecha de la verdad de lo que nos sucede.

A nuestro juicio, Venezuela en el campo de la acción
histórica, viene demostrando, que esa infatigables
frases «alma nacional e «identidad nacional» de las
que tanto se ha hablado, pero que nadie sabía
exactamente lo que eran por ser difusas e huidizas más
propia en la reflexión de los cenáculos de nuestros
sociólogos e intelectuales, no era algo abstracto,
quimérico e inasible, sino que el ver, ser y sentir el
mundo de una determinada manera suficientemente
homogénea se ha manifestado con el rechazo al actual
irracionalismo político de un modo práctico, real y
tangible.

El chavismo o como quiera llamarse, no lo viene
conteniendo un adversario político cualquiera que se
llama la oposición, la coordinadora o la CTV, lo que
lo derrota está en un lugar de la conciencia colectiva
a los que no podrán llegar jamás los tanques de
Chávez, las peinillas de la GN, o las molotov y balas
asesinas de sus Círculos Bolivarianos. Los
observadores de la tragedia venezolana, muestran una
incomprensión de este fenómeno y no evaluamos estéril
el persistir en que lo corrijan.

Aquí no hay ninguna revuelta ni conspiración
apuntalada por grupos oligárquicos cuyo propósito es
desalojar del poder un gobierno legítimo elegido
mediante el sufragio. El desafío al orden que se
quiere imponer, es una lucha que se ha librado en un
terreno mucho más trascendente, cuya verdadera espina
dorsal y fuerza decisiva reside en unos valores, no
solamente relacionados con la cultura de la
convivencia política, sino los que abarcan la
reflexión más intima y compartida, continuidad
histórica de lo que nos define en nación.

Energía telúrica e incontenible del «carácter
nacional».

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