Opinión Nacional

De la polarización a la confrontación

Después de la memorable jornada del 10 de octubre, sin llegar a pecar de optimistas a ultranza, era factible vaticinar que se abrirían espacios para la negociación política que, hasta entonces, habían estado vedados. Sin embargo, todo no pasó de una falsa apreciación y, horas después, se impuso la visión realista que se ha ido acentuando en la crisis de gobernabilidad que afecta al país, de que la polarización existente dará indefectiblemente paso a la violencia, o sea, a la confrontación irremediable.

No de otra manera puede comentarse lo acontecido en los últimos días. El programa ¡Aló, Presidente! del 12/O ya adelantó lo que vendría después con la contramarcha organizada en la siguiente fecha por el oficialismo, en la cual el presidente de la República volvió por sus fueros y olvidó todos aquellos propósitos de enmienda y rectificación que había ofrecido a raíz de los sucesos de abril. Y que, en alguna medida, fundamentaron las gestiones de la misión internacional OEA, PNUD y Centro Carter, que habían avanzado hasta el punto de contar con una proyectada Declaración de Principios asomada por el Secretario General del máximo organismo regional, texto de compromiso político de cara a una negociación efectiva, cuya firma por el gobierno y por la oposición estaría por confirmarse después de la “Toma de Caracas” y de la anunciada vuelta al país del alto ejecutivo interamericano. Lo uno y lo otro se han cumplido a medias. La Coordinadora Democrática, al parecer, ha entregado al representante de la OEA en Caracas el documento en cuestión con un anexo que, a estas alturas, se desconoce si será aceptado por el jefe del Estado, lo cual será factible precisar al regreso de la jira europea emprendida esta misma semana por el titular del Ejecutivo Nacional. Y, en cuanto al doctor César Gaviria, cuya visita a Caracas ha sido pospuesta, estará seguramente reflexionando muy seriamente sobre las perspectivas que ofrece la aplicación de la Carta Democrática Interamericana a fin de encontrarle una salida institucional a la situación venezolana.

Mientras la oposición al régimen, cobijada bajo la CD, trabaja puntualmente para que la transición democrática sea lo menos traumática posible y, en tal sentido, acordar un programa mínimo de gobernabilidad, el oficialismo no hace otra cosa que profundizar las diferencias entre uno y otro sector, descartando desde el principio cualquiera proposición destinada, entre otras, a convocar al electorado a un referendo consultivo o a promover en el seno de la Asamblea Nacional una enmienda constitucional para reajustar la duración del período presidencial.

Hay quienes estiman que la actitud del oficialismo y, en particular, la del jefe del Estado, es cónsona con el proyecto primigenio de robustecer la “revolución bolivariana” a través de la violencia y de la confrontación. De resultar cierto este supuesto, no habría otra cosa que hacer distinta a la de fortalecer el movimiento de oposición al proceso debilitando, en consecuencia, las bases del oficialismo, como ha ocurrido hasta ahora. Al respecto es necesario explorar las vías que conduzcan a vigorizar la unidad dentro de la diversidad y la pluralidad en el seno de la CD, a fin de que ésta sea una de las alternativas posibles en cuanto a promover el establecimiento de la temporalidad necesaria con vistas a la recuperación de la institucionalidad democrática y el ejercicio pleno de las libertades consagradas en la Constitución de la República.

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