Opinión Nacional

Chavismo revolucionario y chavismo democrático

En el chavismo original convivían dos vertientes, la mesiánico-totalitaria encarnada por el propio Chávez y la populista, pero básicamente democrática, representada por Miquilena y el MAS. El líder mesiánico quiere instaurar un nuevo régimen y por tanto necesita de un mito fundador. Hitler desvariaba sobre el “Reich” que duraría 1000 años. Mussolini resucitó al Imperio Romano. Lenin profetizó la utopía de la sociedad sin clases y sin Estado, verdadera exhumación del antiguo mito milenario del “reino feliz de los tiempos finales”. Chávez quisiera implantar su régimen bolivariano, sobre la base del mito del Padre de la Patria y un menjurje ideológico que mezcla a Castro, Perón, Velazco Alvarado y Zamora. En todo caso, ningún régimen mesiánico ha sido instaurado en democracia. La democracia es un régimen en el cual la lucha política es agonal y no existencial, hay adversarios que superar y no enemigos que destruir, hay reglas del juego que deben ser acatadas por todos y las instituciones, que supervisan esas reglas (como los Poderes Ciudadano, Electoral y Judicial), deben ser consideradas básicamente imparciales. En democracia, el cambio no puede ser total y rápido, por eso democracia y revolución son excluyentes.

Venezuela está partida en dos, el chavismo ha perdido la mayoría, pero sigue representando las esperanzas y las ilusiones de buena parte de los sectores populares, la oposición está fragmentada y sin un liderazgo efectivo, unida sólo por la hostilidad al proyecto bolivariano. En julio de 1936, también había dos Españas, una gritaba: Viva la República y la otra: Viva España. Cuando un Ejército dividido intervino en la contienda inició una espantosa guerra civil, que dejó como herencia a un millón de muertos y cuarenta años de dictadura. La responsabilidad histórica del chavismo democrático, dentro y fuera del MVR, es enorme, particularmente de aquellos que todavía forman parte de la actual mayoría parlamentaria. Por el bien del país, deberían comprender que la factibilidad del proyecto revolucionario mesiánico es nula y que el camino de la radicalización del proceso muy probablemente nos acercaría al escenario de la guerra civil. En la primavera de 1936, uno de los líderes socialistas españoles, Indalecio Prieto, advertía: “ Si el desmán y el desorden se convierten en sistema perenne, por ahí no se va al socialismo, ni se va al comunismo, se va a una anarquía desesperada, se va a un desorden económico que puede acabar con el país.” El chavismo democrático tiene un importante espacio político asegurado en la Venezuela post Chávez, especialmente si entiende a tiempo que es urgente y necesario abortar el proceso revolucionario con sus “círculos bolivarianos” paramilitares y reinstaurar la legitimidad y la imparcialidad de los Poderes Electoral, Ciudadano y Judicial, electos al margen de la actual constitución. Sólo si aceptamos jugar limpio y con árbitros imparciales hay posibilidad de evitar la violencia en Venezuela.

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