Opinión Nacional

Carmona o el chivo expiatorio

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados…
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacíficos,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia,
porque suyo es el reino de los cielos.
Evangelio según San LUCAS

(%=Image(5910816,»R»)%) Es indudable que a Pedro Carmona Estanga se le ha querido convertir en el chivo expiatorio de todas las culpas que arrastramos por dentro la mayoría de los venezolanos. En alguna medida, salvo las manifestaciones de la sociedad civil frente a la Embajada de Colombia, muchos han descargado sobre Carmona su mala conciencia. Veamos:

  • En primer lugar, los que estuvieron de acuerdo con el “inoportuno” decreto, esos que se sintieron felices por culminar con la pesadilla de un régimen autoritario en el que la división de poderes es meramente formal, esos fueron los que, apenas las circunstancias cambiaron, se apresuraron en negar que, en el fondo, comulgaban con el contenido del documento.
  • En segundo lugar, están los que, si bien adversaban a Chávez, consideraron que la no inclusión de todos los factores en el gobierno provisional constituiría un fracaso del neonato régimen –como en efecto ocurrió–. Así, manteniendo silencio frente a la rectificación que Carmona hizo de su propio decreto, no le brindaron el beneficio de la duda con relación a los cambios que seguiría efectuando. La actitud de este grupo –en su mayoría– fue condenar a Carmona, como si sólo sobre él recayeran las consecuencias de la impericia.
  • En tercer lugar, se encuentran las personas que, si bien habían hecho todo lo posible para denunciar a Chávez y exigir su salida perentoria del gobierno, al ver los errores y la debilidad del régimen de transición y el éxito de la restauración, optaron por hacer pública la crítica a las 36 horas de Carmona, sembrando dudas sobre la verdadera intención de los protagonistas de esos difíciles momentos.
  • Por último, están los chavistas, quienes han querido presentar a Carmona como dictador, tirano sediento de sangre que, en el fondo aspiraba ser el émulo de Franco, aseguran. Sin duda, esto persigue el evidente propósito de enmascarar las responsabilidades sobre los hechos del 11 de abril y, ¿por qué no?, de los saqueos de los días siguientes.

Ahora bien, me pregunto: ¿quién es el verdadero Carmona? ¿Un inconsciente que aceptó promulgar un decreto que hoy en día nadie elaboró? ¿Un hombre honesto que aceptó inmolarse creyendo que eso era necesario para salir del atolladero? ¿Un hombre que sabe rectificar cuando se percata que su equívoco?

Querer convertir al Dr. Carmona en el instigador de un golpe de Estado, en un pichón de dictador, es más que una insensatez: es una burda manipulación de la opinión pública. Estoy convencido que el Dr. Carmona es un hombre singularmente honesto, que nunca pretendió asumir poderes dictatoriales, que siempre se vio a sí mismo como un peón en la transición y que, si bien es cierto que se equivocó, lo hizo por falta de malicia política, por un exceso de ingenuidad que no es común en los que aspiran al poder.

Si realmente queremos superar la crisis, todos tenemos que afrontar nuestras propias responsabilidades en ella y no trasferirlas a Carmona, chivo expiatorio de nuestras culpas. No es ni condenándolo ni absolviéndolo que lograremos resolver la falta de conciencia de los venezolanos, así como tampoco habremos de solventar la profunda división que arroja al país a una situación límite.

En todo caso, Carmona no es otra cosa que la expresión del inconsciente “colectivo”. Es necesario dejar a Carmona de lado y, con verdadera disposición, sentarse “Tirios y Troyanos” a construir las bases de un nuevo país sustentado en la tolerancia y el entendimiento. Sin el concierto de todos nunca se logrará hacer de Venezuela la patria que anhelamos, en la que la paz, la justicia, la honestidad y la razón prevalezcan.

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