La hora de la verdad
Venezuela ha pasado en su larga historia republicana por un sinnúmero de etapas y situaciones muy embarazosas. Sin embargo, la constante es que en sus peores momentos nuestra sociedad organizada ha sabido vislumbrar salvo algunas excepciones decisiones acertadas. Lo cierto del caso es que la cinta elástica que rodea nuestro sistema político y nuestro propio aguante como seres humanos llegó al tope, de lo cual sólo es responsable el actual gobierno que queriendo hacer mucho no ha sido capaz de hacer nada.
Las consecuencias de la pésima gestión han comenzado a manifestarse de forma radical y continua en nuestro diario vivir. Ese es el mejor espejo y la mejor encuesta de lo que han sido estos años de revolución bonita y pacífica. De manera que si en algún momento la gente dudó de la incapacidad e irresponsabilidad del gobierno actual y de todos los actuales representantes del oficialismo, hoy no nos cabe la menor duda de su ineptitud e irresponsabilidad al no haber tomado las medidas correctivas necesarias para que nuestra economía despegara, se reactivara y que junto a otras medidas y planes en su conjunto lográramos sino mejores niveles de vida, por lo menos no seguir en la caída vertiginosa que tenemos como sociedad. Cuestión está que incluye reducción drástica de nuestros ingresos, más inflación y desempleo, menos trabajo y productividad, más hambre, más inseguridad y naturalmente la perdida de esperanzas y expectativas.
Ahora bien el problema a nuestra manera de ver las cosas es de tal magnitud que no sólo acabará con el capítulo Chávez, sino y además nos dejará en unas condiciones socioeconómicas y desequilibrios que difícilmente podrán corregirse en el corto y mediano plazo y que requerirán no sólo de pantalones, sino de todo un equipo extremadamente calificado de gerentes y profesionales que traten de reorganizar el gallinero económico y conseguir al mismo tiempo una nueva arquitectura político – institucional aunque sea de manera transitoria.
Este gobierno ciertamente se ha excedido a niveles nunca vistos de hostilidad, irrespeto del Estado de Derecho y corrupción. ¿Cuanto más nos falta ver y padecer a los venezolanos? De nada sirve que tengamos semana a semana la visita de equipos y observadores de la ONU – OEA – IIDH – CAPEL – VATICANO y demás organismos los cuales han venido haciendo algunos señalamientos puntuales, pero dichos señalamientos pareciera que pueden ser catalogados como “ornamentales” dado que el gobierno muy poco los ha tomado en cuenta.
Es lamentable para todos los venezolanos la carga de angustia e incertidumbre que semana a semana nos transmite el gobierno en sus ejecutorias y decisiones, estas afectan no sólo a la economía en un nivel macro, sino y además a todos los ciudadanos en un nivel micro, quienes hemos comenzado a mostrar un cierto desasosiego hacia la promesa de un cambio por vía de una supuesta revolución pacífica que al igual que el demonizado capitalismo salvaje, produce cada día más miseria en nuestra población, si eso es así en el septiembre y el octubre bonito, cómo será cuando vengan los meses feos.
Urge recuperar la institucionalidad de la democracia como tipo de ordenamiento político, lo cual pasa por una crítica al excesivo personalismo – mesianismo con todos sus vicios y distorsiones que definen la actual gestión en aras de recentrar y revalorizar a las instituciones en toda su dimensión. Pues al fin de cuentas conforman la única garantía de funcionamiento y estabilidad de la democracia como régimen político, que en estos últimos años se debate entre la marea antipartidista y una política que en términos de Michael Oakeshot gira entre la fe y el escepticismo.
Venezuela lo hemos dichos hasta la saciedad merece una oportunidad la cual no tiene porque gravitar bajo ningún concepto en la experiencia neopopulista actual. Llego la hora de la verdad, la hora de organizarnos de una vez por todas y generar el cambio anhelado.
(*) Politólogo – Magíster en Ciencia Política E-mail: [email protected]
