La política: secuestro o asunto de todos
A lo largo de nuestra historia se ha debatido mucho alrededor de nuestros modelos, paradigmas, idiosincrasias, códigos y las maneras como hemos asumido el proyecto de la modernidad, donde encontramos en mayor o menor medida un afán de imitar la estructura formal de la modernidad decimonónica.
Hemos copiado e implantado muchas concepciones e instituciones. Mientras que el proyecto de la modernidad tuvo un largo proceso de maceración y vida modificando costumbres, conductas, relaciones y demás. En nuestra América la preocupación original de los padres fundadores fue colocar la letra de las instituciones, los marcos constitucionales y demás cuestiones antes que introducir el cambio en las acciones (patrones) individuales y colectivos, nos referimos al imaginario colectivo.
Tenemos tantas cosas a favor, tantos recursos de diversa índole, y sin embargo, tenemos muy vinculado el síndrome de imitar, de implantar instituciones y proyectos no concatenados con una cultura o tradición. Lo cierto del caso y es quizás la secuela más grave que registramos es la referida a las instituciones.
Las instituciones desde los partidos hasta los programas de gobierno menos vemos que tienden a improvisarse, asimismo, las nueva camada de candidatos y dirigentes de la V República se han acostumbrado a llamar la democracia con palabras y evocaciones, sin contenidos y sin correlatos (democracia participativa y protagónica), finalmente, encontramos que la concepción de Estado adoptada adolece de un ejercicio paralelo de reconstrucción política desde lo cotidiano, desde loa actos diarios de los ciudadanos.
Estos temas y procesos conforman a nuestro entender debate que deben ser retomados y sumamente discutidos. En fin en nosotros esta clavada la demanda de evaluar a las estructuras políticas y sociales que tenemos, como funciona, cual es sus desempeño y que naturalmente haga de la política un cato comunitario y participativo, que tenga como vértice unos ciertos valores y el bien común. Ahora bien la actitud de discurrir esta íntimamente relacionado a la capacidad de intervenir y de liberar por parte de nuestros ciudadanos.
Se reclaman espacios de deliberación, tolerancia y pluralismo que repercutan en niveles más sanos y proclives al desarrollo humano, y ciudadano. Lo acaecido en nuestro país en abril del 2002, deja entrever un desmoronamiento y erosión de los vínculos entre la actual clase política quintorepublicana, el pueblo y las fuerzas armadas nacionales.
Requerimos recentrar el debate, y por sobre todo superar la división y fractura que tenemos hoy por hoy los venezolanos. Necesitamos una política que promueva el buen debate, eleve la calidad de la discusión, convoque programas de gobierno y de gestión viables y coherentes en que estemos TODOS representados y no que las decisiones sean atribución del caudillo de turno y sus camarillas quien secuestran las decisiones y los demás quedamos a la intemperie y desprotegidos. En fin, debemos buscar la manera de producir un cambio institucional y cultural en nuestro país que tenga como correlato una política más idónea y menos hostil, que sume y no que divida, menos banalizada y donde los representantes cumplan verdaderamente esa importante función y no se limiten a convertirse en meros mercachifles de la cosa pública y de los dineros públicos.
(*) Politólogo – Magíster en Ciencia Política