La Máquina de Mentir
El gobierno actual se recordará en el futuro por sus crímenes, su intolerancia, su corrupción, su desprecio a los adversarios, pero, tal vez arropando todo eso, por su compulsión a mentir. Sin excluir ningún segundo, niegan lo que está ante los ojos del común de los ciudadanos. Es una militancia obcecada en el partido de la mentira.
Hay casos patéticos. José Vicente Rangel se asoma a la calle enfrente de su despacho, en medio de una nube lacrimógena y asegura, sin que se le mueva un músculo de la cara, que todo está normal. También él afirma, después que los Círculos del Terror han vaciado sus pistolas sobre periodistas y manifestantes, con el testimonio gráfico imborrable de Tal Cual que muestra a uno de los pistoleros en pleno ejercicio revolucionario, que “todos” hemos ganado, que todo ha salido muy bien, saltando sobre una centena de heridos, varios de ellos de bala. También suele decir, cada vez que un militar desobedece a Chávez, que todo está sobre rieles. Cuando las hordas criminales oficiales avanzan, impertérrito afirma que la situación está normal, y cuando puede zahiere a la oposición, con su pregunta de “¿cómo les quedó el ojo?”. Lo más reciente es que el batazo de la Sala Constitucional contra Chávez “no es ni victoria ni derrota” para nadie.
Por su lado, Tarek William Saab, después que los pistoleros del lunes pasado hicieron su faena canalla enfrentando a decenas de miles de manifestantes pacíficos, habla en ese lenguaje brumoso y mentiroso, según el cual hay que desarmar a los “extremistas de ambos bandos”, como si los extremistas del chavismo que usan armas de fuego para herir y matar, fueran equiparables con los “extremistas” de la oposición cuyo máximo extremismo es gritarle improperios al gobierno y sus representantes.
Así son todos los próceres del derrumbe revolucionario. Mientras el país se cae a pedazos, Chávez, en sus programas, habla de los meses tan “bonitos” que la sociedad vive. Recuerda el país que se construye día a día, que nace al redoble de la revolución “pacífica y democrática”, en tanto la empleada de la Alcaldía Mayor se recupera del puñetazo revolucionario o el periodista ecuatoriano de Associated Press Televisión se recobra del tiro que lo hiere. A las marchas extraordinarias de la oposición acuden unos escasos miles de partidarios, mientras a las organizadas por el gobierno, a punta de presupuesto público, van millones según la versión oficial. Iris Valera, con su capacidad de odio intacta, retuerce todo lo que observa para convertir a los ciudadanos opositores en conspiradores agavillados. Pedro Carreño imagina maquinaciones electrónicas e intergalácticas y las espeta como si las creyera desde siempre.
¿Cinismo? ¿Hipocresía? ¿Repetir la mentira hasta que se transmute en verdad? Posiblemente hay de todo eso. Pero hay algo más. Es evidente que los personeros del régimen no creen lo que dicen; es evidente que no aspiran a que los demás ciudadanos lo crean; ni siquiera cuentan con que éstos creerán que ellos creen lo que afirman. Entonces, ¿si todo su discurso es mentira y si todo el mundo lo sabe, por qué dicen lo que dicen?
Es posible que el parentesco del mundo oficial esté más cerca del teatro del horror, que de las mentirillas que suelen infestar el mundo de la política. Los representantes del régimen no están ocupados de la verdad ni de la mentira, sino del ejercicio salvaje del poder. Por ello disponen de una escenografía, de unos roles, de unos ropajes y de un discurso, cuyo centro es sostener el tinglado en el cual depredan y exterminan a sus enemigos.
Cuando los más hablachentos dicen que la oposición es reducida, que las marchas que hace son mínimas, que los dirigentes son unos conspiradores, que los que transitan en Altamira son golpistas, que los que asesinaron el 11 de abril no son de ellos, que la situación económica está mejorando, que los pobres son menos pobres, no aspiran a que nadie les crea, sólo aspiran a que sus acciones y posiciones tengan un sentido. Ellos quieren decirse a sí mismos que están haciendo una revolución; quieren que Lina Ron, entre asalto y asalto contra los enemigos, le dé una lógica a sus actos; aspiran a que los encapuchados se ubiquen como una vanguardia de esa revolución que sólo tiene lugar en el teatro que dirige Chávez. No se trata de que nadie crea nada; se trata de darle sentido a las acciones en las cuales muchos empeñaron sus vidas, aun a costa de suprimir (en ocasiones físicamente, pero en todo caso moralmente) al enemigo.
La revolución es pura utilería. Todo es falso, pero todo es emocionante para sus protagonistas. Chávez se transmuta en Allende, Gaitán o Fidel, para terminar, como será inexorable, en ese lamentable personaje que es el propio Chávez. Aquélla es Rosa Luxemburgo. Este es el Che, el de más allá es Lenin. Mentira. No son eso. No son ni siquiera lo que eran. Son los residuos de sus sueños, ambiciones y perversiones.
Al final, mienten para decirle a los suyos que los propósitos no eran espejismos, que la revolución no era una ensoñación. Mienten para decirle a los irredentos que no es que están robando sino haciendo expropiaciones revolucionarias; que no están matando sino ajusticiando al enemigo. Mienten para decirles que no se impacienten, que están construyendo el porvenir desde los torreones de sus fortalezas de cartón, meros biombos detrás de los cuales depredan sin cesar la esperanza de los que creyeron en ellos.
En el fondo mienten para que Lina Ron, aguerrida y fajada, no se deshaga en llanto por lo que han hecho con su entrega. O para que mi amigo Víctor Belis, dirigente del MVR de Caracas, piense que los sueños que tuvo se hicieron realidad y no vuelva su pasión contra los estafadores.
Mienten para sostener el tinglado del cual comen. Mienten para poder seguir mintiendo. Mienten para no suicidarse.
Discretamente
. Espionaje. Están espiando con toda la tecnología de punta a los representantes de la oposición en la Mesa de Negociación. Y a Gaviria también.
. Extraño. Rangel le dice a Chávez que él (Rangel) “es más odiado que el propio Presidente”. Chávez lo ha contado con sorna, porque presiente que su colaborador está dispuesto a dejarlo con los crespos hechos como dejó a Miquilena.
. Fracturas en la plataforma. Me cuentan que hay una fuerte crítica al otorgamiento de licencias a «dedo» del MEM, en el proyecto plataforma deltana. En PDVSA están preocupados porque algunos grupos ofertantes podrían retirarse. Con la estrategia «apurada» para diciembre las ofertas van a ser mas blandas.
. Altamira. ¿No se quería que la FAN dejara de apoyar a Chávez? Se ha logrado. Enfrentar lo que los militares hacen en Altamira es no entender que su acción forma parte de la desobediencia general democrática del país. La Coordinadora, las marchas, las firmas y los militares en Altamira, todo junto, han generado el extraordinario poder que hay hoy en la calle.