Exageración de la política y vida cotidiana
La política como fenómeno humano tiene como propósito
central contribuir a dar forma a la convivencia
civilizada creando para ello los instrumentos de un
orden que la haga posible.
A nivel planetario el cambio social en el sistema
político está signado por la irrupción de corrientes
democratizadoras. Los pueblos se movilizan por sus
libertades, por su derecho a la participación en los
asuntos públicos, por acceder a la democracia como
sistema político, pero fundamentalmente como forma de
vida. La política a su vez pone en juego la energía de
los ciudadanos impulsándolos a luchar para superar una
realidad insatisfactoria con el propósito de ampliar y
extender el horizonte de su existencia En Venezuela
este afán por el hecho político viene dividiéndonos en
un activismo sin antecedentes en donde una parte del
país sigue apostando con extremo fervor por la oferta
redencionista de un exmilitar carismático y sin
escrúpulos amarrado con una obstinación enfermiza a
dogmas imposibles y por la otra una oposición
integrada en su mayoría por una clase media que ve
peligrar en el programa estatista y autoritario ya no
la democracia, sino su propia existencia. Es obvio,
que este quiebre de la sociedad señala, no tan sólo
que a la política se le hurta su misión como
herramienta creadora en sus fines de cooperar en mejor
nuestras vidas y que el espíritu humano ha venido
perfeccionado en aras del reconocimiento de la
pluralidad e individualidad en un orden político que a
través de la ley garantice las expresiones de su
libertad, sino la relevancia exagerada de la política
en el caso venezolano- lo decimos ahora con
independencia de que ello sea la expresión de una
resistencia legítima de los opositores y su promoción
también legítima para los que apoyan al presidente- le
viene confiscando a los niños, hombres y mujeres
venezolanos lo que en definitiva no es más importante,
el derecho al tránsito pacífico, arduo sin duda, pero
maravilloso que es realizar esa aventura de opciones
múltiples, sueños y finalidades que es la vida.
Es vergonzoso que por un profeta quiliástico
arrebatado de una descomunal vocación por detentar el
poder y un desequilibrado ideal de perfección nos
hayamos convertido en rehenes ya no sólo de él, de
nosotros mismos. La visión que tenemos del mundo es en
exceso estrecha y nuestra agenda de conversación no
pasa de ser un monotema que Chávez ocupa sin rivales
ofrendándole todas nuestras preocupaciones a lo que
haga y deje de hacer, sin percibir como todo esto ha
comprimido en la banalidad nuestros espíritus.
En Venezuela existe, es cierto, un grave problema
político donde la libertad corre serios peligros; pero
lo sorprendente es como se ha visto develada tanta
abyección, tanta mediocridad y egoísmo, tantas odiosas
y miserables percepciones que tenemos los unos por los
otros.
El obseso interés por participar de una sola de las
dimensiones que tiene la vida humana, nos da una
lección sobre las limitaciones de la política, que
aunque su naturaleza es la búsqueda de fines
superiores,en el país ha servido muy poco para eso,
quizás entre lo útil, el de ser un inmenso laboratorio
de psicoanálisis donde los que podrán darse un
banquete son los estudiosos de la conducta (individual
y colectiva) pudiendo desplegar en terrenos tan
fértiles, por ser objeto de su ciencia, todo el
investigativo arsenal de sus ingenios.
No es poco recomendable para los que marchan y
contramarchan y para ese ignorado y mayoritario mundo
del silencio que observa no sin indiferencia, ir
reincorporando lo cotidiano, el moverse de nuevo en el
instante de los seres vivos, el de volver a ensayar
la felicidad en las plurales formas en que es posible,
disfrutando los gustos, los deseos, los afectos, el
amor carnal y el otro, las miradas inocentes de los
niños para que el mundo sea también como quería Andrés
Eloy la canción de una rueda.
Armémonos con pañuelos blancos para clavarlos en el
definitivo corazón de lo imprescindible.