Opinión Nacional

Presunción de trascendencia

A pesar de todos los fracasos exhibidos por el gobierno a lo largo de casi cuatro años, aún tiene sus adeptos. Olvidemos la vanidosa propaganda oficialista que dice reinar mayoritariamente en la escena, pues, constituye una torpe y desesperada exageración deshecha en las calles ya ¿definitivamente? perdidas. Reconozcámoslle una influencia importante que registra la popularidad del mandatario en las vecindades del 25-30%, pero –igualmente- deduzcamos un núcleo muy minoritario de endurecidos, sectarios o fanáticos que ronda el 5-7%.

Lo anterior equivale al reconocimiento de un porcentaje significativo de seguidores de muy buena fe y que aún presumen que el proyecto ganador en los comicios de 1998, está signado por la trascendencia. Ocurre que el teniente coronel Chávez tuvo como patria el mero azar, sino respondió –aún sin comprometerse voluntariamente- a una voz de justicia social que se hizo sentir en las propias profundidades del sistema político en decadencia. Ahora bien, existe una posibilidad y una constatación en el marco de la actual crisis.

Por una parte, que el llamado –quizás transitoriamente chavismo- debe fundarse y articularse en un proyecto decidida e inequívocamente democrático e independientemente de las ambiciones y arrogancias del vecino de Miraflores, capaz de echar mano de cuanta idea exista para mantenerse con las llaves de palacio. Sugiere una decantación y actualización ideológica que hoy resulta dificilísima al verse hipotecado, por un caprichoso tendón geopolítico, al célebre dictador cubano. Y obliga a una sinceración de los cuadros dirigentes que es dificultada, en virtud del otro tendón que hala inmisericorde, a la necesidad de mantenerse en el poder para los negociados de rigor, porque las facturas acumuladas por la corrupción resultan incómodas debajo de las alfombras del disimula.

Por otra, ya se hizo patente en los primeros capítulos del régimen, porque la purga de la que hemos sabido contaminó de insultos y amenazas, pretendiendo la decapitación política, a personas que disintieron de un estilo y un contenido de conducción sin renunciar al proyecto original. Cuestión de matices pudo ser, pero la realidad mostró toda su faz y descubrieron el fondo de un autoritarismo insoportable. Luego, no ha sido fácil para ese chavismo moderado, por denominarlo de alguna manera.

Demandamos un reconocimiento a la pluralidad y, por demasiado revanchismo que gane intereses en la bóveda de quienes sufren el actual orden de cosas, no queda otro camino que reconocer a ese “chavismo” minoritario, pacífico, y democrático en un futuro, víctima del propio Chávez. Es necesario abonar el terreno para que comprendan que todos convivimos y asuman el reto de compartir el destino.

Esa versión del “oficialismo” (pues, al dudar, creemos que no es gobierno), a nuestro juicio, está equivocado, pero tienen derecho a existir bajo el sol, porque la trascendencia es de presumir en toda persona humana y proyecto colectivo. Tanto como hoy reclamamos el nuestro. Un poco de serenidad y cordura ayudará a aclarar el horizonte y recuperar la razón, la que creímos perdida en el marasmo de estos largos y últimos siglos, no otros que los de Chávez.

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